DIARIO DEL HUILA, INFORME
Por: Rolando Monje Gómez
Fotografías: José Rodrigo Montalvo
Dentro de las recomendaciones que hace el informe alrededor de los cuatro objetivos prioritarios, se destaca el tema de la educación, donde la calidad sigue siendo un reto para el país y sobre todo su pertinencia para el trabajo.
Educación y empleo de calidad, Desarrollo de mercados, Conexión física y digital y Un Estado eficiente, al que todos podamos contribuir y exigir es la hoja de ruta que plantea el Informe Nacional de Competitividad 2021-2022, presentado esta semana, donde se destacan éstos como los aspectos claves para el desarrollo económico y social del país.
El documento recuerda que 2020 fue un periodo desafiante a nivel global, con repercusiones sobre la salud y la economía por cuenta de la crisis sanitaria, donde Colombia no fue ajeno a esto, con la pérdida de más de 120 mil vidas, la contracción de la economía en 6,8% y con 3,5 millones de personas más en condición de pobreza, la pandemia hizo evidente que los países más competitivos tuvieron mayor capacidad para atender las necesidades de las personas y de las empresas.
En Colombia, iniciativas como Ingreso Solidario, la Compensación del IVA y el Programa de Apoyo al Empleo Formal (Paef), apoyaron a los más vulnerables y protegieron el empleo. Así mismo, los avances en vacunación permiten pensar hoy con optimismo en el futuro.
Dentro de las recomendaciones que hace el informe alrededor de los cuatro objetivos prioritarios, se destaca el tema de la educación, donde la calidad sigue siendo un reto para el país y sobre todo su pertinencia para el trabajo. La implementación del Marco Nacional de Cualificaciones sería un avance importante en esta dirección.
Colombia ha hecho avances significativos en términos de acceso y cobertura educativa en las últimas décadas, lo que se ha traducido en aumentos sostenidos en los niveles de escolaridad de la población. Sin embargo, el país ha sido menos efectivo respondiendo a problemas estructurales como los bajos niveles de calidad de la oferta educativa y formativa, la deserción y repitencia escolar y la falta de pertinencia de la oferta educativa respecto a las habilidades requeridas por el sector productivo. A esto se suman los efectos de la crisis causada por el Covid-19 sobre la permanencia y las trayectorias de aprendizaje de niños, niñas y adolescentes.
A corte de octubre de 2021, solo el 78,2% de los estudiantes en la educación básica y media y 60,8% de la matrícula en educación superior había regresado a la presencialidad, lo que, dadas las diferencias regionales de conectividad y acceso a tecnologías de la información y las comunicaciones, no solo seguirá incrementando las brechas educativas, sino que prolongará el impacto que ha tenido el cierre de colegios sobre la participación y el empleo femenino.
Cobertura, acceso y permanencia
Los mayores incrementos se observan en los niveles de secundaria y media, cuyas tasas de cobertura neta pasaron de 53% y 27% en 2001 a 79% y 47% en 2020, respectivamente. Entretanto, las tasas de cobertura neta para los niveles de preescolar oficial y primaria en 2020 fueron 64% y 89%.
Políticas como la reglamentación de la gratuidad educativa en la educación básica y media (Decreto 4807 de 2011), el efecto de los programas de transferencias condicionadas, la mayor inversión en infraestructura educativa y el aumento de las capacidades territoriales para satisfacer la demanda en las regiones explican buena parte de las trayectorias observadas.
Sin embargo, la brecha de cobertura entre Colombia y el promedio de la Ocde permanece alta, con diferencias equivalentes a 10, 18 y 46 puntos porcentuales en las tasas de cobertura neta de la educación primaria, secundaria y media, respectivamente, a favor del valor promedio de este grupo de países.
Por su parte, existe una alta heterogeneidad en el acceso y la cobertura educativa en todos los niveles educativos a escala subnacional. Así, mientras que la cobertura neta en la región central es alta para el estándar nacional, los departamentos del sur y el occidente del país muestran rezagos importantes.
Pese a la urgencia en retornar a la educación presencial para mitigar los efectos negativos del cierre de colegios en el bienestar de los estudiantes, el proceso de apertura de colegios en el país ha sido lento. De acuerdo con datos de la Unesco (2021), el cierre total o parcial de instituciones educativas Colombia ha sido uno de los más prolongados entre aquellos países para los que se tiene registro.
Esto se ha dado a pesar del avance en el plan de vacunación del personal del sector y la creciente evidencia científica respecto al bajo riesgo de transmisión y contagio que representa para los niños y las niñas asistir a ambientes educativos en los que se hayan tomado precauciones básicas de bioseguridad.
Así mismo, datos de la Fundación Empresarios por la Educación revelan que, a corte de octubre de 2021, solo el 78,2 % de los estudiantes matriculados en 2021 habían vuelto a la presencialidad (total o bajo el modelo de alternancia), lo que implica que cerca de 2,2 millones de niños, niñas y adolescentes aún se encuentran recibiendo instrucción a distancia.
El nivel de avance en el proceso de apertura ha sido heterogéneo entre colegios oficiales y no oficiales y departamentos del país. Mientras que 84,8 % de los estudiantes matriculados en establecimientos privados han retornado a la presencialidad, este porcentaje es de 76,5 % en el caso de los matriculados en colegios oficiales.
Por su parte, mientras que en departamentos como Quindío, Caquetá, Guainía, Antioquia y San Andrés más del 93% de los estudiantes ya se encuentra recibiendo instrucción presencial, este porcentaje es de tan solo 47,1% en Magdalena.
El cierre de centros educativos obligó a que se emplearan diferentes estrategias pedagógicas para garantizar la continuidad de las clases, lo que llevó a que el Dane redefiniera la metodología de cálculo del indicador de inasistencia escolar incluido en el cálculo del Índice de Pobreza Multidimensional (IPM), estableciendo nuevos criterios a partir de los cuales se considera que un menor tuvo acceso a la educación.
Los resultados obtenidos bajo esta nueva metodología indican que entre 2019 y 2020 la inasistencia escolar pasó de 2,7% a 16,4%. En el área rural, el indicador pasó de 4,6% a 30,1%, mientras que, en el área urbana, de 2,1% a 12,4%.
Educación superior
En el caso de la educación superior, la tasa de cobertura ha aumentado de manera considerable en las últimas décadas; no obstante, en los últimos años se observa una reversión en la tendencia. Así, pasó de 39,4% en 2010 a 54,4% en 2017, lo que equivale a un crecimiento anual acumulado de 5,3% en el número de estudiantes matriculados. Sin embargo, la cobertura ha disminuido de manera sostenida desde entonces hasta ubicarse en 51,6% en 2020. Esto representa una disminución de 100.157 estudiantes matriculados entre 2017 y 2020.
Entre los factores que podrían explicar el comportamiento reciente de las cifras de cobertura se encuentran los costos crecientes de las matrículas en relación con el PIB per cápita, particularmente en las instituciones de educación superior (IES) privadas, las preferencias respecto al tipo y duración de los programas académicos a los que aspiran los estudiantes una vez culminan la educación media, priorizando programas más cortos y aplicados, y los cambios en la estructura demográfica de la población.
El resultado observado en 2020 pudo haber estado influenciado, además, por los efectos de la crisis por el Covid-19. De acuerdo con datos del Sistema Nacional de Información de Educación Superior (SNIES), la matrícula de primer curso en universidades privadas en programas de pregrado disminuyó en 23,3% en el segundo semestre de 2020 con respecto al mismo periodo de 2019, mientras que en el caso de las universidades públicas este porcentaje es de 5,1%.
Bogotá, Antioquia, Valle del Cauca, Atlántico y Santander siguen concentrando cerca del 63 % de la matrícula en educación superior, siendo Bogotá (31 %) y Antioquia (14 %) las regiones con mayor número de estudiantes matriculados.
De los principales retos de la educación en Colombia es disminuir las altas tasas de deserción en todos los niveles educativos. Entre 2011 y 2020, las tasas de deserción en el sector oficial, esto es, la proporción de estudiantes que dejan el sistema escolar antes de que finalice el año lectivo, mostraron alta variabilidad, si bien parecen seguir una tendencia decreciente en los últimos años. Así, mientras que las tasas de deserción en primaria, secundaria y media alcanzaron 3,8%, 5,1% y 4% en 2011, en 2019 se ubicaron en 2,8%, 4,3% y 2,7%.
Por su parte, las tasas de supervivencia en el sistema educativo muestran que tan solo 44 de cada 100 estudiantes que ingresan a grado primero logran alcanzar el grado undécimo. Contrario a lo esperado como consecuencia del cierre prolongado de establecimientos educativos en el contexto de la pandemia, en 2020 las tasas de deserción intraanuales no registraron caídas y se ubicaron por debajo de los registros de 2019 (2,1%, 2,9% y 2,5%, respectivamente).
Los resultados de la Encuesta de Calidad de Vida de 2020 indican que, del total de hogares con niños y niñas y adolescentes de 6 a 16 años que no estudiaron en 2020, el 29,6% aduce la necesidad de retiro por efecto de la pandemia del Covid-19.
Otro factor que impide el logro de trayectorias educativas completas de la población en Colombia es la baja proporción de egresados que transitan de forma directa de la educación media a la educación superior.
La tasa de tránsito inmediato –porcentaje de egresados de la educación media que entran a la educación superior al año siguiente– fue de 40% en 2020, esto es, de los 476.045 estudiantes que se graduaron de la educación media en 2019, 190.621 ingresaron directamente. Por su parte, en 2019 61% de los estudiantes que hacen tránsito inmediato lo hacen a IES acreditadas, mientras que el 39% lo hace hacia instituciones no acreditadas.
La deserción es un fenómeno altamente prevalente en el caso de la educación superior, lo que representa altos costos en términos de eficiencia y de equidad.
Calidad
Colombia disminuyó el puntaje promedio obtenido en las pruebas PISA 2018 respecto a 2015 y sigue teniendo un bajo desempeño en comparación con el promedio de la Ocde. La mayor brecha en relación con el desempeño medio de este grupo de países se registra en el área de matemáticas (101 puntos), seguida de ciencias (86 puntos) y lectura (80 puntos).
Los resultados obtenidos por el país implican que, en promedio, un estudiante de 15 años en Colombia cuenta con 3,4 años de escolaridad menos en matemáticas, 2,7 años menos en ciencias y 2,6 años menos en lectura respecto al estudiante promedio de la Ocde. Además, mientras que cerca del 50 % de los estudiantes colombianos alcanzaron al menos el nivel 2 en lectura y ciencias y 35 % en matemáticas, estos porcentajes se ubican en 87%, 84% y 76% en el caso de la Ocde.
Estos resultados también indican que la equidad en la educación en Colombia en lectura y en ciencias, medida como el porcentaje de la variación en el desempeño promedio que se explica por las características socioeconómicas de los estudiantes, es similar al promedio de la Ocde (14% y 12% vs. 14%
Datos del Icfes indican que las brechas de desempeño promedio entre estudiantes con acceso a internet y computador, zona urbano-rural y colegios oficiales y no oficiales se ampliaron en 2020. Así, el puntaje promedio global de los estudiantes que no contaban con acceso a internet y computador fue 40 puntos menor con respecto a aquellos que tuvieron acceso a ambas herramientas (225 frente 265, respectivamente)17.
Además, la brecha entre los estudiantes de colegios oficiales y los no oficiales aumentó en 2020 respecto a 2019. Estos resultados pueden deberse al menor acceso a internet y a tecnologías de comunicación de los alumnos y los establecimientos del sector oficial.