Por: José Eliseo Baicué Peña
Los avances de la ciencia acaparan, casi a diario, las noticias de actualidad mundial fulminando barreras en amplios campos del saber.
En el lado opuesto, al déficit tradicional de formación universitaria en países pobres, se suma una división digital en las desigualdades de acceso a la información y al conocimiento abriendo una brecha cada vez más amplia entre países ricos y emergentes.
Ahora bien, la creación y desarrollo organizacional de una sociedad alrededor del mercado y del uso generalizado de nuevas destrezas tecnologías en los sectores productivos, es un punto importante dentro del contexto externo que afecta el quehacer de las universidades.
Hoy, la universidad no es una institución aislada de la sociedad. Por eso, en la actualidad, las demandas que realiza la sociedad a la universidad tienen que ver con la inclusión social. Así, en el mercado laboral además de formar un profesional integral, se debe profesionalizar a personas que realmente estén aptas para el mercado, que sean competitivas en un mundo cada vez más globalizado y abierto, pero que también sean ciudadanos responsables con criterio para exigir obligaciones sociales.
Es decir, que uno de los retos más importantes con el que deberá enfrentarse Colombia y los países emergentes, en los próximos años, será, sin duda, el de transformar a sus universidades respectivas en activos estratégicos al servicio de su competitividad regional.
Y, ello, se dará en la medida en que el desarrollo de una economía basada en el conocimiento es, cada vez más, un elemento consustancial al progreso de los países que llevan la delantera, aspecto que sitúa a las universidades como componentes esenciales del sistema económico de estos países.
El caso de Massachusetts, por ejemplo, evidencia la ventaja de contar con universidades tan prestigiosas como Harvard o el MIT, para convertirlas en su principal ventaja competitiva. O el caso de la Universidad de California en San Diego, una universidad sin el prestigio internacional de las anteriores, aunque, ha sido inteligentemente utilizada por la ciudad del sur de California para erigirse en uno de los nuevos polos de crecimiento y desarrollo.
Son casos claros de aprovechamiento estratégico de las universidades por la propia expansión de la economía del conocimiento y porque en esta economía compiten fundamentalmente las regiones y ciudades en cuyo ámbito de influencia actúan las universidades. Es decir, que las universidades tendrán que ser más generadoras y no meras transmisoras de conocimiento.
En esta tarea, los gobiernos deberán proporcionar el máximo apoyo institucional para que estos claustros educativos puedan desarrollar todo su potencial y lleguen a rebasar las típicas actividades de formación, Investigación y proyección social.
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