Por: Luis Alfonso Albarracín Palomino
Cuando empezamos el proceso lento para llegar a la inexorable vejez, y lo afirmo de esta forma, porque es el ciclo de la vida, a la cual nos debemos enfrentar sin reparo alguno. Cuando hemos cumplido los 60 años, muchos de nuestros hijos a la cual le dedicamos toda la edad productiva, empiezan a relegarnos de sus vidas rutinarias, que también vivimos en nuestra juventud. Inclusive cuando se empieza a sentir las dolamas, o como algunos humoristas lo comentan, hemos entrado a la edad del cóndor: con dolor aquí y con dolor allá. Por este motivo, debemos empezar a adaptarnos a la nueva realidad. Hay que desarrollar algunos hábitos que conduzcan a vivir plenamente esta nueva etapa de nuestra existencia. Considero que cuando tenemos la oportunidad de pensionarnos, no debemos retirarnos del todo de la vida productiva. Muchos nos recomiendan que nos vayamos a nuestras casas a descansar. Es el peor error que un ser humano puede cometer.
Debemos cambiar nuestros hábitos alimenticios, mantener una actividad física permanente, reírnos y reírnos, de todo lo que nos rodea, gozar el medio ambiente, mantener una interacción permanente con nuestros amigos, hablar de política, temas científicos, leer los libros y revistas que nos agraden, jugar con nuestros nietos si nos lo permiten nuestros hijos, viajar y gozar de una actividad social, tertuliar con grupos de amigos sobre temas académicos, culturales, sociales, políticos, guardando siempre el respeto por el pensamiento de los demás, hacernos chequeos médicos periódicos, hay que estar pendiente de nuestros niveles orgánicos, no discutir, ni pelear con las personas, más bien abandone las discusiones con personas tóxicas, que no nos convienen para el bienestar nuestro. Hay dejarlos que asuman dicho fanatismo y que más adelante la vida les dé la razón o no.
Igualmente utilicemos el principal antídoto contra el Alzheimer: lea, haga crucigramas, sudokus, acertijos, entre otros; en otras palabras, ejercite la mente. No se quede quieto. Tenga una mascota en su vivienda. Un perro o un gato, nos brinda las alegrías más grandes de nuestras vidas. Siempre están contentos, acompañándonos. El mío se llama Motas y es mi adoración con mi esposa Amparo. Cuando llegamos a la casa, nos recibe con mucha felicidad. Y no se diga cuando salimos a pasear con ellos. Es un éxtasis. Puedo seguir enumerando múltiples recomendaciones para nuestro proceso de envejecimiento. Voy a compartir un mensaje que estaba circulando en las redes sociales y que para mí, contribuye a reafirmar lo expresado anteriormente. Es un anónimo, pero es muy valioso. Son vitaminas para nuestra vejez. Transcribo textualmente algunos apartes de éste:
“Le pregunté a uno de mis amigos que ha cruzado los 60 años y se dirige a los 70, ¿Qué tipo de cambio está sintiendo? Y me envió las siguientes líneas muy interesantes que me gustaría compartir con todos ustedes:
- Después de amar a mis padres, mis hermanos, mi cónyuge, mis hijos, mis amigos, ahora he comenzado a amarme a mí mismo.
- Me acabo de dar cuenta que no soy «Atlas». El mundo no descansa sobre mis hombros.
- Ahora dejé de negociar con vendedores de frutas y verduras. Después de todo, unos pocos pesos no van a hacer un agujero en mi bolsillo, pero podrían ayudar al pobre hombre a ahorrar para las cuotas escolares de su hija.
- Dejé de decirles a los ancianos que ya han narrado esa historia muchas veces. Después de todo esa historia los hace caminar por el camino de su memoria y revivir el pasado.
- He aprendido a no corregir a las personas, hasta cuando sé que están equivocadas. Después de todo, la responsabilidad de que todos sean perfectos no está en mis manos. La paz es más preciosa que la perfección.
- Doy elogios libre y generosamente. Después de todo, mejora el estado de ánimo, no sólo para el receptor, sino también para mí.
- He aprendido a no molestarme por una mancha en mi ropa. Después de todo, la personalidad habla más que las apariencias.
- Me alejo de las personas que no me valoran. Después de todo puede que no sepan mi valía, pero yo sí.
- Estoy aprendiendo a no sentir vergüenza por mis emociones. Después de todo, son mis emociones las que me hacen humano.
- He aprendido a que es mejor dejar caer el ego que romper una relación. Después de todo mi ego me mantendrá distante, mientras que con las relaciones nunca estaré solo.
- He aprendido a vivir cada día como si fuera el último. Después de todo, sí podría ser el último.
- Estoy haciendo lo que me hace feliz. Después de todo, soy responsable de mi felicidad y me la debo.
- He aprendido a valorar a mis amigos, porque cada día los estoy perdiendo, no porque me enemiste con ellos, sino porque se me adelantaron a la vida eterna.
- Valoro todo lo que tengo, más de lo que anhelo, porque lo que tengo es mío: Mi vida, mi familia y mis amigos”.
Decidí enviar lo anterior debido a que me pregunté: ¿Por qué tenemos qué esperar tanto tiempo? y ¿Por qué no podemos practicar esto en cualquier etapa? No hay que estar viejo para buscar la felicidad.