Diario del Huila

Vías y trochas colombianas

May 27, 2023

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Por: Amadeo González Triviño

La presencia de una temporada invernal siempre nos llama la atención por cuanto es parte de un fenómeno que concita una revisión y un panorama desalentador por el tratamiento del conjunto de las administraciones públicas desde siempre, respecto del mantenimiento y de la construcción de las vías públicas, sean del orden nacional, departamental o municipal y donde siempre se ha especulado con sobrecostos y formas de enriquecer a unos pocos y fomentar la corrupción en la contratación pública, sin lugar a dudas, sin que existan formas o mecanismos de solución a corto plazo. 

Y seguimos viviendo nuestro juego de las lamentaciones, cuando incluso en ciertos pueblos, se evidencian parcheos y reparcheos que se tornan en un espectáculo folclórico donde el Alcalde y su séquito de mendicantes de oficio, hacen alarde, a pesar de que están de salida, de hacer obras por la administración municipal y de advertir que sin contar con los recursos necesarios, las obras se hacen por el bienestar y para solucionar las falencias de las comunidades, sin que se de cuenta de las inversiones que ello representan, y solo el diablo podrá saber que se esconde en dicha pantomima.

Estos días desde las grandes urbes, Bogotá, Barranquilla, Neiva, entre otras tantas, se ha evidenciado la ausencia de un tratamiento adecuado a lo que se conoce como los conductos de las aguas lluvias, todo lo cual contrasta con las obras públicas que se vienen realizando y donde las alcantarillas y las formas de evacuación son tan paupérrimas y causan grima, que todo parece que la asesoría de expertos y de consultores en vías públicas parecen no haber tenido en cuenta tales circunstancias y todo termina siendo un atentado a la ingeniería civil y a la arquitectura, por cuanto, se tiene el privilegio de que las aguas tanto del alcantarillado y de las aguas lluvias, se compacten tan perfectamente que muchas vías terminan siendo zonas de desfogue de aquellas, con lo cual, la salubridad pública muy pronto redundará en epidemias sin control y que las grandes ciudades y que no decir de los pueblos, generan caos social y malestar ciudadano de impredecibles consecuencias.

Los medios de comunicaciones como la televisión, nos alarman con escenas que se repiten y parecen que hicieran parte de un panfleto de nunca acabar o que se tratara de una misma imagen que se repite o se difunde para causar pánico y generar un descontrol social, pero la realidad es que son escenas tan repetidas y similares unas de otras, que allí no hay improvisación sino un triste panorama que convoca a nuestra clase dirigente para pensar y restituir un elemento mínimo de reorganización territorial, de tal forma que la vivienda y el derecho a la salud, tengan un tratamiento idéntico hacia un solo objetivo: la convivencia pacífica y en condiciones dignas.

Mientras esto sucede, mientras nuestra geografía nacional nos presenta un panorama desolador y sin solución posible o sin mecanismos que nos permitan entender y dimensionar de la mejor manera el drama social, el proceso político de descomposición nacional es aberrante y nos deja la sensación de entender que todo lo que tiene que ver con política y politiquería, parece estar inundando todas las instancias de las altas cortes, para que los procesos de elección de contralor, de senadores y de muchos nombramientos se procuren adelantar con una agilidad sorprendente para afectar el actual gobierno. 

Muchos dicen que la Justicia si funciona, pero vaya a ver, como ha obrado con los procesos históricos de la corrupción y del bandidaje por parte de la clase dominante a lo largo de la vida republicana.

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