Por: Carlos Tobar
La apuesta del gobierno Petro para reformar el sistema de salud provocó una crisis política de grandes proporciones. Así lo preveíamos en esta columna hace un par de semanas.
No fue un remezón cualquiera. Salieron 7 ministros del gabinete, incluyendo, de manera sorpresiva, la ministra Corcho. Salieron, también, los ministros independientes que no representaban ningún partido político, pero que daban forma al “acuerdo nacional” que comenzando el gobierno propuso el presidente Petro, particularmente José Antonio Ocampo y Cecilia López. Además, castigó a los socios de los partidos de gobierno con los que había conformado las mayorías parlamentarias, retirando sus ministros, viceministros y otros cargos en oficinas de gobierno.
Más sin embargo, en un movimiento táctico burdo, dejó incólumes los ministros que se supone representan al Partido Liberal: Catalina Velasco y Héctor Osuna. Con el nombramiento de Luis Fernando Velasco como ministro de Gobierno, aspira a romper la unidad del liberalismo, destronar a César Gaviria de la dirección y, mediante el lentijismo uno a uno, alimentado con mermelada presupuestal, conseguir los votos necesarios para pasar sus reformas.
Un tratamiento parecido, pero de menor envergadura, les darán al Partido de la U y al Partido Conservador.
Cómo lo dijimos es una apuesta arriesgada. Porque implica no solo comprar a billete limpio representantes a la Cámara, (como la invisible Flora Perdomo, ¿con la bendición de Villalba?), sino las bancadas al Senado de esos partidos. En un proyecto absurdo conceptual y presupuestalmente hablando, como quiera que destruiría el precario equilibrio económico de un servicio que tiene una falla estructural insalvable.
La estatización del servicio (un nuevo Seguro Social), con un costoso programa de atención primario insostenible y otras arandelas en formalización e infraestructura (en cálculos del Ministerio de Hacienda serían compromisos a diez años por más de 100 billones de pesos) impagables con la actual capacidad de la economía nacional, a más de la ausencia de controles efectivos al gasto, la incertidumbre que ya genera en los usuarios y los posibles fallos en muy poco tiempo, significarían la muerte política para quienes aprueben esa aventura.
No la tiene fácil el gobierno y sus posibles aliados. Porque, además, tendrán que reeditar las peores prácticas del clientelismo nacional. Harán parecer como aficionados a Lleras Restrepo o Turbay, a Samper o Pastrana, a Uribe o Santos. No quiero ni imaginar las desesperadas triquiñuelas del mingobierno Velazco, un limitadísimo politiquero de la parroquia caucana, que en su cuarto de hora aspira a posicionarse como prócer de la causa petrista.
Y, los pacientes…, mutis por el foro.
