Por: Gerardo Aldana García
En montañas exuberantes, pletóricas de sonidos y color, también de sueños de hombres que se vistieron de jungla para desde las frondas de centenarios robles o bajo el influjo de noches sin estrellas, sembrar la semilla de lo que pensaban sería el plantío de un país con equidad social, se siente aún el eco de Iván Marulanda – Alias Tirofijo. Un campesino quién en su primigenio hogar habría sido cultivado con la nobleza y fe de padres labradores y que se edificó como un protestante social convencido de que, pensar desde el lado izquierdo del sistema de administración de un país, era el camino para acceder al poder e impulsar las reformas conducentes al bienestar de los menos favorecidos.
Como él, muchos hombres de izquierda, guerrilleros no solo de fusil, sino también fervientes poseedores del mismo sueño de democracia; Carlos Pizarro León Gómez, Jaime Pardo Leal, Camilo Torres Restrepo, Luis Alberto Morantes Jaimes, alias Jacobo Arenas o Jaime Bateman Cayón, como figuras emblemáticas, y después muchos jóvenes como el mismo Gustavo Petro, creían en su propio predicado de igualdad, reconociendo al unísono que una insurrección desde la base del pueblo, podría generar las condiciones para la transformación del país. Y claro, inmersos en la violencia y el derramamiento de sangre, como es el patrimonio de la guerra fratricida, se consolidaron en movimientos armados a los que la sociedad, en pocos momentos amó y en muchos otros, repudió. El hecho cierto es que, la lucha de estos hombres no debe ser deslegitimada desde su propia naturaleza; es decir, las motivaciones desde las cuales nació deben valorarse con justicia y generosidad. Ahora bien, los medios bárbaros que se han utilizado desde el conflicto colombiano son del todo repudiables y contrarios al espíritu de la armonía y la convivencia pacífica; pero qué le hacemos, así es la negra alma de la guerra y su barbarie.
El hecho es que, el sueño de los abuelos guerrilleros, inspiradores de miles de jóvenes que también se volvieron combatientes en la insurgencia, luego de más de seis décadas, desde la génesis de la guerrilla al tenor de los cantos emancipadores de hombres como Jacobo Arenas o Tiro Fijo, llevó a que se volviese realidad. Si, obtener el poder de dirigir un país. Es claro que el Presidente Petro es egresado del M-19; pero como él, las vertientes que existieron como el Movimiento Revolucionario Liberal – MRL, Esperanza Paz y Libertad – EPL, Ejército de Liberación Nacional – ELN, habrán de ver que la inspiración de la lucha guerrillera ha dado sus frutos en 2023 cuando Gustavo Petro Orrego se alza con el título de primer mandatario de los colombianos. Visto desde la óptica de la izquierda colombiana, tal conquista sería comparable con muchas de las rupturas sociales que se han dado en el mundo como, por ejemplo, la abolición de la monarquía en Francia en 1792 o la eliminación de la esclavitud en Estados Unidos en 1863. Es decir, un sueño cumplido: la izquierda gobierno Colombia.
Sin embargo, una vez con el poder en sus manos, el hombre de la izquierda que convenció a sus camaradas y también a millones de colombianos, se enfrenta a la realidad de gobernar una nación. Entonces se da cuenta de que, aquello que censuró desde la protesta armada o a veces pacífica, ahora tiene el deber de analizar y administrar de forma tal que permita mantener el equilibrio en el desempeño del gobierno para bien del país. Pero la verdad es que los dirigentes de izquierda, en su inmensa mayoría, se preocuparon por la ideología y la lucha armada con sus métodos en la guerra, más fue muy poca su prioridad de crear y mantener una escuela de pensamiento que conjugue su ideología y la práctica de los instrumentos de un sistema capitalista en el que ellos mismos nacieron y en el que siguen interactuando. Es muy difícil encontrar en las figuras más connotadas de la izquierda colombiana, empezando por el propio Presidente, las señales claras y contundentes de poseer capacidad, idoneidad en los aspectos técnicos, científicos, alta gerencia, macroeconomía o en modelos educativos y culturales. No, no se ven; es muy posible que existan, pero no están en el foco del favoritismo del partido.
El discurso de funcionarios como el recién nombrado Director Nacional de Planeación Alexander López Maya quien proclama no ser economista, ni haber querido serlo, y reconoce ser malo para las matemáticas, deja ver contundentes señales de ineptitud para ejercer el buen gobierno; se observa que, a duras penas, balbucean la introducción al ejercicio de la administración de la cosa pública, del Estado. Pero hay que reconocer que Petro, quién también ha tenido algunos chispazos de lucides; lo supo desde el momento de armar su primer consejo de ministros. Como Diógenes en un mercado griego, con una lámpara en sus manos buscando un hombre con luz en su corazón, Petro buscó entre sus amigos de izquierda más cercanos y no encontró a quién ungir como sus inmediatos colaboradores en carteras tan sensibles como Hacienda, Agricultura y Educación. E hizo lo propio, a la sazón del famoso Pacto Histórico que lo llevó al poder, nombró allí a dos hombres: José Antonio Ocampo Ospina y Alejandro Gaviria Uribe, y una mujer, Cecilia López Montaño; sin duda, colombianos de alto perfil académico y también político. La historia ya se sabe; en breve los sacó del gobierno. El hecho es que el presidente Petro sigue padeciendo el dolor de no tener en las filas de la izquierda colombiana, o al menos él no los encuentra, o no quiere verlos, altos ejecutivos para los cargos de alta responsabilidad desde los cuales debe atender el desempeño del Estado a través de un buen gobierno.
Es un infortunio el que vive un movimiento político que llega al poder, como lo es la izquierda colombiana, cuando pretende gobernar sin respetar la inamovible variable de la tecnocracia. Incluso la China comunista es consciente de que la ideología de partido puede vivir siempre que se adapte a los esquemas propios del capitalismo en donde los técnicos son fundamentales para el éxito. Zapatero a sus zapatos, uno de los principios de: En Busca de la Excelencia. El resultado de proceder desde el pensamiento de izquierda en un gobierno como el colombiano, no sería malo, siempre que el presidente Petro tuviese la sabiduría para el manejo del trinomio Gobierno – Ideología – Tecnocracia.
Es lamentable que el sueño de los creadores de la insurgencia colombiana y el incalculable sacrificio de vidas y de bienestar de miles de connacionales, se vea aniquilado, invisibilizado por cuenta de la inadmisible e inconveniente forma de gobernar de Petro que, lejos de parir un Estado igualitario y justo, podría convertir a la izquierda colombiana, en un aborto social; una extraña criatura cual Yaldabaoth, que tiene como realidad y futuro, solo la oscuridad.