Diario del Huila

Templanza conceptual  versus confusión ideológica

Abr 6, 2021

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Por: Ariel Peña

De cara a las elecciones del 2022 en Colombia, los partidos democráticos tienen el reto de no permitir que las fuerzas totalitarias marxistas con los ropajes de alternativos o progresistas acaben con la libertad, debido  a que los enemigos de la democracia se aprovechan del desbarajuste intelectual que ronda en el país, para descrestar a la ciudadanía con  un cacareado “cambio”, que nos conducirá a situaciones pavorosas, peores a las que está viviendo  Venezuela con el socialismo del Siglo XXl, de modo que solamente mediante una templanza conceptual republicana se podrá evitar la catástrofe.

La templanza conceptual evita  la confusión ideológica, la cual conduce  a lo que dice la Biblia en la Epístola de Santiago, capítulo primero, verso seis: “porque el que duda es como una ola de la mar, que el viento lleva de un lado a otro”,  de ahí precisamente es que se deben disipar las  ambigüedades, para que la militancia de las fuerzas democráticas pueda tener la brújula que  conducirá a un puerto seguro a la nación.

Con frecuencia nos hemos referido a los términos izquierda y derecha, que en los tiempos actuales, se han prestado para batiburrillos y galimatías, en donde con muy contadas y honrosas excepciones sin ninguna vergüenza, no obstante sus malquerientes, hay dirigentes políticos muy respetables que dicen ser de derecha, a pesar de que  se ha creído falsamente que la izquierda representara el progreso y la derecha la caverna.

Recordando que Ronald Reagan y Margaret Thatcher, hicieron lo que se llamó la Revolución conservadora, que condujo a la humanidad,  ni más ni menos, que a la derrota en Europa oriental de la estafa comunista del marxismo leninismo, acompañados los lideres antes mencionados por el papa San Juan Pablo Segundo y lech Walesa dirigente sindical polaco. Resaltando que el derrumbe del muro de Berlín fue un acontecimiento de  progreso inconmensurable para la humanidad.

En cuanto a  la izquierda y la derecha,  hacemos  alusión a la frase del pensador español José Ortega y Gasset: “ ser de derecha o de izquierda, es una  de las infinitas maneras que se elige para ser un imbécil”, sin embargo  lo básico del asunto es no ahogarse en un vaso de agua, tomando como premisa fundamental que el crecimiento  y desarrollo de los partidos democráticos no puede estar sometido a los calificativos y apelativos que desde otras carpas políticas se le quieren dar, pues las denominaciones izquierda y derecha que aparecieron en la Revolución francesa, hoy por hoy no tendrían una aplicación práctica en el accionar  de los movimientos políticos, y serian términos en desuso.

Debido a lo cual,  si  tomáramos como fuente a la Revolución  francesa, cuya izquierda buscaba  el cambio de gobierno y la alternación en el poder ¿Cómo  podríamos decir que son de izquierda las monarquías de los Castro en Cuba, los Kim en Corea del Norte o la camarilla comunista en  China,   que nunca van a ceder el poder? Sin pasar por alto que el castrochavismo en Venezuela siempre le grita a la oposición que nunca volverá, lo que nos dice sin vacilaciones que todos esos regímenes ignominiosos de acuerdo a la Revolución francesa no se pueden considerar de izquierda.

Con base a lo anterior, y sin caer  en esquematismos, no se puede ignorar al marxismo cultural, originado en la escuela de Fráncfort y cuyo máximo exponente comunista es Antonio Gramsci, quien creó una especie de panmarxismo y proponía la abolición de todos los valores humanos y el desconocimiento de la ley natural, para lumpenizar a las masas con el fin de volverlas más dúctiles a los régimen comunistas, acabando con la vida ordenada y decente que quieren llevar los ciudadanos, en donde la promiscuidad y la falta de moral es la condición necesaria para adocenar y enajenar a la sociedad.

Sin  pasar por alto que los genocidas de Lenin y Stalin antes de Gramsci, ya habían impulsado todo ese cumulo de aberraciones con el pueblo ruso, para romper según ellos el orden social burgués, de ahí que en Colombia las organizaciones democráticas deben repudiar absolutamente  al comunismo totalitario que se oculta en el marxismo cultural.

Superando las acepciones de izquierda y derecha, un partido moderno y democrático, en la presente situación, lo que si tiene que proclamarse es  anti-totalitario, reconociendo  como los peores totalitarismos que ha sufrido la humanidad en los dos últimos siglos al fascismo, al nazismo, al apartheid y como el peor de todos al comunismo totalitario o marxismo, verdadero enemigo de la humanidad, por ser la organización que ha cometido el mayor número de genocidios  en todos los tiempos, pues sus asesinatos en la última centuria  suman más de 140 millones de seres humanos, con sus más destacados “lideres” encabezados por: Pol Pot, Stalin, Lenin, Mao Tse Tung, Kim Il sung, Ho Chi Minh, Fidel  Castro y en Colombia las bandas armadas de las Farc, Eln,M-19, EPL, entre otras, le han hecho su aporte a la cifra mencionada.

Así que un partido democrático  no tiene por qué apenarse de proclamarse anticomunista, desde el punto de vista político e ideológico, repudiando al marxismo leninismo que ni  en la forma ni en el fondo es democrático, y que busca la toma del poder por toda la eternidad, avasallando y esclavizando a los pueblos, en donde una cáfila parasita con la dirección del Estado saqueando los bienes públicos, y reprimiendo  a sangre y fuego a las masas.

Por eso para ser antimarxista (anticomunista) no solamente se tiene que ser de la llamada derecha, pues no importa la ubicación en el espectro político, de suerte que  también en la  izquierda o en el centro, se puede ser anticomunista, porque para serlo, la única condición es ser  humanista que de verdad comprenda y tolere al prójimo, enfatizando que el marxismo es padre del odio, la violencia y la mentira.

No hay que olvidar que para que los partidos democráticos  se muevan al ritmo de la historia, sabiendo que su templanza es determinante para el progreso  de una nación, deben realizar  encuentros ideológicos permanentemente, en virtud de lo cual  surge la hoja de ruta para no caer en ambivalencias o confusiones que favorecen a las facciones totalitarias.

 

 

 

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