Diario del Huila

Camino hacia reales cimas

Dic 18, 2021

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DIARIO DEL HUILA, REFLEXIONES

Por Mons. Libardo Ramírez Gómez* 

Hay un elemento que cuenta para los humanos  y demás seres creados, y es el tiempo de máximo valor, según sea utilizado,  medido por el más precioso de los metales con la expresión: “el tiempo es oro”.

Hemos venido durante este año destacando “Cimeras Realidades”, multifacéticas y encantadoras. Cabe, ahora en estos días finales de año, reflexionar sobre la manera de acercarnos a ellas, sin quedarnos en su sola contemplación. Hemos ascendido a sublimes realidades, desde vidas humanas bien vividas hasta la cumbre infinita de Dios, artífice de cielos y de tierra.

Hay un elemento que cuenta para los humanos  y demás seres creados, y es el tiempo de máximo valor, según sea utilizado,  medido por el más precioso de los metales con la expresión: “el tiempo es oro”. Pero su real valor lo da la manera como sea utilizado. De ahí que un final de año sea de gran importancia ver cuál haya sido nuestro aprovechamiento su aprovechamiento del diario vivir.

“La vida vale lo que vale el pensamiento, que la guía”, se ha dicho, pero depende qué de que sea, realmente, lo que la encauce, es decir (que el tiempo días, meses, años), sea empleado en obrar comprometidamente acciones rectamente encaminadas. Como, desafortunadamente, la débil naturaleza  humana,  con un superficial aprovechamiento, al ir en pos, reiteradamente, de efímeros valores, ha hecho exclamar al sabio Salomón: que todo  lo convierten  en “Vanidad  de vanidades, y  todo es vanidad”. (Ecle. 1, 1 y 12).

No basta con ser consciente de esa lastimera realidad, como ese sapiente monarca, ni preguntar  como él:   “¡qué saca el hombre de toda la fatiga con que se afana bajo el sol si no las encauza debidamente  sino  con superficial aprovechamiento”! . Tendrá qué concluir que: “donde abunda la sabiduría, abundan las penas” y que “quien acumula ciencia, acumula dolor” (Ecle. 1, 8 y 18). Triste fue, el final de este monarca, no obstante su sabiduría (I Rey. 11, 1-13).

Hemos tenido en la tierra personas con grandes dotes como un Adolfo Hitler (1889-1945), que termina dirigiéndolas a demencial y atroz guerra; en Colombia como un Pablo Escobar (1949-1993) y un  “Otoniel” (Dairo A. Úsuga),  (1971… ) y un Carlos E. Lehder (1949…), con grandes capacidades pero empleadas en crearse riquezas y poderío por medios vitandos, llegando a propiciar crímenes atroces. Personalmente como Obispo de Armenia tuve qué enfrentar, con conocida claridad  pero con prudencia, a Lehder, cuya obra de aparente progreso “La Posada Alemana”.  Sin embargo cuando fue puesto preso no exprese alegría. Ni tampoco por el fracaso final de los otros mencionados, sino sentimiento de gran pesar de que sus existencias, con claras dotes, no hubieran sido utilizadas en positiva construcción de sus personalidades y de obras realmente benéficas para la humanidad.

Esos panoramas se nos ofrecen al culminar esta reflexión en busca de afrontar el Nuevo Año para nuestro aprovechamiento de ese “cimero valor” que es tiempo, tesoro que  Dios nos ofrece, y de cuya debida utilización depende nuestro triunfo final, que merezca esta sentencia: “¡Bien, siervo bueno y fiel”; en lo poco has sido fiel,  te pongo al frente de lo mucho, entre en el gozo de tu Señor”! (Mt. 25,21).

En todo esto somos orientados por el Evangelio, siempre estimulante a ser progresiva y fructuosa vida, que, en todo su contenido, es un llamado a superar aquello, de que: “los hijos de este mundo son más sagaces que lo de la luz” (Lc. 16,8).

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