Ernesto Cardoso Camacho
A medida que se acerca la fecha del 29 cuando deberá cumplirse la primera vuelta electoral presidencial, es evidente y preocupante como están escalando las tensiones de la campaña, principalmente entre los dos grandes favoritos Fico y Petro.
Ya no es solamente la llamada campaña negra donde se cruzan diversos mensajes agresivos y provocadores especialmente a través de las redes sociales, sino también en las estrategias que desarrollan los propios candidatos en sus presentaciones públicas y en los grandes medios de comunicación, aconsejadas por sus asesores que buscan causar el mayor impacto en la opinión ciudadana.
Lo que se observa es un triste espectáculo que bien retrata el enorme desgaste institucional que padece la democracia colombiana. La ausencia notable de credibilidad y confianza en los diversos actores de la política, le ha abierto un espacio de crecimiento en la intención de voto a Hernández quien sin embargo sigue registrando unas cifras que no le alcanzarán para obtener el tiquete a segunda vuelta, quizás porque su discurso político, siendo atractivo, se ha quedado en la monotemática de combatir a los corruptos, elemento que sin duda es atractivo pero que no ofrece las soluciones que reclama la inmensa mayoría de la población.
Por otra parte, es hasta cierto punto inexplicable el permanente estancamiento que reflejan las cifras de Fajardo quien no logra sintonizar su mensaje de esperanza representando una tendencia ideológica de centro. Al parecer, precisamente por la intensa polarización ideológica promovida por la campaña petrista, su mensaje ha quedado atrapado en esa dura batalla ideológica entre izquierda radical y centro derecha. La reciente confesión de la senadora electa del Pacto Histórico que reveló el oscuro propósito de “acabar a Fajardo y luego seguir con Fico” muestra que lo han logrado con respecto a Fajardo. Y ya estamos viendo lo que pretenden hacer con Fico.
La suspensión de los alcaldes de Medellín e Ibagué adoptada por la Procuraduría nos está vislumbrando que, tal como lo hizo Petro en su momento, la estrategia es mostrarse como las víctimas del establecimiento que los persigue justo por representar el cambio que busca desplazar del poder a quienes han dirigido ese establecimiento, único causante de todos los males que padecemos los colombianos. Para ello, se volcarán a las calles y plazas públicas para agitar el descontento no solamente por tal persecución, sino también para amedrentar a quienes no comparten sus propuestas.
El propósito electoral que buscan con tal estrategia es precisamente ganar en primera vuelta porque tienen el fundado temor de que, en la segunda de junio, habrá un voto reflexivo y responsable de la inmensa mayoría silenciosa de colombianos que no quieren un salto al vacío con Petro. La polémica frase de la estrategia “del cambio en primera” explica bien dicho propósito.
En estas circunstancias del debate, es evidente que debemos prepararnos para observar y padecer un escalamiento agresivo de las tensiones políticas que por desgracia nos podrían conducir a hechos de violencia que serían insensatos. Esa invitación reiterada del candidato Petro al “perdón social”, a “la paz integral”, a invitar a los paramilitares para que encabezados por Uribe se sumen a su causa redentora, constituyen mensajes provocadores que inevitablemente despertarán sus propias reacciones.
En este contexto, la enorme desconfianza que ha generado en la opinión el descalabro de la Registraduría con el debate de marzo, ahora que se están conociendo claras evidencias del fraude que favoreció al Pacto Histórico, podría llegar a ser una chispa que acreciente las tensiones y nos conduzca, Dios no lo quiera, a revivir y padecer hechos violentos que deben quedar para siempre en el pasado.
