Por: Carlos Eduardo Trujillo González
Como lo decía un gran amigo a quien el COVID se llevó “celebrar un Sampedro virtual es tan emocionante como bailar con una tía”. Por estos días se habla y se ha acudido a la virtualidad para todos los oficios, compromisos, eventos, compras, ventas, servicios, saludos, información y tantas otras cosas en este mundo que definitivamente cambio, y que desde la virtualidad la celebración del San Juan y el San Pedro no podía ser excepción.
Aunque la reactivación económica comienza a generar no solo actividad comercial, empresarial y social, lo que, sumado a las semanas de paro, aglomeraciones, taponamientos, vandalismo lo que gracias a ello se dio el crecimiento de las cifras de contagios y muertes en el país, mientras tanto aquí en el Huila seguimos celebrando el San Pedro.
Cuanto quisiéramos tener en nuestro departamento, en nuestras comunas, barrios, veredas y sitios turísticos y claro sin restricciones a todos los que por estas épocas nos visitan y hacen de las festividades una oportunidad económica, además momento para mostrar de que estamos hechos, lo que somos, lo que producimos, nuestros paisajes, folclor, gastronomía, las sanas costumbres, tradiciones culturales y familiares que nos hace distintos al resto del país y de lo cual nos sentimos orgullosos.
Hoy rotos los sueños de cientos de niñas y jovencitas que han querido ser reinas y claro, no desde la virtualidad sino de forma normal, tradicional, natural, para poder mostrar más cerca su belleza, sus trajes, además poder sentir el calor humano, la emoción de una comunidad que hoy carece de verdadera felicidad y espontaneidad, cuántas familias incompletas, cuantas ni siquiera se han podido reunir para el funeral de un ser querido y no lo harán para celebrar el San Juan o el San Pedro.
Que decir de aquellos que por años se alistaban, se reunían, ensayaban, diseñaban sus comparsas, las carrosas, sus presentaciones artísticas y culturales para salir a sentir el aplauso, el grito eufórico de quien estaba en la calle, en el desfile o en el evento donde no importaba la lluvia, el sol y las aglomeraciones.
Cuantos que por meses cuidaban de sus caballos para sacarlos, lucirlos en los desfiles y cabalgatas propias del festival, de ponerse la percha y portar los sombreros suaceño o de pindo que nuestros artesanos también por meses trabajaron para vender y que hoy se encuentran como tantos, entre ellos, el integrante de la papayera, el rajaleñero, el improvisador, el vendedor ambulante, el taxista, el de la venta de los insulsos, la oreja de perro, la lechona, el tamal e incluso las artesanas que fabrican y venden las ollas de preparar la chicha y el asado.
En donde quedará la euforia en la chiva rumbera las que se llenaban y movilizaban desde la empresa o municipio para acompañar a su candidata, que difícil saber que hoy el mundo no es como antes, pero que nosotros culturalmente no hemos cambiado, que además queremos seguir cultivando nuestra idiosincrasia, nuestras costumbres, poder abrazar y compartir con nuestros amigos y familiares y con el que llega, por que como dice una hermosa canción, en mi Huila no hay forasteros. Estoy seguro que vendrán tiempos mejores y mientas tanto cuidarnos y vacunarnos es lo mejor.