Tras los enfrentamientos y el secuestro al que fueron sometidos 78 uniformados de la Policía, en San Vicente del Caguán, dos de los uniformados narraron los momentos angustiosos que vivieron. Denuncian que se les violaron los derechos humanos. Además, pidieron al Gobierno Nacional cumplirles a los ciudadanos con lo que les prometen.
DIARIO DEL HUILA, ESPECIALES
Albeiro Carvajal, patrullero que recuperó su libertad, contó el calvario que pasó en las más de 30 horas que estuvo retenido por los campesinos
El pasado 2 de marzo se vivió una crisis de orden público en San Vicente del Caguán por un paro campesino que terminó en combates con la Policía Nacional. Esos enfrentamientos fueron de tal magnitud que las autoridades se vieron totalmente acorraladas por los integrantes de este movimiento y decidieron rendirse. Estas personas decidieron secuestrar a más de 80 uniformados y un grupo de personas civiles que hacen parte de una empresa petrolera.
Albeiro Carvajal, patrullero de la Policía Nacional, hizo parte del grupo de uniformados retenidos y, un día después del secuestro, el Gobierno Nacional logró la liberación de él y de todas las personas privadas de su libertad; sin embargo, por más de 30 horas estuvieron en poder de los campesinos y vivieron momentos bastante complejos.
Enfrentamientos
Carvajal contó detalles de cómo fueron los enfrentamientos y por qué terminaron secuestrados: “Pasaron las horas y todo iba creciendo, se solicitó apoyo porque nos estaba sobrepasando la situación y hacía las 6:30 de la mañana ya nos habían secuestrado a un compañero. Nos estaban atacando desde todos los puntos cardinales, eran muchos campesinos y a nosotros nos tocaba retroceder. Para las 8:00 de la mañana ya contábamos con el compañero fallecido, nos tuvimos que reunir y salvaguardar nuestras vidas”.
Fue ahí cuando decidieron rendirse y fue ahí donde la guardia campesina los retuvo por más de 30 horas, pero en unas condiciones deplorables, tal y como lo cuenta el patrullero en la emisora: “Nos quitaron todas las cosas: celulares, billetera, reloj. Nos pasearon por un caserío como si fuéramos un trofeo; como si fuéramos animales. Nos tiraron al piso y estuvimos hasta las 4:30 de la tarde; dijeron que nos iban a picar y que nos iban a tirar al río”.
Por su parte, Juan Ávila, uno de los policías que estuvo secuestrado y que recuperó su libertad, indicó que, “fueron momentos tensos, de esperanza tal vez y de oraciones. No teníamos comunicación de ningún tipo, nos han despojado de todas las cosas, solo hablábamos entre nosotros mismos”, comentó el uniformado.
Trataron de salvarlo
Además, dio detalles de lo que pasó con su compañero que murió presuntamente a manos de los campesinos que secuestraron a policías y civiles. Ávila le prestó los primeros auxilios, pero no pudo salvarle la vida.
Estábamos ahí con un enfermero capacitado para este tipo de situaciones, le estábamos protegiendo la vida, pero no fue posible porque la magnitud de la confrontación de estas personas no nos lo permitió. Ellos llegaron con machetes, con gasolina, bombas incendiarias, escuchábamos también detonaciones alrededor nuestro y la fuerza con la que ellos arremetían contra nosotros. Ya lo habían lesionado gravemente y no lo pudimos estabilizar”, expresó.
El uniformado recordó además que, “Eran casi las 7 cuando cogieron a Ricardo Monroy. Yo no estaba ahí, estaba replegado en otra parte con mis compañeros, pero lo que me contaron los que estuvieron ahí es que lo cogieron y se lo llevaron arrastrado y le iban quitando las cosas mientras lo apuñalaban. No iban con el ánimo de protestar, iban a matarnos. El enfermero nos contó que perdió mucha sangre por las heridas”.
Finalmente, el policía contó secretos de cuáles fueron las sensaciones de él y sus compañeros cuando se enteraron de que iban a ser liberados: “Fue una noticia muy alentadora porque hasta cierto punto no sabíamos que iban a hacer con nosotros, no sabíamos para dónde nos llevaban. Se escuchaba de todo, intensiones de afectar la vida de todos los que estábamos allí, pero también había personas que eran conscientes y defendían nuestra condición de seres humanos, abogaban por nosotros y en primera mano nos prestaron algún tipo de ayuda con alimentos y medicinas”.
Ricardo Arley Monroy Prieto, que se desempeñaba como comandante de escuadra en el dispositivo especializado de intervención del Esmad.
Secuestro
Para Albeiro Carvajal Ramos, patrullero de la policía, señaló que, “Ellos se identificaron como guardia campesina, pero yo soy campesino y un verdadero campesino no le hace daño a nadie. Mi familia es campesina y están equivocados quienes hacen estas cosas diciendo que necesitan al Gobierno, es el Gobierno el que necesita al campesino.
“Nos quitaron todo, hasta la ropa. El Ministerio Público nos ayudó a que no nos hicieran eso, intervinieron y permitieron que no nos quitaran la ropa. Nos reunieron en un sitio, nos pusieron bajo el sol un rato largo y finalmente nos subieron a un camión. Muchos compañeros estaban deshidratados, algunos vomitaban y aun así los subieron. Nos llevaban como animales, ahí también llevaban a nuestro compañero fallecido. En el camino recogieron a los otros que estaban retenidos. Estaban bastante estropeados. No sabíamos nada, no sabíamos si nos iban a matar. Durante un buen tiempo nos dieron vueltas por el caserío hasta que finalmente nos llevaron a un salón comunal. Al llegar, nos hicieron quitar las botas y nos dejaron ahí unas cinco horas”, señaló.
“A las 4 de la tarde llegó un camión y nos volvieron a subir. No podíamos decir nada, solo teníamos que sentarnos y nos ordenaron que hiciéramos caso. Ya iban a arrancar cuando llegó la información de que el Ejército había acordonado la zona y no podía entrar ni salir nadie. Nos volvieron a bajar y nos encerraron, encadenaron las puertas, Antes de entrar nos dieron unos baldes para hacer nuestras necesidades ahí, delante de todos. Con los compañeros nos mirábamos, pero nadie decía nada. No teníamos palabras porque cuando decíamos algo, ellos nos mandaban a callar”.
El uniformado recordó, además, “Amaneció. Lo primero que hicimos el segundo día fue solicitarles nuestros celulares para poder hablar con nuestras familias, pero no nos entregaban los celulares, nos mentían. Estuvimos casi todo el día sin comida hasta que apareció la Defensoría, ahí nos llevaron algo de comer, de beber, pero nadie nos hablaba de liberación. Pasó todo el día. A las 4:30 se reunieron de nuevo, vimos llegar unos camiones, pero no nos decían nada. Nos reunieron, nos tomaron unos datos y luego nos anunciaron que quedábamos a disposición de la Defensoría del Pueblo. Seguían sin hablar de liberación”.
“Cuando estábamos en el aeropuerto nos encontramos con personal del gabinete presidencial, ahí nos prestaron sus celulares para hablar con nuestras familias. Llorábamos. Teníamos muchos sentimientos encontrados. Llamé a mi esposa y lo primero que hice fue preguntar por mi niña. Heidy (su esposa) estaba desde las 10 de la mañana en el aeropuerto. Cuando al fin llegamos a Neiva me quebré totalmente, llorando de la felicidad. Es como volver a nacer. Volver y ver a mi esposa fue lo mejor. Esa noche pude descansar bien, la primera, pero el sábado me costó un poco más, soñé muchas cosas porque pensaba en mis padres, en mi familia, sigo luchando por el futuro de mi hija, por darle una educación en un país donde la situación se complica cada día más”.