Es repudiable desde todo punto de vista el vil asesinato del niño Dilan Santiago Castro, un bebé de solo dos años, hecho ocurrido en la vereda Curubital en zona rural de Usme, al sur de Bogotá, quien había desaparecido 4 días antes, cuando hallaron su cadáver el pasado 10 de febrero. Hija de un hogar humilde campesinos, nos obliga a repensar sobre el nivel de responsabilidad que deben tener los padres cuando traen a un ser a este mundo. Las autoridades están investigando de fondo, como ocurrieron los hechos y capturar a las personas responsables de este execrable crimen. Su cadáver fue encontraba por un trabajador de la misma finca donde laboraba su madre Derly, La pregunta que nos hacemos es ¿cómo un bebé de dos años termina a tal distancia? Hubo manos criminales. Su padre Marlon Castro, había terminado su relación conyugal recientemente. Medicina Legal, determinó que el menor falleció por asfixia mecánica. Se descartó que hubiera sido víctima de abuso sexual.
Como es la tradición de la sociedad moderna, debemos cuidar permanentemente a los menores de edad. Recordemos que, los menores de edad todavía no han entrado en uso de la razón, por lo tanto, debemos mantenerlos vigilados y controlados, porque ellos carecen del principio de la conservación. Algunos expertos en niñez consideran que los infantes son como los vehículos, hay que saberlos conducir por los caminos correctos y evitar que se tropiecen en la vía.
A ellos, hay que cogerlos de la mano, orientarlos y conducirlos por los senderos que les permitan llegar a la edad adulta con una formación integral en principios, valores y con suficientes capacidades físicas, morales y cognitivas, con el fin de que asuman responsabilidades y los roles que le depara la vida adulta. Siempre deben salir acompañados de un adulto, para prevenir cualquier afectación a su integridad física. Existe un alto nivel de impunidad en los estrados judiciales para castigar a estos infames culpables. Pero esto no puede suceder. La justicia debe aclarar este crimen y sentenciar a la persona culpable.
Lo que de ninguna manera puede pasar es que, por persistir en la investigación, las acciones se posterguen para fortuna de los victimarios y desgracia de las víctimas. Nuestros niños merecen que les demostremos que no seremos inferiores al enorme tamaño de este desafío.
Este país, esta sociedad, las autoridades todas, los medios, claro está, tenemos la obligación moral, humana y constitucional de cuidar bien a los niños, de protegerlos de las manos criminales. Debemos crear todos los entornos seguros posibles, además de las condiciones sociales adecuadas. Esta situación seguramente dejará un entorno más riesgoso para ellos. De manera que el reto es enorme, pero inaplazable. Un pueblo que no es capaz de proteger a los menores, no logrará nunca tener paz ni sosiego.
