Diario del Huila

Ya me tengo que ir- crónica

Ago 24, 2023

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Segunda parte

Por: Adonis Tupac Ramírez

Una semana después de la última consulta ya estábamos en cirugía. Hablé previamente con ella en la sala antes de la anestesia, estaba tranquila y me preguntó cuánto se tardaba la cirugía, le contesté que aproximadamente 5 horas.

Iniciamos la cirugía, en esta se realiza una incisión desde el borde inferior del esternón hasta debajo del ombligo por la línea media del abdomen, se abre el abdomen por sus capas, posteriormente se abre el peritoneo, que es la capa que cubre todos los órganos intraabdominales y se procede a localizar el estómago y valorar la cavidad. Con Amanda esto no fue posible realizar, al abrir el peritoneo toda su cavidad abdominal estaba llena de metástasis, todos los órganos estaban invadidos y esto imposibilita realizar una cirugía para extirpar el tumor y se considera prácticamente en un estado terminal. Este es un momento muy triste para todo el equipo quirúrgico y la sala entra en un silencio sepulcral donde ninguno habla y todos con la cabeza agachada asumen este dolor. No hay palabras para explicar esa sensación de impotencia y peor aún imaginar cuáles palabras se usarán después para no provocar tanto trauma en la paciente.

La cirugía duró menos de 1 hora y Amanda fue trasladada a recuperación. Media hora después pasé a hablar con ella y a contarle lo que habíamos encontrado. Le expliqué todos los hallazgos y la imposibilidad de realizar cualquier procedimiento quirúrgico. Además, le dije que solicitaríamos el concepto de oncología y radioterapia para valorar la posibilidad de tratamiento paliativo. Me respondió que ya sabía que las cosas no habían salido bien, le pregunté que como lo había sabido, miré el reloj y vi que solo había transcurrido menos de 2 horas y supe que algo estaba mal, me dijo.

Esa noche fue traslada a su habitación de hospitalización, al día siguiente comenzó a presentar hematemesis, que son vómitos con sangre, de forma abundante que la llevaron a un choque hemorrágico, produciendo caída de la presión arterial y riesgo inminente para su vida. Se transfundieron 3 unidades de glóbulos rojos y se logró estabilizar, ordené una endoscopia de forma urgente que fue realizada al día siguiente donde se encontró que el tumor había sangrado, pero no se identificó ningún sangrado activo o vaso sangrante que fuera susceptible de realizar escleroterapia (terapia que se usa para coagular los vasos que sangran). Al siguiente día de nuevo presentó sangrado digestivo y se necesitó de otra transfusión, esto sucedió por dos días más, cada día se transfundía.

Al 5 día postoperatorio visité a Amanda y encontré sangrado de forma abundante. Salí de la habitación lleno de rabia porque no habían conseguido más sangre, quería pelear con todo el mundo, pero no había más y en el banco de sangre de la ciudad tampoco. Regresé a la habitación, creo que hasta me jalaba los pelos de la cabeza por la desesperación de saber que si no había sangre Amanda moriría. Entré y salí muchas veces de su habitación. En un momento ella me llamó y me tomó del brazo, me miró fijamente, sus ojos mostraban tranquilidad y ternura, su palidez extrema contrastaba con el azul de las paredes de la habitación, me apretó el brazo y me habló con un tono de voz suave y dulce, no entendía cómo podía hacerlo en ese momento. Me dijo: doctor, esté tranquilo, no se desespere, usted ya ha hecho todo lo que tenía y debía hacer, y yo estoy muy agradecida por eso, no me ponga más sangre que es inútil, yo ya estoy preparada para irme, ya llegó mi momento. Esas palabras cayeron como un balde de agua fría y me sumieron en una calma triste. Me quedé a su lado, la tomé de la mano y la vi partir de la forma más tranquila y en una paz inmensa.

Salí de la habitación y me fui a la calle, no quería hablar con nadie, esa mañana el día era tremendamente hermoso, con un clima y un sol tenue que embellecía la ciudad. Lloré mientras caminaba y fumaba un cigarrillo. Ese día así de hermoso en Neiva comprendí que fue el regalo de despedida para Amanda, ella merecía irse de esa forma.

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