Expertos analizan las múltiples causas que llevan a una pérdida de olfato y explican cómo afecta, cuáles son sus tratamientos y consejos a seguir para convivir con ella.
Al principio de la pandemia del SARS-COV-2, fueron numerosas las personas que padecieron una disfunción olfativa. Incluso algunas intuyeron que podían estar infectadas de COVID-19 porque habían perdido el olfato.
Aunque este es uno de los síntomas menos habituales del coronavirus según la OMS, unos 4 de cada 10 pacientes suelen padecerla, según se desprende del estudio de “seroprevalencia en el Covid” del Instituto de Salud Carlos III (ISCIII).
Existen innumerables causas que nos pueden llevar a perder el olfato, pero entre ellas destaca el avance de la edad.
El doctor Valery Núñez, médico adjunto del servicio de Otorrinolaringología del Hospital Universitari General de Catalunya, aclara que, aparte de las infecciones víricas como la gripe o los resfriados, trastornos de la nariz, como los pólipos, o de los senos paranasales pueden dar lugar a esa pérdida olfativa.
La principal causa “con diferencia”, pero también “la menos reconocida” sobre la pérdida de olfato es el avance de la edad: “Mientras que solo el 1 o 2 % de los jóvenes se ven afectados, una cuarta parte de los mayores de 55 años, y casi dos tercios de los mayores de 80 años, tienen el sentido del olfato disminuido”.
Eso sí, el otorrinolaringólogo advierte de que, a diferencia de la pérdida de visión o de audición, que suele ser evidente para los demás, la pérdida de sensibilidad olfativa con la edad suele pasar desapercibida porque se produce gradualmente.
“El resultado puede ser una disminución del interés por la comida y una pérdida gradual de peso, o una tendencia a condimentar en exceso los alimentos con sal o azúcar; lo que puede perjudicar el control de la hipertensión o de la diabetes, problemas habituales en las personas mayores”, advierte este experto de Quirónsalud.
A su vez, alerta de que la mitad de las personas con diabetes tienen el sentido del olfato y del gusto disminuido, y el 90 % de las que padecen la enfermedad de Alzheimer tienen alterada su capacidad olfativa.
Pero no queda ahí la cosa porque también se puede perder con lesiones en la nariz o en la cabeza; tras la toma de determinados medicamentos, como los de la presión arterial, los antibióticos, los reductores del colesterol, los antidepresivos y la quimioterapia contra el cáncer.
También el doctor Núñez dice que puede afectar en este sentido la exposición a toxinas como el formaldehído y los pesticidas; el tabaquismo y el abuso de alcohol; o bien enfermedades de la tiroides, de los riñones, del hígado o del páncreas; y trastornos neurológicos como la enfermedad de Parkinson, la enfermedad de los cuerpos de Lewy, la esclerosis múltiple y varios tipos de demencia.
Destaca igualmente que durante esta pandemia de SARS-CoV-2 se ha demostrado que una causa de disfunción olfativa en pacientes ha sido la infección por este virus, poniendo de relieve la “necesidad crucial” de que los médicos sean capaces de diagnosticar y de tratar adecuadamente a las personas con alteraciones del olfato.
El experto del Hospital Universitari General de Catalunya avisa de que, actualmente, muchos centros sanitarios reciben regularmente consultas de pacientes angustiados por la hiposmia (ligera disminución del sentido del olfato).
Uno de ellos dijo que su incapacidad para degustar los sabores de los alimentos era «una experiencia que altera la vida, y la mayoría de la gente normal no puede entender el impacto que tiene».
Cómo afecta la pérdida de olfato y sus tratamientos
En concreto, explica que la disfunción olfativa, la reducción en la capacidad adecuada de percibir los olores, tiene profundos efectos en la calidad de vida de la persona y afecta tanto a la capacidad de experimentar olores agradables, como a la hora de detectar olores y sustancias potencialmente nocivas.
“Esta disfunción puede ir desde una ligera disminución del sentido del olfato (hiposmia), hasta una pérdida completa del mismo (anosmia)”, precisa.
En este sentido, este otorrinolaringólogo subraya que, dependiendo de la causa del trastorno del olfato, las posibilidades terapéuticas incluyen el tratamiento con descongestionantes nasales, hasta la toma de antihistamínicos o antibióticos.
También puede contemplarse la cirugía para extirpar los pólipos nasales; el uso de una solución salina nasal; la corrección de las deficiencias hormonales o nutricionales; y el abandono del tabaco.
“Especialmente difíciles son los derivados de lesiones en la cabeza, ya sean leves o graves, que alteran la función de los receptores olfativos del organismo, es decir, las células nerviosas olfativas que se encuentran fuera del cerebro. Estas células captan las moléculas de olor en la parte alta de la nariz y transmiten mensajes de olor al bulbo olfativo del cerebro”, advierte.
En último lugar, aclara que, a la hora de tratar la hiposmia por COVID-19, no hay consenso entre los expertos; sin embargo, lo más recomendado, asegura, suele ser la terapia olfativa, así como los corticoides nasales, y la vitamina A tópica.
Consejos para el día a día si falta el olfato
Ante una falta de olfato en el día a día, determinante por ejemplo a la hora de detectar si hay humo o se está quemando algo, el doctor Valery Núñez defiende que en sus casas todo el mundo debería tener detectores de humo que funcionen, y en el caso concreto de una persona con un trastorno del olfato también debería contar con un detector de gas natural o de propano, no vaya a ser que no detecte una fuga y provoque una explosión.
“Los alimentos perecederos deben estar fechados y mantenerse refrigerados, y desecharse cuando caduquen. Puede ser conveniente que una persona con una función olfativa normal compruebe estos alimentos antes de que los coma alguien con el sentido del olfato disminuido. Hay que asegurarse de que todos los productos de limpieza y de jardinería estén debidamente etiquetados y almacenados separados de los alimentos”, aconseja.
Igualmente, recomienda que cuando la persona con falta de olfato cocine u hornee debe comprobar periódicamente que no se quema nada y poner un temporizador para que suene cuando la comida esté lista.