A medida que transcurre el accionar gubernamental del presidente Gustavo Petro Urrego, se empieza a vislumbrar un panorama bastante sombrío e incierto sobre el futuro reformista que planteó en su inicio de su gobierno. Algunas reformas se han hundido en el Congreso de la República, porque su coalición de gobierno se empieza a desmoronar por la arrogancia, vanidad, estilo autoritario y amenazante y la falta de concertación con todos los actores de la opinión pública para buscar consensos para su aprobación. De nada han servido la retórica barata en algunos escenarios y trinos para amenazar al legislativo para que le sean aprobadas las iniciativas que presentó a consideración del Congreso de la República. Desafortunamente han sufrido reveses porque algunas se han hundido, como la Reforma Laboral, que no logró los consensos necesarios para su aprobación.
De nada han servido el estilo de comprar los votos a los integrantes de esta alta corporación. La corrupción que ha impulsado a través de fomentar la mermelada y las dádivas a los congresistas para lograr su apoyo para su afán reformista no ha logrado aglutinar las mayorías en el legislativo. Nuevamente el gobierno nacional, ha presentado de nuevo dicho proyecto, pero que no goza de las mismas simpatías porque los cambios que se han planteado son mínimos y no han atentado los intereses del sector empresarial del país, que general más del 80% del PIB nacional y el 85% de la generación de empleo.
Así lo reitera el expresidente Germán Vargas Lleras en su columna del día anterior en el Diario El Tiempo, titulada la Última Coca Cola. Afirma que regresa a discusión del Congreso el proyecto de ley preparado por la dirigencia sindical del país y encubierto como reforma laboral. Poco aprovecharon el Gobierno y la ministra Ramírez estos dos meses para valorar las preocupaciones que se habían expresado en junio. Según ella porque el síndrome de la Coca-Cola del desierto se acabó en el país. La propuesta llega entonces repotenciada, con todo el veneno de la anterior y otras sorpresas. Eso sí, toda ella plagada de ideología. El equipo económico del gobierno nacional, parece que estuvieran planteando esta pública para la estratosfera. Una economía estancada, creciendo al 0,3 % en el último trimestre; los sectores más deprimidos son precisamente los que generan mayor empleo: manufactura, turismo, comercio y agricultura. Nuestras exportaciones ya completan 6 meses en caída libre, la inversión en infraestructura y obras públicas y el propio gasto del Gobierno con bajísimos niveles de ejecución.
A todo ello se suma la muy inconveniente reforma tributaria, cuyos efectos ya están a la vista y todo esto agravado por el clima de incertidumbre, inseguridad jurídica, desgobierno e incremento de la violencia y de la inseguridad en todas las regiones del país. Difícil encontrar un peor momento para presentar esta reforma.
