DIARIO DEL HUILA, CIUDAD
Por Hernán Galindo
La Galería Central y las llamadas plazas satélites, que estaban ubicadas en distintas zonas geográficas de Neiva, a donde la población en general y los vecinos acudían a comprar alimentos perecederos, granos y abarrotes y hasta a gozar de la gastronomía local, en comidas y bebidas, desaparecieron de la ciudad hace casi 20 años.
Fueron retiradas a las buenas o a las malas, como la plaza de mercado junto al edificio de la gobernación del Huila, tras resistir varios incendios. Y se hizo por disposición de las Administraciones Municipales de entonces con el objetivo de reorganizar el uso del suelo de la ciudad, mejorar la higiene y condiciones de salubridad en la comercialización de comida y mejorar la calidad de vida de vendedores y clientes.
“El traslado obligado fue a la mayorista de alimentos, Surabastos, y al mercado minorista, Mercaneiva, en el sur de la capital del Huila, pero las bodegas no estaban terminadas y no había infraestructura de comercialización ni de transporte para atender el desafío de la modernidad”, lamentó Tulio Peña, uno más de los inquilinos de la Galería que fue desplazado y ahora es vendedor callejero en la octava entre carreras segundo y tercera junto a la Plaza Cívica, donde funcionaba la Galería.
Mala planeación y perjuicios
“Estaba previsto que la reubicación se haría una vez construida y puesta en servicio la nueva sede de la plaza de minoristas, pero resultó carreta”; dice Peña, con rabia, mientras ofrece aguacates.
“La central minorista el 24 de diciembre de 1997 (día del cierre) no se encontraba apta para el servicio ni disponía de servicios públicos. La cubierta estaba en proceso de construcción, los locales en la parte interna no estaban terminados. Las vías de acceso no estaban construidas”, relató Ferney Ortigoza, que vende chontaduros y bananos en una carreta, “de domingo a lunes”.
Efectivamente un fallo posterior de la Justicia (ver recuadro) encontró que, con la apresurada decisión del alcalde de la época, Gustavo Penagos, “se afectó el núcleo esencial del derecho a la libertad de empresa y libertad del desarrollo económico que había en cabeza de quienes se desempeñaban como vendedores de las plazas de mercado”.
También violó el principio de solidaridad y no se correspondió con los criterios de razonabilidad y proporcionalidad, señala el texto.
La informalidad
Por todo lo anterior y muchas razones más, como la proliferación en distintos barrios de los ‘mercados campesinos’, los famosos fruver, tiendas de esquina, vendedores de carreta y grandes supermercados, que entraron a llenar el vacío de la comercialización diaria y cercana de alimentos, las centrales de Surabastos y Mercaneiva no funcionaron y de a poco sus inquilinos y propietarios las abandonaron.
Unos se marginaron del negocio, otros buscaron lugar en los barrios y otros se unieron a vendedores ambulantes en el microcentro, en plena vía pública, coinciden.
“Llevo 15 años vendiendo hojas de tamal y envueltos en este negocio, después de fracasar en Mercaneiva. Es familiar pues me ha ayudado a sacar adelante a mis padres y a mi hijo”, compartió Karla, joven maquillada con esmero, y dueña de un don especial para atender público.
Fenalco estima que la magnitud del comercio de alimentos en las calles de Neiva es similar a los números que maneja a nivel nacional: “Una tercera parte de la venta de comida se lleva a cabo a través de puestos fijos, semifijos y eventuales, que no contribuyen a la economía formal”.
“El comercio de alimentos en la calle nos resuelve la vida a muchos, empezando por el oferente, un emprendedor admirable que lucha por salir adelante. Sin embargo, lo ideal sería es que saliéramos de la informalidad para convertirnos en un negocio decente, sin el corre-corre diario por la persecución policía. Yo quiero ser un empresario de verdad”, afirmó convencido Leonel Prieto, sentado en una banqueta de plástico frente a un reguero de plátano, yuca, arracacha y mazorcas, detrás del Centro Comercial Los Comuneros.
Conocer a ciencia cierta el número de vendedores informales que hay en la ciudad es una tarea complicada porque no hay un censo confiable. Las cifras de las distintas entidades públicas y privadas no aciertan. Unos son permanentes, otros llegan y se van, dependiendo de la temporada.
“Ni hablar sobre cuántos de ellos se dedican exclusivamente a la venta de alimentos y bebidas. Las cifras varían según la fuente que se consulte”, reconoce Jimena Toro, veedora del espacio público.
Venta callejera pro y contras
En el sitio de visita de Diario del Huila, con casi la una de la tarde, momento en que el sol pega de lleno en el puesto de Marisol, que oferta frutas, mientras instala una sombrilla y otros ponen lonas. Nos cuenta: “Aquí se maneja por medio de líderes. Cada líder tiene su zona y sus espacios. Algunos pagan una cuota para que se apalabre con los de la Alcaldía, la policía o dueños de los almacenes vecinos y tengamos la libertad de trabajar”. Es pagar por el uso del suelo.
Como ellos, hay muchos otros ‘comerciantes’ o vendedores que desean entrar a la formalidad, pero hasta el momento no han encontrado cómo: por falta de financiación; de oportunidades; porque lo que les ofrece la Administración no les parece; o porque se sientan más cómodos en la informalidad, sin patrones ni cumplir horarios ni pagan impuestos.
Vale destacar que Departamento Administrativo Nacional de Estadística (Dane) informó que en enero de 2021 la tasa de desempleo en Neiva fue de 21%, lo que representó un aumento de 1,3 puntos porcentuales frente a los resultados de diciembre de 2020, cuando la tasa fue de 19,7%, ubicándose a nivel nacional como la segunda ciudad con mayor desocupación después del Chocó.
En el país la tasa de desempleo fue de 17,3%, un aumento de 4,3% frente a diciembre de 2020, que presentó una tasa de 13%.
Peor con el Covid
De cualquier manera, cada vez es más crítica la situación de los vendedores ambulantes, quienes por causa de la Covid-19 sufrieron una caída en sus ingresos y no han recibido ayudas de parte de las autoridades territoriales y nacionales.
A la grave situación económica de esta población, que en su mayoría pertenece a los estratos más populares y vulnerables, que con o sin pandemia lucha todos los días por sobrevivir y llevar el sustento a sus casas, porque muchas veces no han encontrado oportunidades en la formalidad, hay que buscarles solución para que desarrollen su actividad informal o se les busque alternativas en el mercado formal.
Demanda de inquilinos
El cierre intempestivo y la arbitraria demolición de las galerías central y satélite del norte, hace 20 años, afectando a centenares de pequeños comerciantes, le costó caro a la Alcaldía de Neiva.
El Consejo de Estado profirió sentencia condenatoria que obligó al Municipio a indemnizar por perjuicios a 351 comerciantes afectados con las medidas desproporcionadas. La Alcaldía debe pagarles 3.277 millones de pesos.