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“Escribir para niños es hermoso, descubres cuan humano puedes ser”

Abr 27, 2024

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Gerardo Meneses, ha escrito 25 libros, y sin duda los premios dan cuenta del trabajo realizado y su fina pluma, ha sido exaltada, en el año de 1998, fue ganador del Premio Fomcultura de Literatura Infantil, luego le siguieron el Premio Nacional de Literatura Infantil (2005), el Premio Latinoamericano de Literatura Juvenil (2006) y el Premio Barco de Vapor (2011). Sin duda una mente brillante, retratada a través de una ‘pluma’.

Sin más preámbulos, Diario del Huila, dialogó con el escritor Gerardo Meneses, quien nos contó lo complejo que es redactar literatura infantil, y no cree en la inspiración, afirma que el trabajo es su ‘musa’, siempre inicia sus creaciones por medio de una idea y señala que sus primeras lecturas fueron las historietas de Kalimán, Arandú, Pato Donald y a pesar de ser escritos para niños, ha logrado retratar el conflicto armado en Colombia.

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Háblenos de La niña de La Loma ¿Qué va a encontrar el lector en la obra?

Esta es la obra número 25, que escribo para los niños. Y es un tanto la continuación de una novela que se llama El rojo era el color de mamá, que dicho sea de paso, es una de las tres novelas que conforman la trilogía de la guerra, donde los protagonistas son niños en medio del conflicto armado colombiano. Nació de la insistencia de los niños, tanto en Colombia como en otros países, de conocer qué pasaría en la historia de Isabel y Fabián, sus protagonistas. Siempre les respondía que ahí terminaba la novela, que cada uno seguía su vida normal y que si tenían que separarse, pasaría porque la vida es así. Siempre me reclamaban que hiciera otra historia continuando esta, en la que ojalá se volvieran novios. Yo solo me reía porque les decía que recordaran que eran niños de tercero de primaria; más de una vez, con ojos de picardía me respondían: “por eso, ya están grandes”. El rojo era el color de mamá es un libro que los niños han amado, van ocho reimpresiones en estos años y sigue siendo uno de los preferidos de ellos. Ante esa insistencia, un día, en mitad de pandemia, decidí continuar la historia y llamarla así: La niña de La Loma, porque La Loma es el pueblo a donde ella llega a vivir con su padre médico.

¿Por qué se orientó por la literatura infantil? ¿No es acaso más difícil?

Claro que es más difícil. Eres adulto, vives como adulto, hablas como adulto, piensas como adulto. Y escribes para niños. Es como el pediatra que atendiendo a su pequeño paciente tiene qué adivinar ¿qué es lo que tiene?, ¿qué es lo que siente? Pero es hermoso este oficio porque descubres cuán humano puedes ser, cuando lograr subir al nivel del niño y entender su mundo. No te puedes sustraer al hecho de ser adulto, pero sí, poner tu mente y tu corazón al servicio de ellos. Yo soy maestro de niños, esa es una gran ventaja. Los tengo todo el tiempo, los escucho, los observo. De hecho, las primeras novelas tienen como escenario la escuela. Y es curioso esto, fueron ellos los que me llevaron a escribir para ellos. Yo estudié Literatura y nunca imaginé ser maestro, quería simplemente ser escritor, pero no sabía ¿escritor de qué? Solo cuando tuve la oportunidad de ser maestro de niños, empecé tímidamente a escribir para ellos y descubrí que lo que escribía les gustaba.

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¿De quién heredó el gusto por la escritura?

Te respondo con el corazón y con toda honestidad: Si a alguien le debo lo que soy es a los maestros. Fue una profesora de tercero de primaria en mi escuela Isaías Rojas Velásquez, del barrio Aguablanca en Pitalito, la que descubrió, lo que ella llamaba un talento, y no era más que manía incontrolable de decir mentiras. Casi 30 años después, la profesora Mery Basto, vino a Pitalito, me buscó y me contó esto que te estoy contando: Una mañana, yo estaba en el recreo de la escuela contándoles a los niños la película que el domingo habíamos visto en el Teatro Laboyos. Ella se acercó sin que yo la viera, oyó mi relato y me reclamó de donde sacaba tanta mentira, si nada de eso había pasado en la película. Ella me cuenta que yo me asusté y sin embargo seguí y le contesté que era lo que había visto en el cine. Nada de eso había pasado porque ese domingo no nos habían llevado a matiné. Entonces ella, ante las risas de mis compañeritos y como un castigo, me mandó para el salón, me quitó el recreo y me ordenó que escribiera esas mentiras, que enseguida ella revisaría mi cuaderno. Es el castigo más hermoso que he recibido. Creo que ni ella ni yo, imaginamos a dónde iban a llegar esas mentiras. Y fue ella la que me empezó a regalar libros, cartillas y cuentos. Fue a Casagrande a hablar con mis padres, les dijo que yo tenía un talento extraordinario.

¿De dónde salen las historias, qué lo inspira?

Yo tengo la convicción de que la inspiración no existe, lo que sí existe es mucho trabajo a la hora de pensar una novela. Cada artista, cada escritor, tiene su propio proceso creativo. En mi caso, escribir es el segundo paso; el primero es, a partir de una idea, de una situación, de un hecho que me genere la intención de escribir, empiezo a indagar, a buscar, a preguntar, a conocer, a viajar si es necesario. Cuando ya tengo suficiente información, arranca la escritura. Siempre parto de lo que te digo: una idea, un hecho o una situación. Hace un rato te decía que los primeros libros tienen como escenario la escuela, porque era lo más próximo que tenía. En un salón de clases, en un recreo, en una escuela son cientos de historias las que pasan a diario. De esas historias nacieron los libros. Y me ha pasado que para escribir un libro de tanta fantasía como Danilo danilero o como El último viaje de Bashir he seguido el mismo proceso. No es inspiración, es trabajo. La trilogía de la guerra requirió trabajo en campo, investigación en esos territorios de influencia guerrillera o paramilitar. Era un mundo desconocido para mí, tenía que estar allá, vivirlo para poder escribirlo. Uno escribe sobre lo que conoce.

¿Qué autores han marcado su carrera como escritor?

Esta pregunta nos la formularon en una conversación en la feria del libro. Éramos tres autores y nos reímos de la coincidencia. Todos habíamos empezado a leer los cuentos y las historietas que de niños conseguíamos en los puestos de revistas: Kalimán, Arandú, Pato Donald. En esa época escasamente había un televisor en casa y muy poco que ver. Nos sobraba el tiempo para ir al río, a matiné, andar en bicicleta e ir a la revistería. Es lindo recordar eso, pero en mi caso, esas fueron las primeras lecturas que tuve. Creo que de la época del bachillerato me quedó la admiración por Juan Rulfo. Fue mi primer referente.

¿De los 25 libros escritos cuál o cuáles son del cariño de Gerardo?

Esa pregunta es como preguntarle a la mamá a cual hijo quiere más ja, ja, ja. Es que cada uno es una parte de uno, una prolongación. Hay tanto afecto, tanto trabajo, tanta disciplina que para uno todos son iguales. Lo que pasa es que la crítica, los lectores, a veces los premios, van haciendo más grandes a unos que a otros. Te digo con total franqueza, y no quiero sonar arrogante, que no he tenido un solo libro que se haya quedado en las estanterías de las librerías y que hayamos tenido que recogerlo. Todos, uno a uno, han sido reeditados; unos más que otros, pero todos han pasado de cinco y en algunos casos hasta de diez reediciones. Y eso te llena de felicidad, eso hace que los quieras más, porque en últimas uno escribe para que los niños lo lean, lo disfruten.  Pero siendo consecuente con la pregunta, tal vez Danilo danilero sea el de más recordación en los niños y en los mayores, quizá por haber sido el primero. Con Danilo danilero nació la literatura infantil en el Huila.

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¿De los premios recibidos cual es el más significativo?

Todos los reconocimientos, desde el más humilde hasta el más prestigioso significan mucho en la vida de un artista. Es que es como el sello que te ponen en medio de una competencia y que te dice, adelante, has hecho las cosas bien. Ahora, el fallo del jurado es apenas la opinión de 3 o 5 personas, falta lo más importante: la aprobación o rechazo de los lectores. Muchos premios literarios han sido entregados a quien no lo merecía. El tiempo se encarga de corroborar o de eliminar esa decisión. Recordar la ceremonia cuando recibí El barco de Vapor, el IBBY, La lista White Ravens, o el Fomcultura es hermoso y te anima a seguir.

¿Cómo es un día normal para Gerardo?

Ningún día es igual. No existe la rutina. Todas las semanas hay una agenda diferente. Un viaje, una conferencia, una visita de autor, una entrevista. Todos los días son distintos. Yo disfruto mucho recibir a la gente en mi casa. Es una costumbre que me quedó desde Casagrande. Siempre saco el tiempo para poder tener esos espacios, a veces con amigos, a veces con gente que quiere venir a verte a compartir un café, a hablar. Cuando estoy en Pitalito, con agenda menos fuerte, disfruto mucho la piscina y la finca. Son dos espacios totalmente opuestos, uno con todas las comodidades, el otro recogiendo leña para prender el fogón. Así son los días. Y claro el tiempo que tengo para los niños en la escuela. Sigo disfrutando ese oficio, el día que me canse, me iré. Pitalito tiene una vida cultural muy movida, me encanta acompañar los eventos, volver a abrazar a la gente, reírnos, ir a teatro, a danzas.

¿Cuál es su lugar favorito para escribir?

Mi estudio. De noche. En silencio. Cuando estaba en Casagrande el estudio era enorme y tenía una magia, un color y una energía que me encantaba. La mayor parte de mi obra nació allí, en la casa paterna. Ahora en el apartamento, el estudio también es mi sitio ideal para escribir. Estoy en un quinto piso y desde él se ve la cordillera imponente, hermosa. Amo estar en ese sitio. Tanto El último viaje de Bashir como La niña de La loma nacieron en ese estudio del apartamento. Yo creo que para escribir hay que crear un ambiente. Yo necesito eso, tranquilidad, sosiego, el frío de la noche. Es lindo escribir así.

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