Hablar de los acontecimientos y experiencias vitales que amenazan la salud o el bienestar de las personas, no es fácil, haber vivido eventos adversos o estresantes son el resultado de las interacciones que tiene el individuo con su entorno, mediado por la forma en que interpreta el suceso, por los recursos psicológicos, sociales y culturales que percibe para afrontar dicha situación, estos, como una experiencia personal, con significaciones diversas y con incertidumbres, en muchas ocasiones, sobre el cómo y el cuándo aparece en nosotros, sin duda, son un potente motivador y activador de posibles amenazas, pero desaparece a medida que las personas se adaptan a la situación. Desde que la OMS declaró al COVID-19 como una pandemia en marzo 2020, más individuos experimentan miedo, pérdida, sufrimiento, estrés, menores logros académicos y laborales, dificultades en las relaciones interpersonales; son reacciones comunes y para algunas personas, estas reacciones pueden ser más prolongadas, graves e incapacitantes, lo que provoca un aumento de los problemas y trastornos mentales, los factores de estrés extremo que pueden empeorar o exacerbar condiciones de salud mental preexistentes; hecho que confirma la encuesta del Foro Económico Mundial en Chile, Brasil, Perú y Canadá, publicado por OPS en 2021, refiere que alrededor del 50% de la de las personas que participaron declararon que su salud mental había empeorado, y para el caso de Colombia y de acuerdo con los resultados de la Encuesta de Salud Mental 2021, información obtenida por el DANE a través de la Gran Encuesta Integrada de Hogares – GEIH, la Encuesta de Pulso Social – EPS y las Estadísticas Vitales– EEVV; y asociada con el estado de ánimo, para la mayoría de los encuestados, con edades de 25 a 54 años son quienes reportan los porcentajes más altos (39,2), situación que sucede en sentimientos como “cansancio”, “soledad”, “tristeza”, ”dolores de cabeza o estomacales” y “dificultad para dormir”.
En este orden de ideas, y teniendo en cuenta lo anterior, se entiende que un evento estresante es aquel que se caracteriza por ser un cambio repentino y abrupto producido en el contexto al cual se ve expuesta una persona y que trae consigo alteraciones que requieren procesos de ajuste. Estos cambios reciben el nombre de sucesos vitales, los cuales pueden incluir disminución o inestabilidad de los ingresos, muerte de familiares cercanos o amigos, cambio de pareja, separaciones, distanciamiento de seres queridos, pérdida de trabajo o dificultades académicas En otras palabras, los sucesos vitales se pueden entender como experiencias objetivas que causan un reajuste sustancial o un grado de cambio que afecta al bienestar físico y psicológico y requiere que la persona lleve a cabo acciones o cambios en su conducta para restablecer el equilibrio perdido.
En este sentido, debemos reconocer la necesidad de atender los aspectos del cuidado de la salud mental, y parte del autocuidado, aun continuamos expuestos a diferentes factores de riesgo y limitación a los recursos de acceder a las intervenciones preventivas y de cuidado de salud en general durante eventos o sucesos de tal magnitud; siendo conscientes de cómo se encuentra nuestro cuerpo en este momento, cuales son las emociones y pensamientos que tenemos, para de esta forma, poder dar una respuesta adecuada a nuestras necesidades.
¿Cómo lo hacemos?
1. Prácticas de autocuidado: están orientadas a realizar actividades individuales y sociales para lograr un beneficio propio de la salud mental y física, tales como: hábitos saludables de alimentación, higiene de sueño o realización de actividades físicas, etc.
2. Buscar ayuda profesional: Reconocer signos y señales de alarma que indican que estás pasando por una situación emocional y/o difícil; así como su nivel de riesgo, y buscar ayuda con un profesional de la salud.
3. Activar redes de apoyo social y familiar: Piensa por un momento en 3 personas a las que llamarías si te encuentras muy preocupado, confundido o si necesitas ayuda para solucionar un problema muy íntimo y delicado.
3. Promover el sentido alegre y positivo de lo que se hace y de lo que sucede: esta actitud se compatibiliza plenamente con el sentido realista a través de saber descubrir y subrayar los aspectos positivos, poner los medios para resolver los negativos y alimentar la esperanza que es la fuente de la alegría en la contrariedad.
5. Fortalecer la voz interior: esta tiene un impacto en la vida, y esta debe servir para apoyarte y no para hundirte, debo hacer un diagnóstico de cómo me trato y con qué recursos cuentos para afrontar las situaciones diarias.
Por eso, no basta con determinar el suceso precipitante de una crisis, sino que es necesario comprender lo que éste significa para la persona, y ser conscientes de lo que realmente necesitan.
Importante: La salud y la enfermedad son una responsabilidad social que compromete al estado, a los grupos, la familia y al individuo. A los gobiernos les corresponde velar por la implementación de políticas, estrategias y programas que ofrezcan condiciones económicas y sociales que garanticen una calidad de vida óptima para todos.
Mayerly Daza Párraga
Psicóloga, Esp. SST
Directora Fundación ANDA.
[1] Sandín B. El estrés: un análisis basado en el papel de los factores sociales. Revista Internacional de Psicología Clínica y de la Salud. 2003; 3:141-57.
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