Diario del Huila

En medio de las protestas en Cali

May 10, 2021

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Voy a comentar en esta columna que escribo semanalmente para el Diario del Huila, la experiencia tortuosa que me ha tocado vivir en medio de las protestas sociales que se desataron a partir del jueves 28 de abril de 2021 y que la Sultana del Valle, como se denomina esta hermosa ciudad, se convirtió en el principal foco de alteración del orden público en el país. Con mi esposa Amparo y mi perro Motas, arribamos 8 días antes para participar de la ceremonia del matrimonio del hijo de ella.

La intención era que, una vez terminada la boda, nos devolvíamos a nuestra querida tierra natal Neiva. Inocentemente creía que las movilizaciones sociales a nivel nacional, convocadas por las Centrales Obreras y el Comité Nacional del Paro, en las principales ciudades del país, eran de un solo día (miércoles 28 de abril) y por consiguiente podíamos viajar durante el fin de semana. Pero Cali se convirtió de un momento a otro, en un polvorín social que estalló en toda la ciudad por la presencia de vándalos que salieron a las calles a saquear cuanto establecimiento encontraban a su paso. Día y noche, se fueron agudizando e intensificando los enfrentamientos con la fuerza pública. Helicópteros, patrullas de la policía, empezaron a buscar el control de la ciudad, lo cual desbordó la capacidad de respuesta de las autoridades de esta localidad.

Este caos se volvió incontenible. Desde mi residencia, ubicada en un condominio residencial de estrato 4, observaba desde un tercer piso el ruido estrepitoso de explosiones sucesivas que se escuchaban en un radio de 500 metros, donde nos encontrábamos en uno de los 20 taponamientos que tiene a la capital del Valle sitiada por las manifestaciones. Vivimos un estado de terror y zozobra en los siguientes 8 días del inicio del Paro nacional. Hasta mi perro Motas, vivió asustado por las reiteradas explosiones y que afectaron la tranquilidad de todas las familias caleñas. En cualquier parte se encuentran bloqueadas las vías urbanas, volviendo intransitable a esta localidad. Igualmente, todas las vías de acceso a ésta, fueron bloqueadas, generando el aislamiento total de esta metrópoli con el resto del país. Ni siquiera se podía llegar al aeropuerto Internacional Alfonso Bonilla Aragón de Palmira, por los taponamientos sucesivos. Desde hace cuatro días, volvieron a abrirlo. Pero solo existe una vía rural por Menga destapada y con altos niveles de inseguridad y de peajes que cobran algunas organizaciones delincuenciales.

Los encapuchados deambulaban libremente por las calles con los objetos robados producto de sus fechorías. La Fuerza pública, ni el ejército ejercían control. Algunos semáforos y las foto multas de las principales autopistas de la ciudad fueron destruidos. Todo el sistema público fue vandalizado. Quemaron 16 buses del Sistema Estratégico de Transporte Urbano, Mío, al igual que las estaciones fueron destruidas salvajemente. Actualmente se encuentra paralizado.

Pero, la tragedia familiar empezó a sufrir los efectos de este caos. Todos los alimentos, combustibles bienes y servicios quedaron agotados en los supermercados y en los establecimientos comerciales. La búsqueda de víveres esenciales se convirtió en una odisea para las familias caleñas. Personalmente y les pido disculpas a mis lectores, que comente esta situación familiar. Hemos venido soportando una economía de guerra. Cualquier venta de un alimento que se encuentra, en las calles o en algún establecimiento comercial que se atreve a abrir, los precios se han incrementado hasta diez veces. La alimentación nuestra, era huevo cocido con chocolate y pan (Eso porque los trajimos de Neiva). Al almuerzo para variar, los huevos eran fritos y para la comida era revueltos. A este régimen alimenticio vivimos 8 días seguidos. Hemos bajado de peso.

Afortunadamente, a raíz de las gestiones gubernamentales, para establecer algunos cordones humanitarios en medio de los bloqueos, se empiezo a notar un leve abastecimiento de víveres en algunos centros de distribución. Las colas son de cuadras para adquirirlos. A esta situación nos ha tocado vivirla para poder comprar algunas fuentes proteicas, frutales y de granos, a los precios especulativos del mercado. Mientras hacía estas largas filas con mi esposa, me imaginaba el viacrucis que han tenido que soportar las familias venezolanas durante dos décadas, para adquirir los pocos alimentos que se encuentran disponibles. A veces me hago una pregunta: ¿Será posible que en Colombia las familias colombianas, lleguen a estos extremos, como lo sueñan algunos sectores políticos que sueñan tener el domino del poder?

Deseamos que se logren prontamente acuerdos con los líderes del paro y el gobierno nacional, para que se levanten estas protestas y poder regresar a nuestro hogar a la ciudad de Neiva. Quiero comentar algo que he notado cuando salgo a caminar al parque. Algunos abogados que conforman bufetes están recogiendo pruebas en los sitios de los taponamientos, para que una vez termine este caos, empiecen a recoger poderes de las personas y empresas afectadas, para instaurar las acciones judiciales contra los promotores del paro y a los dueños de los vehículos que se encuentran atravesados en las vías. A mi modo de ver, los abogados van a tener muchas oportunidades laborales. Estamos en un Estado Social de Derecho. Amanecerá y veremos. Queremos regresar a nuestro amado hogar en Neiva.

Nos están matando la esperanza

 

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