DIARIO DEL HUILA, COMUNIDAD
Por: Hernán Galindo
El sector que nos ocupa, dentro de las visitas permanentes de Diario del Huila a los barrios de la ciudad para atender a la comunidad, está ubicado en San José, uno los barrios más antiguos de Neiva, en el que viven varias decenas de vecinos desde hace décadas. La gente lo reconoce principalmente por la Iglesia o Parroquia de San José, el esposo de María, quien era la madre de Jesús y, por tanto, padre putativo de Jesús.
El barrio es vecino a los de Calixto Leyva, El Altico, Diego de Ospina, El Obrero, también muy tradicionales. Y el sector que visitamos está en la carrera 15 A con calles 3 y 3B, junto al colegio Salesiano San Medardo, solamente los separa la avenida 15, que recorre la capital del Huila de norte a sur y viceversa.
También colinda con las antiguas canchas de Campo López, que eran de arena, que disfrutaron varias generaciones de neivanos, y hoy están ocupadas por casas, negocios, parqueaderos y un polideportivo, que oferta un parque biosaludable en buena condición y otro sector esté encerrado por una malla verde, por la rehabilitación a la que está siendo sometido.
La gente y las quejas
Regresando al sitio de nuestra visita, los vecinos se quejan del abandono y muestran indignación por el mal estado de zonas verdes y hasta la falta de pertenencia de algunos residentes, que arrojan basura y escombros a andenes. Lo consideran “un atropello a los derechos sociales”, ya que sus viviendas están regladas y pagan sus impuestos como el resto de la ciudadanía.
Efectivamente, el separador de la zona, de occidente a oriente, bordeando casas grandes, enrejadas, “para responder a la inseguridad que nos tiene aburridos”, comenta Carmenza, que se asoma con cuidado a la puerta, cuando advierte la presencia de gente conversando en la parte exterior, tiene la zona verde en mala condición. Matorrales y hierba crecida se apoderan del sitio.
“Somos personas mayores que, en ocasiones, nos sentimos abandonados por la Administración, cosa que no es nueva, es desde hace varios años, cuando el barrio se fue quedando sólo. Los habitantes crecieron y se marcharon a conjuntos y nos fuimos quedando los viejos”, comenta la residente de más de 70 años de edad.
«Suciedad atrae a más suciedad y a conductas incívicas, como dejar la basura en el suelo en lugar de en el interior de los contenedores, y eso también se nota en el barrio», se lamenta Lisímaco Rena, a la vez que señala un lugar en esa situación y se agacha con dificultad a recoger una bolsa de agua vacía.
Pero el problema mayor se presenta en una de las esquinas, donde funciona un restaurante, pues hay una alcantarilla de hierro que ha sido levantada por los dueños para dar paso al agua y a los deshechos de hojas y basuras que se estancan y con el agua y el barro se vuelve un grave problema, nos comenta Karol, la mesera encargada que sale a contar del problema.
“Deben mantener la tapa de una alcantarilla de aguas lluvias arriba para evitar que se nos inunde el negocio cuando llueve. A veces, cuando el aguacero fue muy fuerte y arrastra de todo, la gente debe hacer ‘maromas’ para poder caminar por la zona o entrar a comer. Queremos que la Alcaldía nos ayude con la solución”, comenta y corre a atender una mesa.
Eso hace que una zona «que hace unas pocas décadas estaba en pleno apogeo, hoy está convertida en una con problemas de ciudad que merecen se atiendan. No podemos dejar que se crezca el lío”, comenta la gente.
Vías e inseguridad
Otro problema es la calle, que tiene baches y pedazos en mal estado, con gravilla suelta y diversas señales de años de uso y poca atención. Es cerca de donde reside Jesús Bocanegra, un vecino que hace cuarenta años llegó. Pone de relieve también los numerosos problemas de accesibilidad, la mala condición de parte de la carretera y de las aceras: “Me preocupa lo que será en un futuro el barrio”.
Otra queja es, como ya anunciamos antes, son los escombros, tierra y ladrillos, arrojados en una de las calles, frente a grandes fachadas, que muestran la historia y tradición de la zona para la ciudad. Hoy, una calle cercana es paralela a la avenida 15 lo que ha aumentado el desplazamiento de carros y motos, pero que muestra ya en el pavimento, con daños, el rigor que está sufriendo.
Otro problema es que en la parte de ‘atrás’ del sector está una calle destapada, en mala condición, que reclama rehabilitarla, junto a la antigua carrilera del ferrocarril, que separa con El Obrero, pero antes hay que atravesar una amplia área de matas, malezas y arbustos sin mantenimiento. Hasta chulos buscando residuos encontramos en nuestro desplazamiento.
“Esa parte nos crea mucho daño. Hay indigencia, refugio de personas o hasta delincuentes, poca iluminación, una carretera acabada y muy escasa presencia de la Policía. Se perjudican los vecinos de El Obrero y nosotros”, afirma Teódulo Castro, profesor ya pensionado del magisterio.
En el entorno se sabe que entran y salen continuamente jóvenes, cada vez de edades más tempranas, a quién sabe qué cosas. La vía también es frecuentada por ‘golosos’ que huyen o se dirigen a sus casas en zonas rojas vecinas, nos cuente un residente que prefiere no ser identificado para “evitarme problemas y líos después con cualquiera que se sienta molestado. Pero es la verdad, aquí las demás personas lo saben”.
Habla la comunidad
Ferney Martínez: “Como se ve, hay partes y fragmentos de aceras rotas y bordillos levantados, que dificultan la marcha normal de una persona mayor, de los peatones. Los árboles han hecho daño”.
Neomisa Prada: “Esta barriada necesita, de verdad, con urgencia, que urgentemente se le preste atención a sus quejas, si de verdad queremos que se recupere y no se pierda por completo, como ya ha ocurrido lamentablemente en otros sitios de nuestra Neiva”.
Karol Pérez: “Para mí dos problemas, claves: la inseguridad por el paso de toda clase de personas a sectores populares: y, dos, la falta de limpieza, de mantenimiento o poda de las áreas verdes o el estado de las aceras y parte de la calles”.