¿Qué efectos tiene sentirme mal para mi salud mental? ¿A qué nos referimos cuando hablamos de la experiencia de ciertas prácticas en salud mental que aportan o afectan al bienestar? ¿En qué radica el hecho de sufrir o gozar de una buena o mala salud mental?
DIARIO DEL HUILA, SALUD MENTAL
Mayerly Daza Párraga
Ps. Esp. Directora Fundación ANDA
www.fundacionanda.com
Hablar sobre los factores protectores de la salud mental en los individuos, nos lleva a pensar en la importancia del cuidado y preservación de la misma, pero vista ésta como una acción, como parte de una experiencia, como comportamiento que es producido por el propio sujeto, que involucra múltiples factores biológicos, psicológicos, medioambientales, económicos, políticos y sociales, lo cual permite reconocer su complejidad y su relacionamiento con el desarrollo de problemas mentales y sus potenciales complicaciones. Aproximándonos a este tema surge preguntas como: ¿Qué efectos tiene sentirme mal para mi salud mental? ¿A qué nos referimos cuando hablamos de la experiencia de ciertas prácticas en salud mental que aportan o afectan al bienestar? ¿En qué radica el hecho de sufrir o gozar de una buena o mala salud mental?
La Organización Mundial de la Salud (OMS, 2013), sostiene su postura de Salud Mental a partir de una definición de estado de bienestar, y que hoy en día se dificulta sostener ante una realidad cambiante e incierta, lo que permite reflexionar como una forma de aprehender del entorno social en el cual nos movemos, nos lleva de una manera a correr o deambular entre un ir y venir por llenar esa necesidad en la búsqueda de una buena salud mental. Pero hoy quisiera que nos preguntáramos si esa necesidad de búsqueda es realmente nuestra, o la adoptamos a partir de una exigencia externa por vivir ciertos códigos sociales; así valoraríamos su gravedad, su importancia o su realidad, en medio de unos modelos hegemónicos que permean aspectos de la vida cotidiana.
Hay muchas necesidades en salud, en especial hacia la salud mental, es una realidad, hoy tenemos menos acceso al sistema de salud, menos reconocimiento hacia una cultura de prevención, promoción y educación en salud; un sistema educativo que todavía está lejos de la transdisciplinariedad (Nicolescu, 2007); falta de recursos humanos en Salud; sistemas de Salud insuficientes; políticas públicas en Salud Mental, cuya brecha se acentúa a la par del sufrimiento, la medicalización y la politización del malestar (Campodónico, 2019).
No obstante, como profesional en la salud, como integrante de la Fundación ANDA y como parte de un equipo que trabajamos por la salud mental, la invitación que hacemos con estos artículos es llevarlos hacia una conducta del autocuidado, contar con una buena salud, impacta positivamente en todas las dimensiones que conforma la existencia humana, que creo que, sea el camino que se escoja o se viva, nos enfrenta con la relación y con el sentir del cuerpo con el mundo, no sólo estoy diciéndome dónde estoy, sino cómo estoy, cómo me relaciono con él, con mi cuerpo, con mi mente y con los objetos que me circundan. Este paradigma de salud mental involucra diferentes y diversas disciplinas, toda vez que lo colectivo lleva consigo, características de ser pluridimensional.
Teniendo en cuenta lo anterior, cobra relevancia conocer los factores protectores de la salud mental, los cuales permiten fomentar capacidades, como un recurso para enfrentarse ante situaciones adversas o de riesgo, moderar el impacto del estrés, mitigar la posibilidad de desarrollar un trastorno mental, y regular los síntomas transitorios asociados a los estados emociones que alteran el bienestar físico y psicosocial; independientemente del entorno, de la cultura, de los resultados y de la relación de las dimensiones y factores involucrados en las múltiples perspectivas teóricas y disciplinas, el llamado es hacer protagonistas en el cuidado de la salud mental.
Algunos factores individuales que protegen la Salud Mental:
1. Reconocer que la Salud Mental debiera vivirse como un acto de responsabilidad. Agregaría que bien valdría la pena acompañarla de valores como la duda, la capacidad de sorpresa, la capacidad de vivir el ocio, de compartir con el otro, de redescubrir en el aburrimiento o en el hastío el sinsentido del exceso, de la imposición de la necesidad y de la imposición de la carencia y como tal, de unos factores de riesgos impuestos. Enfrentarse al caos, a la nada, al sinsentido, bien requiere detenerse un poco, pararse en él y redescubrir nuestro propio sentido a través de la existencia del otro, de un ambiente social, de un todo. Si el mundo nos propone SER y enfrentarnos a sucesos cambiantes constantemente, cumplir dos o tres o más roles, bien valdría la pena proponernos otorgarles voces y sentido a esos tantos yo que existen en nosotros.
2. Desarrollo de competencias emocionales: Tejer vínculos y dar sentido al otro, a los demás, al medioambiente social.
3. Abrir circuitos de comunicación rápidos y efectivos: la comunicación como encuentro vital, donde el diálogo se efectúa digital o presencialmente.
4. Desarrollo de estrategias para manejar el estrés: Buscar la capacidad para gestionar pensamientos, emociones y comportamientos, en el aquí en el ahora, vivirlo tal cual como es.
5. Alentar el apoyo social y familiar: fomentar espacios de solidaridad, diálogo y amistad.
Recordando que la salud mental, como proceso personal, no es única, ni su tiempo de duración depende sólo del deseo de buscarla o de lograr sentirse bien. De aquí dependerá sólo de nosotros la salud mental que queramos vivir: ser sobrevivientes llenos de estrategias de afrontamiento, o sobrevivientes capaces de reconocer y ser conscientes de lo que realmente necesitamos cambiar o fortalecer, y de ahí, tal vez, empezar a identificarnos con una buena salud mental.
