Diario del Huila

La iniciativa del amor viene de Dios

May 21, 2022

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La columna de Toño

Por P. Toño Parra Segura

padremanuelantonio@hotmail.com

Es creíble la expresión constante de Juan cuando habla del amor, porque su experiencia y cercanía con el Maestro lo lleva a apellidarse “el discípulo a quien Jesús amaba” por eso sus cartas y todo su Evangelio y aún el Apocalipsis, que no es el libro del terror sino de la esperanza en el triunfo del amor, nos mantienen en una pedagogía repetitiva de que Dios toma la iniciativa de amar a todos los hombres.

Cada uno habla de las cosas y de los acontecimientos como le fue “en la feria”, según el adagio popular. También encontramos en el mundo y en los cristianos superficiales, muchos desilusionados del amor de Dios, afanados, porque ese Dios no funciona según las expectativas ocasionales de cada vida.

En el manoseo mercantil de la palabra “Amor” se encuentra de todo hasta llegar a considerar en algunas personas como “amor desechable”.

Para recuperar el sentido y el valor de esta palabra tenemos que acudir a la Biblia, en todo el proceso salvífico de la Historia de Salvación. Dios no necesitaba del hombre, sin embargo, le creó un mundo para hacerlo feliz, para que se volviera eterno y entrar en la intimidad de ese Dios Trino: “El que me ama, guardará mi Palabra, y mi Padre lo amará y vendremos a él y haremos morada en él” (Jn. 14, 21-26)

Lo que pasa para poder experimentar el amor de Dios es que se necesita dejarse amar, confiar en Jesús, entregarse y sentir la pasión por su Palabra y por su Reino. San Pablo llegó a decirnos: “Ya no vivo yo, es Cristo quien vive en mí”.

En el lenguaje común se oye hablar de “amor platónico” como un eufemismo para expresar decadencia, indiferencia y agotamiento del amor primero. Sería como un amar en teoría, o aplicando unas recetas de brujas, o consultando a los adivinos que interpreten las diversas cartas de naipe que presenta la vida.

Santa Teresa decía que duró mucho tiempo amando a Dios en teoría, ella que fue una doctora de la Iglesia y de profunda exigencia en su vida conventual, pero que no logró amar a Jesús de verdad sino cuando sintió pasión por Él. Es claro esto, porque los santos han sido los grandes apasionados. Sin pasión no hay riesgo, ni convicción, ni entrega hasta el final. Siempre que hacemos las cosas con ganas, con pasión y alegría, no cuenta el tiempo sobre la existencia. Cuando nos cansamos y medimos nuestra capacidad de amar solamente en lo que se recibe, se siente la frustración y el desencanto.

Dios es amor, nos ama como a su Hijo Jesús, nos amó desde antes de nacer, y nos sigue amando a pesar de todo, de nuestro pecado, de nuestra idolatría y de nuestra ingratitud. Por eso nos elige como sujetos de su amor, “ámense los unos a los otros, como yo los he amado, ámense ustedes mutuamente… esa será la señal por la que os reconocerán que son discípulos míos, el amor que tengan unos por otros” (Jn. 13, 34-35). Jesús nos ama y nos escoge para que vayamos por el mundo a ser testigos únicamente de esa verdad y como locos les gritamos a todos: es que “Dios me ama a mí” – la prueba es clara, Jesús dio la vida por cada uno y quiere que esa vida dé frutos de amor en los hermanos.

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