DIARIO DEL HUILA, CIUDAD
Por: Hernán Galindo
Fotos: Tatiana Ramírez
En 1996, el Centro para la Audición y Comunicación (CHC) fundó el Día Internacional de la Concienciación sobre el Ruido para alertar y crear conciencia en la población de los riesgos que tiene el ruido para el trastorno auditivo, en particular, y la salud, en general. Hoy, también se celebra en Colombia.
Pero parece que muchos neivanos no saben o no les interesa el excesivo volumen en las calles, menos en las casas. No somos conscientes de una parte de los efectos que produce, según lo comprobó Diario el Huila con la misma comunidad en la apertura de la jornada para recordar el excesivo sonido.
“La contaminación por el inmenso bullicio que se genera a diario en algunas vías es insoportable. Es responsabilidad de los mismos ciudadanos, generando afectaciones que perjudican a la mayoría”, opinó Frank Corredor, situado en la carrera séptima con calle octava, una de las más sonoras de la capital del Huila.
Confluyen parlantes de almacenes de mercancía popular, vendedores ambulantes con carreta y megáfono, música estridente de negocios de bebidas, el rugir de motores de los carros y el pito inacabable de motos pidiendo pista.
“Los motociclistas, especialmente, no esperan que cambie el semáforo cuando ya están pegados del pito. Creen que así van a pasar más rápido”, se queja Martín Fierro, administrador de un restaurante en una esquina.
Abusos
A pesar de ser un asunto notorio debido a los decibeles de ruido producidos desde distintos frentes, como lo comprobamos mientras transitamos calles del microcentro, pareciera que ya nos encontramos acostumbrados y que no merece la atención.
Otro punto de gran bullicio es la intercesión de la carrera sexta con calle séptima, junto a los edificios de la Caja Agraria y el Banco Central Hipotecario, que reúne carros y trancones; vendedores estacionarios y callejeros; negocios de celulares; ventas de jugos y muebles de sala y alcoba.
“Es una problemática que causa daños tanto al medio ambiente como a la salud de la población. Aunque se sabe de campañas, como el Día Sin Carro, la gente a veces no colabora para evitar tanta bulla”, señala Felipe Perdomo, sentado en un café con un grupo de amigos, y que se levantó de la mesa para poder escucharnos y hablar.
Incluso aunque nosotros no seamos conscientes del ruido, éste nos afecta cotidianamente llegando a causar incluso muchos tipos de enfermedades físicas y psicológicas.
“El ruido es un problema de salud pública que debe ser atendido por la sociedad en su conjunto. La contaminación acústica afecta a las personas”, nos dice Flavio Torres, médico de la Clínica Uros, en el barrio Quirinal, arriba de la avenida La Toma, uno de los puntos más críticos de la ciudad.
Se reúnen grandes volúmenes de tráfico, de comercio, de ventas callejeras de frutas y comidas, parqueaderos, comercio y el desplazamiento de ambulancias con sus respectivas sirenas.
“El ruido es un sonido desesperante, sin armonía ni ritmo, muy desagradable, desesperante y molesta al oído. No exagero, a veces, cuando llegó a la casa, luego de un día de mucho trajín y revuelo como que me silban los oídos”, manifiesta la estudiante de odontología, Mary Rojas, que vive en arriendo en una de las pocas residencias que quedan en el sector.
Las áreas de mayores decibeles de ruido en la ciudad son, claro, el microcentro, y los barrios donde autorizadas o no funcionan zonas de bares y tiendas que venden licor acompañado de música a alto volumen. Los de menos, son el interior de los conjuntos residenciales.
Lugares críticos
Y los sitios de ruido exceso están en el Mohán, en la avenida Circunvalar; la Alcaldía, carrera quinta con calle 10; Sexta W, Unicentro, en el punto rodante que desplaza varias rutas de carros por la ciudad; la avenida 26 con carrera séptima, junto al Parque Leesburg.
En las horas ‘pico’, después de las 12 del día y las 6 de la tarde, es cuando se produce una sobre producción de contaminación acústica y se explica principalmente en el caos vehicular.
“Esta irregularidad que enloquece está asociada además a una falta de cultura ciudadana que es el principal factor que determina los escenarios de ruido de la ciudad”, indicó en su momento Camilo Augusto Agudelo, director de la Corporación Autónoma Regional del Alto Magdalena, CAM.
“Son focos donde medimos el ruido contaminante. Las evaluaciones son el Día Sin Carro y Con Bicicleta cuando se reduce hasta en cinco puntos los decibeles de sonido. En un día normal es hasta de 79, 80”, explicó Octavio Cabrera Cante, Secretario de Medio Ambiente del Municipio.
La medición es especializada, con un aparato llamado sonómetro con un costo de 50 millones de pesos y debe ser calibrado periódicamente en Bogotá.
“Es un instrumento de medida que sirve para medir niveles de presión sonora. En concreto, el sonómetro mide el nivel de ruido que existe en un determinado lugar y en un momento dado. La unidad con la que trabaja el sonómetro es el decibelio”, explicó Cante.
“Para significar el tamaño del problema, valga contar que los decibeles de ruido permitidos en la ciudad son de 55, pero en varios de los lugares mencionados esa cifra se supera periódicamente. Mire usted las consecuencias para el público”, dijo Leonardo Pico, líder ambiental.
La Constitución consagra que todas las personas tienen derecho a gozar de un ambiente sano y en este se incluye la reducción de ruido. Los ciudadanos estamos en la obligación de exigir este derecho que nosotros mismos estamos violando, señaló Juan Bite, que lidera la iniciativa Neiva, Ambiental Y Sin Ruido.
“Está en nuestras manos defender nuestro medio ambiente y exigir se cumplan las leyes como se encuentra estipulado en el artículo 80 de la Carta Política de Colombia.
En resumen, nadie discute la libertad que tienen las personas, pero sin molestar ni perturbar a los demás con descomedido ruido con consecuencias fisiológicas, sicológicas, efectos en el sueño, la conducta, la memoria, estrés, embarazo y sobre los niños. Se causa un perjuicio general y el oído se va perdiendo.