Por: Harold Salamanca
Iniciando esta semana se confirmó el rumor que circulaba en los medios financieros y económicos del país desde el año pasado, siendo el propio presidente de la República, quien anunciara que la próxima legislatura será presentada al Congreso una reforma tributaria, con la cual, se busca recaudar al menos 1,5% del PIB. Reforma que de ser aprobada, tendría vigencia a partir del año 2022. Esta noticia no causaría preocupación de no ser por que según el reporte Doing Business, Colombia es el país con el mayor número de reformas tributarias de América latina. Muestra de ello, es que en lo que va del siglo XXI se han realizado 48 y según los expertos, solamente tres de ellas han sido realmente estructurales.
Conocida esta información surge entonces una gran cantidad de preguntas que creo, nos planteamos muchos colombianos ¿Es necesario que en nuestro país se hagan tantas y tan seguidas reformas tributarias?¿El gobierno no podría conseguir esos recursos de otras fuentes?¿por qué el Estado colombiano no controla la evasión, el contrabando, y además recorta las generosas exenciones tributarias a las grandes empresas?¿Por qué el sistema tributario de nuestro país es tan complejo, inequitativo e ineficiente?
La respuesta a algunos de los interrogantes planteados podría hallarse en la improvisación tributaria, en la atención de crisis financieras coyunturales y la falta de una sólida política tributaria de Estado. De igual forma, en la alta dependencia de los recursos provenientes de la venta del petróleo, sus derivados y las regalías que fluyen hacia las regiones. Somos una economía que vive de exportar materias primas (Commodities) sin transformarlas, sin agregar valor. Lo anterior, sin mencionar el incremento desbordado del gasto público.
Con los comentarios que he hecho no me declaro enemigo del pago de impuestos, es evidente que cuando las personas naturales y jurídicas pagamos impuestos, estamos financiando al Estado para que pueda cumplir con sus obligaciones constitucionales. Lo que reclamo como colombiano, es que se haga un uso adecuado y austero del gasto público, que se realicen los estudios y la planeación necesarios para hacer reformas tributarias estructurales, de largo plazo que permitan hacer frente a la pobreza extrema, pero de verdad, que se propicie un clima de confianza para los inversionistas, mientras esto no ocurra, los gobiernos de turno seguirán jugando con nuestros impuestos.