Diario del Huila

Clientela: una mala madre

Feb 7, 2022

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Qué más no quiere un empresario que tener bajo su captura y dominio, una clientela grande de compradores en quienes haga circular su oferta de productos o servicios, logrando las mejores utilidades. Este tipo de clientela es tratada con método y estrategia por los dueños de los negocios, dado que es la razón de su supervivencia y éxito en el mercado.  En el contexto del marketing moderno, como en el de ayer, siempre en el marco de la economía de mercado dentro de un sistema capitalista, tiene plena aceptación y pertinencia el mantener y acrecer el cúmulo de clientes, de compradores. Pero existe también la clientela en el mundo de relaciones entre el Estado y el Ciudadano. Se trata de una relación cuyo administrador y controlador es el gobierno que, en virtud de su autonomía coercitiva y detentadora del poder, puede definir sus propias políticas de desarrollo, se supone siempre pensando en el bienestar de la comunidad.

Y es que el gobierno en países latino americanos y de forma especial Venezuela o Colombia, el tratamiento de la clientela pasa por un esquema nocivo conocido regularmente como clientelismo. Bajo el subterfugio de impulsar acciones de apoyo a la comunidad, los gobiernos sacan una serie de auxilios y subsidios destinados a reducir la pobreza y el desequilibrio socio económico de los gobernados. En entonces cuando echa mano a los recursos públicos obtenidos por la vía de impuestos y utilidades de empresas estatales y los recoloca en los individuos. Hasta aquí no hay nada malo. El problema llega cuando los intereses, especialmente de gamonales políticos, influyen las decisiones de inversión y gasto del erario, focalizando enormes caudales de recursos a título gratuito, que llegan a conglomerados sociales inactivos laboralmente, aislados de dinámicas productivas y lo más grave, desinteresados en explorar alternativas de trabajo o emprendimientos, toda vez que el asistencialismo estatal a través del gobierno, les tira unas migajas de las cuales aprendieron a medio subsistir, al tiempo que claudican sus anhelos de crecimiento y desarrollo. Entonces los seudo políticos que son motor de este tipo de apoyos del Estado, aprovechan el flujo de los recursos públicos para hipnotizar a electores miopes que siguen ciegamente sus órdenes de votar por tal candidato, toda vez que, de no hacerlo, el subsidio no volverá a llegar.

Debo decir que no es malo que el Estado llegue con apoyos a los menos favorecidos; de hecho, las políticas de mayor peso en lo económico de países como Colombia, privilegian a los más ricos en tratamiento de impuestos, estímulos a la inversión, importación o exportación, explotación de recursos naturales y financieros, etc, luego entonces por qué no subsidiar a los más pobres.  El tema es que la forma descrita de como se viene haciendo ha generado desde hace cerca de veinte años, un espiral que crece de forma inversa en cuanto al desarrollo del país. Tener una población, por cierto, damnificada del conflicto, hacinada en ciudades, recibiendo unos tímidos subsidios del Estado, es sumirla en la impotencia y la inutilidad. El tratamiento del problema es tan complicado que incluso ha generado una cultura de ocio y holgazanería en donde las madres solteras ven cada día que la mejor opción para su familia es seguir teniendo más niños para que un subsidio adicional llegue a casa, así su progenie esté destinada a vivir en la pobreza, lejos de la dignidad humana que cada uno merece.

Estos apoyos deberían llegar a la comunidad más pobre mediante instrumentos como los créditos de tasa compensada con mecanismos de garantías que le permitan su acceso al recurso, con los cuales se incentive la creación de micro o pequeños negocios. Un ejemplo claro de ello es la reciente colocación de más de 11.000 mil millones de pesos en 1.400 mujeres y jóvenes rurales, derivados de la alianza Departamento del Huila – Finagro, en donde los beneficiarios no pagan un peso de interés y en cambio invierten en proyectos productivos que les permiten devolver al sistema solamente el capital que les fue prestado. Esto es efectivamente una forma de dar oportunidad a los menos favorecidos al tiempo que se quiebra el espinazo al desempleo, se genera riqueza, se acrece el PIB de la región y las personas elevan verdaderamente su nivel de vida.

 

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