EL RINCÓN DE DIANA
Por: Diana Montes
Otra vez la violencia contra la mujer vuelve a azotar nuestro departamento: en esta ocasión, la víctima fue la Ingeniera Katherine Caviedes, quien fue asesinada a sangre fría por su expareja, mientras se encontraba compartiendo con su novio. El asesino fue un exmilitar, quien la siguió hasta un parqueadero y allí cometió el horrible crimen, en compañía de otras personas que igualmente huyeron del lugar.
¿Es acaso muy difícil comprender que la vida de las mujeres no puede estar sujeta a los arranques de ira y celos de nuestras parejas y exparejas? Estoy segura de que toda persona razonable estará de acuerdo con esa afirmación, que es un mínimo ético para la sana convivencia en sociedad. Tanta violencia, tanta sevicia y tanta maldad en un solo acto no debe quedar en la impunidad, que es donde terminan la mayoría de crímenes en este país.
Sin embargo, este hecho atroz no surge de la nada, ni se da en el aire: es la consecuencia de toda una serie de conductas normalizadas que constituyen una estructura de violencia de género contra las mujeres, que podemos y debemos desarticular con nuestras acciones cotidianas. Por ejemplo, si empezamos a ver a las mujeres como seres humanos con dignidad (es decir: como un fin en sí mismo y no como un medio para un fin), es necesario rechazar desde el acoso callejero hacia las mujeres, pasando por ciertas ideas instaladas sobre el rol de la mujer en la sociedad (donde se nos ve como incubadoras o empleadas de servicio) hasta la violencia física, que en la mayoría de ocasiones proviene de amigos, parejas y familiares.
Claro que necesitamos una institucionalidad más sólida que sea capaz de combatir esta clase de delitos que van dirigidos contra las mujeres. Pero también requerimos un cambio cultural urgente, para que las violencias que cimientan crímenes atroces dejen de ser aceptadas como normales. ¡JUSTICIA PARA KATHERINE!
