La sociedad colombiana está en medio de una conversación profunda, necesaria y delicada sobre lo que significa la dignidad. Gracias a las sentencias de la Corte Constitucional, que primero expandieron el derecho a la eutanasia y ahora hacen lo propio despenalizando el suicidio médicamente asistido (SMA), han salido al debate público posturas religiosas, moralistas y otras liberales, de vehemente defensa a la autonomía individual. ¿Cuándo la vida deja de ser digna? ¿Cuándo se debe permitir la muerte como una decisión personal, íntima, sin intervención del Estado y con ayuda de los profesionales de la salud? En una discusión delicada, consideramos que la respuesta tiene que estar del lado de la empatía por el dolor ajeno.
Pero cuando un paciente que viene sufriendo las secuelas de una enfermedad terminal, que a pesar de todos los esfuerzos médicos que se le brindan, sufren un viacrucis por los dolores intensos que padece y que le hace inviable su existir en esta vida terrenal. Por este motivo, se plantean algunos interrogantes en el marco de la muerte digna. ¿Puedo elegir cómo morir? ¿Puede ser que no se alargue artificialmente mi vida? El Estado y algunas organizaciones no gubernamentales, asesoran a los afectados en la elaboración de los documentos de voluntad anticipada, que gozan de plena validez ante el Ministerio de Salud. Estos usuarios que toman este camino, de alguna manera manifiestan lo mismo, cuando hacen una solicitud de voluntad anticipada: no es lo mismo estar vivo que estar viviendo.
Independientemente de cualquier consideración de carácter general sobre la eutanasia, es reprochable lo que muchas personas que están sufriendo de estas enfermedades terminales, están viviendo este viacrucis, por no poder contar con reglas claras en un asunto tan sensible y complejo. Un vacío que sigue haciendo muy difícil y doloroso en tantas ocasiones el acceso efectivo al derecho a una muerte digna, con pacientes que a una enorme carga de sufrimiento por culpa de sus enfermedades deben sumar la que se deriva de vaivenes jurídicos como los sufridos por muchos pacientes.
Nuestro país es uno de los pocos en el mundo que permite el suicidio médicamente asistido (SMA). Las reservas son comprensibles. Autorizar a que un médico acompañe a una persona para que tome medicamentos que terminarán con su vida parece entrar en contradicción con la lucha contra el suicidio.
Esta casa editorial lamenta profundamente el fallecimiento del ilustre empresario y líder cooperativista huilense José Nelson Flórez Montero, que tomó la decisión de acudir al derecho de morir dignamente, tras batallar durante dos años contra el cáncer que sufría. Este hecho ocurrió en las horas de la tarde en un centro hospitalario en Bogotá. Le expresamos nuestras condolencias a su distinguida familia. Paz en su tumba.