Por: Adriana Matiz
El país ya decidió, bien o mal sin importar si el elegido fue el candidato o no de nuestra preferencia, lo cierto es que ya todos los colombianos tenemos marcado cuál es el modelo político que determinará el camino hacia el cambio, por ese que habían votado los ciudadanos desde una primera vuelta presidencial.
Esa decisión se convirtió desde ese momento en el hecho más importante de las últimas jornadas electorales que en décadas ha vivido nuestro país, pues lo que no cabe duda es que ayer no se eligió entre propuestas que simplemente se referían a la posibilidad de llegar a la paz o a la virtualidad de continuar en la guerra. Esa discusión pareciera hoy antigua, pues lo que realmente le interesó al país fue un cambio económico y social que le permitiera salir de la deshonrosa posición de ser uno con la mayor desigualdad en el mundo. Sin embargo, como se trata de modelos y estrategias desconocidos aún, no es posible determinar qué tan radicales o moderadas puedan ser las nuevas políticas del país, pues nunca se dejó claro hasta donde podían y pensaban llegar los candidatos.
Las que considero que fuimos perdedoras en todo el camino de la presidencia, fuimos las mujeres.
La instrumentalización que se hizo de nuestra condición de género, por una y otra de las campañas aspirantes, fue grotesca descarada e insultante. De ella no se salvó ni siquiera la Virgen, máxima exponente de la feminidad en el culto católico. Terminaron llevándosela por delante además con las mujeres que descalificaron por prostitutas y de las cuales nadie hizo su defensa, porque pareciera que como en épocas pasadas, su condición de trabajadoras sexuales fuera motivo no sólo de desprecio sino de pérdida de derechos en nuestra sociedad, hasta el del respeto.
Qué decir del constante hostigamiento a quienes se presentaban también como posibles primeras damas. Fueron ellas blanco constante de ataques sólo para desprestigiar la poca o mucha capacidad de dominio de sus esposos sobre ellas, todo esto desde una posición puramente machista.
Lo triste es que a una de ellas se escuchó el mensaje más machista de toda la campaña, insinuó sin duda que las periodistas escalaban y accedían laboralmente a posiciones en la medida en que se convertían en parejas de los propietarios de los medios, con esto restó capacidad de profesionalismo a los cientos de mujeres que día a día se abren paso con esfuerzo propio en ese difícil sector.
Esperemos que todo lo que en el afán de lograr la victoria se desprestigió, minimizó y hasta se puso por el suelo, estemos en capacidad como sociedad de recomponerlo, pues de nada sirvió que un país luchara, se pronunciara y se decidiera por un cambio, si lo que se había con esfuerzo conseguido, fue de lo más golpeado y ultrajado en esta campaña.
Buena suerte al nuevo presidente y buena suerte al país que deberá unirse ya sea para apoyar su cambio o para defender lo que tenemos y hemos logrado.