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El Papa incentiva a los jóvenes a «arriesgar siempre»

May 25, 2024

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El Santo Padre visitó la parroquia Santa Bernardita, ubicada en el barrio romano Colli Aniene, y se reunió con unos ochenta jóvenes en el contexto de la «Escuela de Oración» en preparación al Jubileo de 2025.

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«Hay un discurso que tengo que leer, pero es un poco aburrido, me gustaría que hablaran ustedes y que hicieran preguntas. Vamos, alguien valiente. Tú». El ambiente era más serio y las preguntas más profundas y complejas que en el primer encuentro con los 200 niños de San Juan María Vianney. En el teatro de la parroquia de Santa Bernardita Soubirous, en la zona de Colli Aniene, al este de Roma, se encontraban los adolescentes. Ochenta adolescentes, mayores de quince años, junto a catequistas, scouts y animadores de oratorio, dispuestos a interpelar al Obispo de Roma con sus dudas de fe, con sus dificultades, sus pequeñas crisis cotidianas y sus grandes temores por el futuro de un mundo que parece mostrar sólo guerras y fragmentación y que frena el deseo de traer un hijo al mundo. Con todos ellos el Papa Francisco permaneció menos de una hora en la segunda cita de la «Escuela de Oración» en vista del Jubileo, la hora de catequesis que Jorge Mario Bergoglio ha decidido hacer en una parroquia de su diócesis a elección en cada mes hasta el Año Santo.

Bienvenida entre cantos y gritos

Francisco disfrutó de la compañía de chicos y chicas, todos con camisetas verdes con las palabras «Santa Bernardita» escritas en ellas. Al principio en silencio (» Silencio, silencio, hay movimiento fuera «, advirtió un joven en la puerta), dieron la bienvenida al Papa con una canción. «Son buenos cantando. Cantan bien. Es lindo cantar la vida», felicitó.

Coros y los habituales gritos de «W el Papa», «Santo Padre, rezamos por usted», «Papa Francisco, te queremos», procedentes del grupo de fieles reunidos en el patio de la iglesia, acompañaron la llegada del Papa a la parroquia, poco antes de las 17 horas, tras un viaje de unos 35 minutos a través del tráfico romano desde la Casa Santa Marta. El Papa se detuvo largo rato para saludar a los niños, después de estrechar la mano de monseñor Rino Fisichella, organizador de esta serie de encuentros, y del párroco, padre Giulio Villa, que hoy celebra 20 años de sacerdocio. Antes de entrar en el teatro, el Pontífice, en silla de ruedas, quiso detenerse de nuevo con algunos de los niños rezagados: «¡Vamos, vamos!».

Preparación para el jubileo del 2025.

Caricias a los abuelos y a los niños

Abrazos y caricias, algunas bromas con los padres. En particular, a Francisco le impresionó la escena de una niña de dos años sobre los hombros de su abuelo: «¡Qué bonito!». Jóvenes y mayores unidos: uno de los caminos hacia el futuro, como él siempre dice. Otra abuela, una feligresa de más de 90 años, sentada en una silla, le detuvo en la puerta. Un apretón de manos, el regalo de un rosario, algunas bromas sobre su edad: «¿No se acuerda de ella?», le preguntó el párroco. «Sí, pero no lo digo», replicó ella.

El nacimiento de su vocación

Con los 80 adolescentes, sentados en una silla en medio de la sala, el Papa dejó a un lado el discurso previsto sobre el tema de la oración de intercesión: «Hagan las preguntas que quieran, con valentía y sin miedo», exhortó. A partir de ahí la réplica, salpicada también por anécdotas personales y algunos relatos íntimos de Jorge Mario Bergoglio, como el nacimiento de su vocación, en la época en que era un joven químico en un laboratorio de Buenos Aires «lleno de comunistas», tras una confesión en la fiesta de San Mateo: «Tuve una experiencia interior». Después de años y en medio de mucha oración, ingresó en el seminario.

Preguntar siempre al Señor qué quiere de cada uno de nosotros

Un fragmento de vida personal para decir a los jóvenes, y en particular a Tiziano, que preguntó cómo se puede comprender la propia vocación, que no se cansen de preguntar al Señor qué quiere de ellos: «Cada uno de nosotros debe hacerse esta pregunta, porque el Señor tiene un plan para cada uno de nosotros. Cada uno debe tratar de comprender lo que el Señor quiere de nosotros, preguntárselo. Pregúntale al Señor en la oración: ¿qué quieres de mí?». Y no pasa nada si te cuesta rezar: a veces basta con estar delante de Dios. «Él nos mira», ésa es la certeza.

No condenen a los que no creen

Varias veces Francisco instó a los chicos y chicas a compartir preguntas o comentarios: «¿Qué piensan de lo que digo? Un poco de diálogo, vamos… ¡Tú!», dijo señalando a un joven en primera fila. «Al Papa se le obedece», bromeó el padre Giulio.

«Díganme una cosa», añadió de nuevo Francisco, «¿hay alguno de ustedes que no crea en Dios?». «Tú -señaló a un joven del coro-, dime por qué, cuéntame un poco lo que sientes». La respuesta del joven fue sincera: «Admiro a todos los que están aquí y todo lo que hacen, pero he visto tantas veces que creer es demasiado fácil. Me gustaría creer en algo, confiar mis preocupaciones e inquietudes a alguien». «Esta es una de las cosas más bellas, una persona honesta», comentó el Papa Francisco.

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