DIARIO DEL HUILA, MEDIO AMBIENTE
En los últimos 20 años se han producido importantes progresos para avanzar en la agenda ambiental en la región mediterránea, aunque todavía no se ha conseguido doblegar algunas de las presiones más apremiantes para el sustento de sus poblaciones como el calentamiento del mar, el aumento de la frecuencia de las olas de calor, la disminución de sus recursos hídricos, la contaminación, la degradación de suelos, las especies invasoras o la sobrepesca.
Los millones de personas que viven a lo largo de la costa mediterránea -y los millones más que la visitan cada año- llegan a la conclusión de que evoca belleza, placer, ocio, alimentos e ingresos, cultura e historia.
Sin embargo, ese imaginario colectivo choca con la situación crítica de algunos de los hábitats y ecosistemas en la región causada por los modos de vida y consumo.
Esta grieta es consecuencia de una progresiva banalización del patrimonio natural, y donde la naturaleza ha dejado de formar parte de la agenda social y económica, así como de las experiencias más vitales.
Antonio Troya uno de los pobladores del lugar ha relatado que “no sabemos cuándo será el punto de no retorno del colapso de nuestro ecosistema, pero la ciencia nos avisa que más temprano que tarde nos llegará”.
El reto de los más de 500 millones de habitantes de la región es, en la actualidad, lidiar con los efectos del cambio climático y la pérdida de la biodiversidad, al igual que el resto del planeta, pero con el agravante de ser una de las regiones donde la temperatura está aumentando, que actualmente está en un 20% más rápido que la media mundial según indicó el último informe del IPCC.
El icónico paisaje mediterráneo ha mostrado a lo largo de la historia que el clima, la naturaleza y el bienestar humano están fuertemente interconectados.
Y “ahora sabemos que la destrucción de nuestros ecosistemas socaba la capacidad de la naturaleza para regular las emisiones de gases de efecto invernadero y protegerla de los fenómenos meteorológicos extremos” manifestó Troya.
Por tanto, es ahora cuando más se debe tomar acción sobre el clima y la naturaleza.
Esto requerirá un cambio rápido y profundo en todos los sectores la economía y todas las organizaciones de conservación como la UICN. Se requiere de acelerar las agendas de acción climática y protección de la biodiversidad y que estas converjan.
La tecnología puede apostar en las acciones entorno a recuperar el conocimiento tradicional de los antepasados y se combinen con los avances tecnológicos.
La protección y restauración de ecosistemas costeros y humedales, la mejora de la gestión y uso de los bosques, la restauración de riberas y recuperación de los cauces naturales de los ríos, el fomento de cadenas alimentarias sostenibles mediante el apoyo a la agroforestería, o el impulso de más espacios verdes y azules en las ciudades y sus entornos son ejemplos de soluciones basadas en la naturaleza.
Avanzar hacia prácticas agrícolas más sostenibles que tienen que ir de la mano de un consumo más responsable de los ciudadanos, podría ser una de las soluciones.
Y todos estos cambios pasan por la cooperación: cooperación entre sectores económicos, entre instituciones, entre ciudadanos, entre gobiernos.