No es un hombre de partidos; menos los liquida, solo los acaba, simplemente los autodestruye, y después aparece creando otro o participando en sancochos políticos, parecidos a la multiplicidad de componentes, que en nada se diferencian de una bandeja paisa.
Ese concepto del Estado comunitario, de que tanto hizo alarde en el gobierno y en sus campañas, viene uno a encontrarle sentido, cuando desesperadamente comienza a volver a su partido, un ejercicio de prostitución política, ofreciendo a diestra y siniestra posiciones que le pertenecen a los fundadores del uribismo, los mejores desde luego, porque ahí también hubo otra bandeja paisa.
Ofrecer a Miguel Uribe Turbay, por muy importante que sea, como efectivamente lo es, por haber sido aliado del uribismo en coyuntura a la alcaldía de Bogotá, deja entrever el afán de deslegitimar a su partido, diciéndole a sus siempre abanderados de su causa, que no sirven para futuros liderazgos, es una forma adicional de liquidarlo.
No es propiamente comunitarismo, sino desespero ante la desesperanza del mismo Uribe; entiendo la desgracia de la que es víctima, de un Estado y de unas instituciones que no fueron capaces de defenderlo ante las arremetidas del delito, sino por el contrario, se aliaron para destruirlo.
Eso causa desesperanza, y ante el desespero, acude a cogerse de cuanta rama frondosa existe para tratar de salvarse, independientemente de que quienes fueron sus mejores aliados lo hagan.
Pero lo grave de esto, es que quienes de verdad quieren ayudarlo a salvarse, les da la espalda, los ignora y cree que son sus enemigos, ante tanta traición.
Esa la razón para ofrecer tercamente ante la inexistencia de una política lógica, si la política tiene lógica, la cabeza del senado a Miguel Uribe Turbay.
Acaso Maria Fernanda Cabal independientemente de haber hecho un ejercicio político para contribuir al proceso, inesperado inicialmente, de la escogencia del candidato presidencial, ahora es víctima adicionalmente de Uribe, no reconocerle su esfuerzo y liderazgo en el congreso, y en este último proceso, para hacerla cabeza de lista al senado.
Es cierto que la política es ingrata, pero no tanto; hay que volver la política un acto de nobles, y no de desgracia y patanería.
Esta secuencia de deliberadas actitudes de Uribe, de menguar paulatinamente a su partido, llevándolo hasta su destrucción, ratifican lo que inicialmente pensé; Uribe es ideólogo, pero mal líder político; extraño entender eso, pero desafortunadamente para él y sus seguidores de buena fe, convencidos de sus iniciales ideas, se dejó contaminar de odios e incapacidades para liderar un proyecto político para salvar a Colombia del comunismo. Eh ave maría.