Luis Humberto Tovar Trujillo
Si, por ineptos como dirigentes. El principio del paralelismo de las formas jurídicas, consiste en que un decreto puede ser reformado por otro decreto, una ley reformada por otra ley, un acto administrativo por otro acto administrativo, como quiera que en Derecho las «cosas se deshacen como se hacen».
Consecuente con esto, un filósofo del derecho, muy connotado, por cierto, desde luego, partiendo de este principio de que “en derecho las cosas se deshacen como se hacen”, concluyo en la expresión “de que, en veces hay que acudir a las vías de hecho para salvar el derecho”.
La historia reciente vivida, y aun vive, nuestra institucionalidad, desde año 2016, viene del ejercicio de las vías de hecho; engendradas, nacidas, y paridas por el uso de esas maniobras contra el derecho, cuando se sucedió el mayor, y peor atraco institucional conocido por las recientes generaciones.
No nos extrañemos quienes hemos sido respetuosos de las normas, y de la autoridad, que hemos entrado en un circulo vicioso, que permanentemente nos invita a esa forma de actuar, que ya se está volviendo regla.
Nos estamos volviendo, si es que hace rato no lo somos, los perfectos “idiotas latinoamericanos”, como titulara el escritor, alimentados por la “civilización del espectáculo” como lo llamara Vargas Llosa.
Triste realidad, poco exquisita, por cierto; tanta agua ha pasado por debajo del puente, y nuestra clase dirigente, si es que la hay, habiendo tenido la oportunidad de llevarnos nuevamente a la normalidad institucional, ya sea por mecanismos constitucionalmente establecidos, o sin ellos, precisamente acudiendo a las formas propias del paralelismo, como principio, o mediante las vías de hecho, como consecuencia de ese paralelismo jurídico.
Esos mal llamados dirigentes, ya se habituaron a vivir de la excepcionalidad, como mecanismo abortivo, para sobrevivir en la política, y de ella, no utilizando al pueblo para mejorar las instituciones, y de paso, la vida de los colombianos, sino acudiendo a la tortura que genera el hambre, y la miseria, y así, empoderarse del destino miserable de los pueblos.
Hemos llegado a tal punto de la degeneración en valores y principios, hasta comerle cuento al presidente tramoyista, que, ante un auditorio prácticamente vacío, fue a exponer un decálogo para «salvar» el planeta. Misión imposible.
Cada vez que abre la boca, empeora la situación del peso, y la economía colombiana. Es un irresponsable que, con una recesión económica en curso, se niega a darle tranquilidad a los inversionistas. Da la impresión de querer acabar con el país a propósito.
“Por qué no se calla”, como dijera el rey de España a Chavez en evento presidencial, ante tanto despropósito.