Por: Froilán Casas, obispo de Neiva
Los modelos económicos están respaldados por una ideología. El modelo capitalista está respaldado por el liberalismo y el comunismo por el marxismo-leninismo y todo su equipo de ideólogos y teóricos. La ideología comunista pretende cambiar el modelo económico de capitalismo individual, por el capitalismo colectiv o, cuyo único rector es el Estado. El Estado es único dueño de los medios de producción, se establece una dictadura de partido, único en el poder y todos los ciudadanos simplemente reciben los “beneficios” del Estado. Realmente, la burocracia es claramente comunista, el pueblo se “beneficia” del manejo económico de la cosa pública. La iniciativa privada está totalmente supeditada a las directrices del Estado, manejado solo por un partido. En el sistema capitalista, el capital es individual, el Estado “regula” el libre juego de la oferta y la demanda, estableciéndose una voracidad tenaz por el tener individual. Si el Estado no es garante del bien común, fácilmente el pez grande se come al chico. Un Estado capitalista que no tenga sentido social, va a generar una desigualdad enorme y esto es caldo de cultivo para que llegue el sistema colectivista, cuyo sofisma de distracción es la igualdad. Pero, ¿cuál igualdad? Por favor, el poder de los altos mandos del Estado. Es un totalitarismo de Estado que frena la iniciativa y nunca va a llevar a la prosperidad de todos los ciudadanos. La economía de libre mercado tiene muchas bondades: se incentiva la iniciativa individual y es, bien encausada por una política social, generará gran productividad. En un Estado capitalista con una buena dosis social, la productividad se agiganta, el desempleo desparece; los cinturones de miseria se acaban; el mundo del trabajo productivo genera una mentalidad de gente trabajadora en donde no faltará el pan en ningún hogar. Los impuestos que debe pagar el aparato productivo arrojará excelentes resultados, en términos de: vías, buenos servicios en salud y educación y por ende, la pobreza desaparece. Pasar de un Estado benefactor a un Estado impulsador de la productividad. Hay que pasar de un subsidio a la mendicidad a un subsidio a la productividad. Los programas productivos deben ser la prioridad de un sistema capitalista en donde el libre mercado sea impulsado con una gran dosis social. Donde hay pobres, aparece la inseguridad y los cinturones de miseria son una vergüenza para un Estado próspero. Donde hay injusticia social, reinará la pobreza, la miseria y, por ende, se está matando al ser humano. Partamos que todos los seres humanos tenemos la misma dignidad. La pobreza no se compadece con la dignidad humana. El libro Santo nos dice que vendrá la paz cuando volvamos las espadas, arados y, las lanzas podaderas: de instrumentos de guerra a instrumentos de trabajo productivo. Los Estados altamente desarrollados en lo económico y social tienen cero desempleo y casi cero corrupción. Hay que achicar al Estado, darle a la empresa privada más armas de productividad y, por ende, llegan los impuestos y estos bien manejados generarán bienestar, en: conectividad, servicios públicos, altos niveles de educación, salud asegurada. El Estado colombiano recibe muchos impuestos, es casi un Estado alcabalero. ¿Dónde están nuestros impuestos?
