La escasez de medicamentos llegó en Colombia a un punto crítico: hoy, en las droguerías no se consiguen fármacos para tratar enfermedades como VIH, arritmia, diabetes y epilepsia. Testimonios de dolor.
DIARIO DEL HUILA, SALUD
En medio de una de las crisis más agudas que haya vivido el sistema de salud colombiano, el Instituto Nacional de Vigilancia de Medicamentos y Alimentos (Invima) presentó un listado de 12 medicinas esenciales que están en riesgo de dejar de llegar a las droguerías del país.
En la lista, elaborada con corte al primero de marzo de este año, aparecen otros 25 fármacos que se encuentran desabastecidos. Todos son indispensables, como es el caso de la insulina o del paracetamol, conocido como acetaminofén.
Pero esa es solo una parte de la historia. El listado sería más grande, ya que, según informó la Asociación Colombiana de Psiquiatría (ACP), se están acabando de forma acelerada los inventarios de los tratamientos de enfermedades de salud mental. Una de las firmas encargadas de la distribución de medicamentos para usuarios de las EPS, Cruz Verde, socializó esta misma semana un listado con cerca de 70 medicamentos que registran algún tipo de novedad.
Esta situación obedece a tres razones principales: por un lado, existe una baja disponibilidad; por otro, hace por lo menos 30 días que no se distribuyen o los laboratorios llevan más de un mes sin comercializarlos. Algunos de esos medicamentos que presentan novedad –es decir, que están escasos o no disponibles– son xanax 0,75 mg, clozapina 25 mg, fluoxetina 20 mg, escitalopram 10 mg, quetiapina 25 mg y 100 mg y dulokem 30 mg.
Lo preocupante para millones de pacientes en el país es que no se trata de medicamentos especializados. Dentro de la lista está la albúmina, que se usa para recuperar el volumen sanguíneo; o el amoxicil, utilizado para tratar ciertas infecciones causadas por bacterias como neumonía, bronquitis e infecciones de los oídos, la nariz, la garganta, las vías urinarias y la piel.
Está también la amoxicilina/clavulonato suspensión oral, antibiótico para tratar infecciones del tracto respiratorio superior, en casos de sinusitis, otitis y amigdalitis recurrente. Aparece el atenolol, un antihipertensivo para tratar además arritmias cardiacas. La lamivudina, un antirretroviral usado por pacientes con VIH y la fenitoína, que se usa cuando se requiere controlar cierto tipo de convulsiones en personas con epilepsia y para tratar y prevenir las convulsiones que pueden empezar durante o después de la cirugía de cerebro o del sistema nervioso.
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Estos mismos pacientes epilépticos sufren también por la escasez de clobazam, indispensable para controlar convulsiones en adultos y niños mayores de dos años con síndrome de Lennox-Gastaut. También está en riesgo de no llegar más a las droguerías la inmunoglobulina humana, usada en pacientes con defensas bajas.
De la lista forman parte además dos de los medicamentos más usados por los colombianos: por un lado, el acetaminofén, en su versión de solución oral, un popular analgésico y antipirético al que recurren millones de personas para tratar el dolor y la fiebre; y la insulina: indispensable en el tratamiento de personas con diabetes, una enfermedad que, según la Cuenta de Alto Costo, está diagnosticada en cerca de dos millones de personas en el país.
Detrás de este drama están miles de pacientes para quienes la falta de estos medicamentos ya es un asunto de vida o muerte.
“Mi hijo puede morir”
Al otro lado de la línea, la voz de María Teresa Tejada se oye angustiada. Su hijo, Santiago, diagnosticado con epilepsia desde hace dos décadas, convulsionó poco antes de recibir la llamada de un periodista nacional. “Ahora mismo está dormido, por eso podemos conversar”, dice esta madre de familia de 64 años, que vive sola, en Pereira, con el menor de sus hijos, un joven de 1,90 metros de estatura y 130 kilos que, con solo 8 años, después de sufrir una encefalitis viral, quedó con la secuela de una epilepsia.
La vida de Santiago depende de tres medicamentos: clovazam de 20 mg; lacosamida de 150 mg y levetiracetam de 1.000 mg, que desde hace años le permiten una mejor calidad de vida. Un bienestar que se ha visto interrumpido debido a la escasez de medicamentos que se vive en el país y que ahora golpea a los cerca de 260.000 pacientes que están diagnosticados con esta enfermedad en Colombia.
Desde varias semanas, María Teresa, cada vez que asiste a la droguería Audifarma en la que le solían entregar estos fármacos, tropieza con la misma respuesta: o no los hay o lo único que pueden hacer por ella es ponerla en lista de espera. “Pero es que la salud de mi hijo no puede esperar: si antes convulsionaba cuatro o cinco veces a la semana, hoy puede convulsionar cuatro o cinco veces… en el día”.
“La insulina me sale cara”
A sus 64 años, Dalila Calle Cuervo ha aprendido a administrar la pobreza. Paciente diabética desde hace dos décadas, ha visto cómo de unos seis meses para acá no recibe la insulina que sin falta le entregaba la EPS Emsanar. Pero su médico la dejó en una sin salida: dejar de tomar insulina diaria podía producirle un coma diabético del que difícilmente regresaría.
Por eso, ya sabe que de los 15.000 o 20.000 pesos que le deja un día cuidando motos los fines de semana en el sector de Vallegrande, en el oriente de Cali, debe destinar al menos 30.000 pesos para comprar la insulina que una vecina que trabaja en el sector de la salud le ayuda a conseguir. Y ella la hace rendir. Toma “de la insulina azul y de la insulina morada. De la primera me tocan cuatro bolsas y de la otra, seis. Son 38 centímetros de cada dosis. Y me toca ser cuidadosa, juntar sin falta la plata y que la vecina me la deje baratica para tener insulina para todo el mes”, relata esta madre
Hoy ve el futuro de su enfermedad con incertidumbre. “Antes la demora era de un mes, pero después me la daban. Pero en estas llevo ya seis meses y el problema nada que se arregla, y no es justo que nosotros, los más humildes, llevemos del bulto y pagar de donde no tenemos”.
“Cada día es un escenario entre vivir y morir”
Steven Arce es uno de los periodistas deportivos más reconocidos en el país, tanto en la radio como en la televisión y la prensa. En diálogo cuenta que sufre de diabetes desde hace 25 años, desde que era un niño, y que en su caso se trata de una enfermedad que ha tenido controlada.
Aunque asegura que por fortuna la crisis por desabastecimiento de medicamentos que vive el país coincidió con una prescripción médica que le aseguró contar con suficiente insulina por varios meses, el periodista caleño no es ajeno a la grave situación y no entiende por qué el Gobierno nacional ha dejado a “millones de diabéticos esperando una respuesta del Ministerio de Salud. Los dejan en visto, sabiendo que cada día es un escenario entre vivir o morir”.
Por eso, dice que los pacientes con esta enfermedad en el país deberían unirse para tomar medidas legales. “Yo tuve suerte. Pero debemos unir esfuerzos e interponer todas las acciones legales que sean necesarias. Toda esta crisis se ha reducido a una disputa política y económica, pero alguien tiene que responderles a los pacientes que están viendo en riesgo sus vidas”, asegura el director de AS Colombia.
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