DIARIO DEL HUILA, INFORME
Por: Rolando Monje Gómez
Fotografías: José Rodrigo Montalvo
Los meses de confinamiento por cuenta de la pandemia obligó a las personas a cambiar su régimen alimenticio, hoy que las puertas ya se abrieron, la comida ‘chatarra’ de ha convertido en uno de los platos favoritos conllevando a múltiples afectaciones nutricionales que conllevan a otras enfermedades.
La pandemia del covid-19 generó una grave situación de inseguridad alimentaria en millones de colombianos, lo que conllevó a otro gran problema y es que el encierro por la cuarentena obligó a las personas a consumir menos alimentos frescos y si más comida chatarra.
Recientemente, la FAO (Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura), presentó un informe que mostraba aquellos países que tenían riesgo de hambre aguda en el planeta, entre los que se encontraba Colombia, desatando gran controversia y que llevó a la FAO a admitir el error. Sin embargo, más allá de la polémica, un asunto muy inquietante ha saltado sobre la mesa un problema que creció con la pandemia del covid-19: la inseguridad alimentaria.
La Asociación de Bancos de Alimentos de Colombia (Abaco) indica que en este momento hay 15,9 millones de colombianos que solo consumen dos o menos comidas al día, otros cinco millones sufren o sufrieron de desnutrición crónica. El 54,2 % de quienes habitan el país viven en inseguridad alimentaria.
Al obligar a las personas a confinarse se generó que muchos compradores se abastecieran de productos no perecederos como enlatados y paquetes y se redujo el consumo de alimentos frescos. El consumir prolongadamente estos productos conllevan al aumento de peso y a una mayor probabilidad de tener enfermedades crónicas no transmisibles (ENT), que, en el caso colombiano, genera la mayor parte de las muertes por enfermedades cardiovasculares, diabetes y cáncer, que según la OMS en el mundo son culpables del 68 % de los fallecimientos anuales.
Según el más reciente reporte del Instituto Nacional de Salud, INS, durante 2021 se notificaron 603 brotes de Enfermedades Trasmitidas por Alimentos (ETA) con 6 883 casos involucrados, En promedio se notificaron 12 brotes semanales; se registró un incremento del 24,5 % en la notificación de brotes con respecto al 2020 (483 brotes); siendo este comportamiento explicado por el regreso a la normalidad en restaurantes, ventas ambulantes, eventos masivos, entre otras actividades. Sin embargo, esto representó 40,3 % menos brotes que en el año 2019, relacionado posiblemente con las restricciones implementadas por la pandemia de Covid-19.
El 86,4 % de las entidades territoriales reportaron uno o más brotes durante el 2021, ocho de las entidades territoriales estuvieron por encima de los 27 brotes, el 50% de los brotes se presentaron en seis entidades territoriales y el mayor número de brotes fue notificado por el Valle del Cauca, como también en Antioquia, Atlántico, Norte de Santander y Huila.
Del total de casos registrados el 50,8% corresponde al sexo femenino, el grupo de edad más afectado fue el de 20-49 años, seguido el de 10-19 años con 4.250 y 1.011 casos respectivamente. Con relación a los principales lugares de consumo o manipulación de alimentos, el 55,6% de los brotes ocurrió en el hogar, el 17,6% en restaurantes. El mayor número de casos se presentó por consumo de alimentos en centros carcelarios y penitenciarios y en el hogar con 28,8% y 25% respectivamente.
En el 67% de los brotes (402) se recolectó algún tipo de muestra, con identificación en el 37% de uno o más agentes etiológicos; Escherichia coli, Staphylococus aureus, Coliformes fecales y coliformes totales fueron los agentes etiológicos identificados en mayor proporción.
Brotes con criterio de notificación inmediata
Durante 2021 se reportaron 191 brotes, con criterios de notificación inmediata en 27 entidades territoriales, con 3.762 casos involucrados, siendo Valle del Cauca y Antioquia quienes aportaron el mayor número de brotes. Los restaurantes fueron el lugar donde más se presentaron, seguido de instituciones educativas, la población privada de la libertad y miembros de las FF.MM., mientras que el mayor número de casos se presentó en los brotes de población privada de la libertad y restaurantes (se incluyen los domicilios).
El tiempo prolongado entre la preparación de los alimentos y el consumo, fallas en la cadena de frío, menaje de cocina en mal estado, mala disposición de residuos sólidos, fallas en el almacenamiento de materias primas y producto terminado, fueron los factores de riesgo identificados en mayor proporción en los brotes notificados.
Mortalidad en menores de 5 años
Durante la cuarta semana de enero se notificaron 21 muertes en menores de cinco años, 13 de ellas probablemente asociadas a infección respiratoria aguda, seis a desnutrición y dos a enfermedad diarreica aguda. Durante este periodo se observó un aumento en el número de casos en Caquetá, Casanare, Guainía, La Guajira, Huila y Santa Marta en comparación con el histórico notificado en la misma semana de 2014 a 2021. En las entidades territoriales restantes no se observaron variaciones.
Seis de las muertes notificadas probablemente están asociadas a desnutrición en menores de cinco años, tres correspondieron a la cuarta semana del año y las restantes a semanas anteriores. Para la misma semana epidemiológica de 2021 se habían notificado 10 casos, observando un aumento en las entidades territoriales de Barranquilla, Bogotá, Cali, Casanare, Cundinamarca, Huila, Nariño, Putumayo, Santa Marta y Vichada en comparación con el histórico correspondiente periodos entre 2014 a 2021.
También durante la cuarta semana de enero se notificaron dos muertes asociadas a enfermedad diarreica aguda en menores de cinco años, una correspondiente a esta semana y otra de una semana anterior. Para la misma semana epidemiológica de 2021 se habían notificado ocho casos. Para esta semana se observó un aumento en el número de casos en las entidades territoriales de Arauca, Cauca, Chocó, La Guajira, Magdalena y Vaupés.
El aislamiento, sin contacto con la sociedad, generó otro problema muy ligado a la manera en que comemos por lo que se presentó más ansiedad, estrés y desesperanza y eso es grave porque para lidiar con esos problemas los humanos recurrimos a alimentos que encontramos “reconfortantes” y que son de un sabor muy agradable y en ese grupo está la comida alta en grasas, azúcar, sal y carbohidratos o más exactamente la comida “chatarra”.
Estos efectos, aunque diversas investigaciones están tratando de entender con más detalle, solo se notarán dentro de muchos años y si no se toman medidas para revertirlos, los sistemas de salud, ya saturados y en constantes aprietos financieros, tendrán una carga más con la que deberán lidiar. Entre otras cosas, recomiendan regular quienes manejan las plataformas de domicilios (que también crecieron en estos años de encierro) para que les presenten información nutricional clara a los consumidores sobre lo que están pidiendo a casa. En muchas ocasiones se trata de comida alta en grasas, sodio y azúcares.
La reducción de la actividad física tuvo un impacto inmediato observado en todo el mundo, aunque los comportamientos dietéticos difieren entre las diferentes poblaciones, las medidas restrictivas impactaron completamente el estilo de vida al reducir tantos movimientos como sea posible.
Finalmente, aunque en el caso colombiano no hay datos muy robustos que muestren qué sucedió con los patrones alimenticios, es claro, que si no se da una respuesta socialmente adecuada a través del Estado, se pueden incrementar las prevalencias de formas de malnutrición, como la desnutrición aguda, la desnutrición crónica y el déficit de micronutrientes.