Por: GERARDO ALDANA GARCÍA
No hay día que la paz del país no sea atormentada por el pérfido fantasma de la inseguridad; ese que tiene la capacidad de materializarse con claridad meridiana para visibilizarse en muertes, extorsiones, atentados al comercio, muerte a líderes, abuso de niños, etc. Parodiando a José Eustasio Rivera, diré: ¿qué hado maldito se apoderó de este país que se traga una a una las esperanzas de sus hijos y se place de llenar de miedo y terror a mujeres y hombres, niños y jóvenes?, y claro, muchos en defensa de la fallida política de Paz Total dirán que no debe haber asombro frente a la barbarie dado que Colombia la vive desde décadas del siglo XX hasta nuestros días; una reflexión de este tenor no puede ser la justificación para impedir que una nación honre desde el gobierno que la administra, los principios de sana convivencia, como una meta a la que cada connacional tiene derecho. Es muy dura la situación que vive el pueblo colombiano; de hecho, la más reciente encuesta publicada por Invamer expresa que, el 68% de los colombianos consideran que la seguridad del país va por un camino equivocado. Así mismo, la aprobación del Presidente apenas se sostiene en un 35,7%, lo que inexorablemente lleva a correlacionar las dos variables estudiadas por la encuestadora y validar la credibilidad de esta.
Por ahora Colombia es un país que luce bello por sus matices de diversidad cultural y natural; y, sin embargo, como el tan comentado cuento de El Retrato de Dorian Gray, por dentro está enfermo, lleno de excesos que poco a poco afean la imagen ante el espejo de mundo en el que se mira. No obstante, llama profundamente la atención la forma como el pueblo, empresarios y algunos que otros políticos serios, hacen sus mejores esfuerzos por mantenerse vivos y con ello al país. Si, familias enteras que madrugan a trabajar, a ganarse el pan de cada día, a empujar las empresas, otros como administradores del Estado a invertir de la mejor forma los recursos públicos. Es un acto de fe en que el país puede cambiar y muchos cuentan los días hasta mayo y luego hasta agosto del 2026 cuando se elegirá y posesione el nuevo presidente. Los políticos de diversos partidos están haciendo sus ejercicios de precandidatos, con la esperanza de salir victorioso alguno de ellos, no solo en la consulta dentro del partido sino que luego, en una gesta nacional se logre elegir un solo candidato con el apoyo de liberales, conservadores, Cambio Radical, partidos de centro derecha y algunos minoritarios, tal vez de origen religioso, entre otros, en procura de enfrentar la propuesta de la izquierda colombiana que hoy por hoy tiene en el Pacto Histórico su mayor esperanza de mantenerse en el poder, obviamente con todo el lastre de la impopularidad que enfrenta el gobierno de Petro.
Y esta forma resiliente de comportarse los colombianos es algo de admirar y celebrar. La adversidad no puede ser mayor a los intereses genuinos de la sociedad por vivir en armonía, con justicia social y pujanza económica, con respeto y sostenibilidad del medio ambiente. Recuerdo cómo Oscar Wilde en su cuento El Fantasma de Canterville, relata que, la familia Otis que comprara la propiedad de Canterville Chase en una campiña inglesa, adquirió el inmueble con un fantasma incluido en su inventario. Si, el fantasma que llevaba por nombre Canterville tenía todo un prontuario de delitos a lo largo de decenas de años, que incluía la muerte de su propia esposa. El temible y aterrorizador ser, que se creía dueño de la propiedad, venía desde su mundo de los muertos, se materializaba y atormentaba a unos y otros propietarios y huéspedes que en vano intentaron permanecer y disfrutar de la enorme propiedad, pues era idóneo para llevar a la muerte a hombres y mujeres, mientras que a otros los volvía locos, infelices. El caso es que Mr. Otis y su esposa y sus tres hijos, se aperciben de la situación y, lejos de mostrar miedo ante la amenaza del fantasma, lo enfrentan con decisión y seguridad; tanto que llegará el momento en que el propio perturbador termina clamando ayuda a la familia Canterville, la que llevará al fantasma a su último y definitivo entierro y morada en el cementerio, con lo cual desaparece para siempre el miedo engendrado por la infausta criatura.
Así las cosas, el pueblo colombiano debe seguir aguantando, no rendirse; seguramente siga aplicando el postulado de Nietzsche cuando dice: Todo aquello que no te mata, te hace más fuerte.