Por:
Jaime Felipe Lozada |
El Gobierno Nacional está terminando de consolidar el texto de la nueva reforma tributaria que ya anunció le presentará al Congreso de la República en los próximos días. Esta reforma pretende, entre otras cosas, recaudar 12 billones de pesos, para tratar de responder a la desfinanciación y fantasías fiscales que existen en el proyecto de ley de Presupuesto General de la Nación 2025, estipulado por 523 billones de pesos.
Una nueva reforma tributaria en este momento, según los expertos en la materia, es contraproducente. Primero porque está elaborada a retazos, sin una planificación económica seria, sin tener claro su objetivo, más allá de conseguir recursos para sostener el gasto y la burocracia. También, porque va a la yugular de la reactivación económica, pues aumentaría los impuestos a las empresas, porque si bien disminuiría deducciones, impondría otras; gravaría rentas no laborales, porque impondría pago de parafiscales a partir de 4 salarios mínimos cuando hoy se realiza sobre 10.
Una reforma tributaria que representa el 0.7% de nuestro PIB no es una buena idea en momentos en que nuestra economía solo está creciendo al 0.6% y el sector privado está decreciendo, realidad económica que se debe, en parte precisamente, a las reformas tributarias anteriores, a la bajísima ejecución del Presupuesto General de la Nación, a la casi nula confianza inversionista y al coletazo de la pandemia, que aún en varios sectores económicos se siente.
Además, la reforma pretenda regular las leyes que regulan los servicios públicos domiciliarios y obligar a los bancos a hacer unas inversiones forzosas, lo cual va a generar es un ambiente de desconfianza que se traducirá indefectiblemente en poca inversión y por ende en menos empleo y en una afectación en los ingresos de las empresas y en general del ciudadano, conllevando a un estancamiento generalizado de la economía.
En fin, a todas luces, es una reforma ideologizada y enfocada en conseguir caja para subsidios, burocracia y politiquería y no para generar más eficiencia en el uso de los recursos y mayor productividad de la economía.
Es mejor realizar recortes a tiempo en el gasto de funcionamiento proyectado, y no hacer cálculos con base en ingresos inciertos. Así mimo, definir y priorizar los sectores económicos que necesitan una fuerte inyección de capital e inversión pública y hacer más eficiente el presupuesto, además de cumplir con la regla fiscal para contener y moderar la inflación y proteger a los más vulnerables.
El presidente se equivoca si cree que va a mejorar sus índices de favorabilidad generando un mayor gasto público a través de más impuestos. Después de dos años la favorabilidad del presidente podría mejorar si empieza a gobernar y a atender los reales problemas del país, como lo son la inseguridad desbordada y la economía desacelerada. Ojalá el señor presidente lo entienda, deje de opinar de cuanto problema existe en el mundo, y mejor gobierne a Colombia que para eso se le eligió y bastante falta que hace.