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El Papa vuelve a celebrar en San Pedro la Divina Misericordia

Abr 23, 2022

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En los últimos dos años, a partir de 2020, Francisco había presidido de forma reservada en la Iglesia del Santo Espíritu en Sassia la celebración instituida por Juan Pablo II. El lugar de culto está dedicado a Santa Faustina Kowalska que recibió el mandato de Jesús de celebrar la fiesta el segundo domingo de Pascua. Este año la cita será en la Basílica Vaticana el domingo, 24 de abril.

Tras los dos años de celebraciones privadas en la Iglesia del Santo Espíritu en Sassia, se celebrará por primera vez en la Basílica de San Pedro y con la presencia de fieles la Misa del Papa en el Domingo de la Divina Misericordia, instituida hace 21 años por San Juan Pablo II. La cita en la Basílica Vaticana -como informa la Oficina de las Celebraciones Litúrgicas Pontificias- será el domingo 24 de abril, a las 10 de la mañana. Durante la audiencia general, el Papa Francisco recordó esta conmemoración, saludando a los fieles polacos: “Cristo nos enseña que el hombre no solo experimenta la misericordia de Dios, pero es también llamado a mostrarla a su prójimo”.

El Papa, que de la misericordia ha hecho una de las piedras angulares del pontificado al punto de dedicarle un Jubileo en 2016, continúa el legado de Karol Wojtyla que instituyó esta fiesta para la Iglesia en todo el mundo en 2000, en coincidencia con la “Domenica in albis”, el primer domingo después de la Pascua. Esta es una fecha que, según las visiones místicas de la santa polaca Sor Faustina Kowalska, fue el propio Jesús quien se lo pidió, y también le ofreció instrucciones sobre cómo pintar el famoso cuadro en todo el mundo.

«Deseo que haya una Fiesta de la Misericordia. Quiero que la imagen, que pintarás con tu pincel, sea solemnemente bendecida el primer domingo después de Pascua; este domingo debe ser la Fiesta de la Misericordia», dice el famoso Diario de Sor Faustina, beatificada por Juan Pablo II en 1993 y canonizada en 2000. Deseo», son las palabras que la monja polaca atribuye a Jesús, «que la Fiesta de la Misericordia sea un refugio y un amparo para todas las almas y especialmente para los pobres pecadores…». El alma que se acerca a la confesión y a la Santa Comunión recibe el perdón total de sus pecados y penas».

Un culto extendido por todo el mundo

Santa Faustina fue la primera persona que celebró individualmente esta fiesta con el permiso del confesor. Pero ya en 1944 el culto de la Divina Misericordia en el primer domingo después de la Pascua en el santuario de Cracovia – Lagiewniki estaba presente. Luego, se difundió en toda Polonia en los años sucesivos. Incluso Wojtyla, como Papa, dedicó a la devoción promovida por Sor Faustina la Iglesia de Santo Espíritu en Sassia, un lugar de culto renacentista del siglo XVI a pocos pasos de la Plaza de San Pedro. Desde 1994 la iglesia ha sido elevada a la categoría de Santuario y cada mes es visitada por numerosos peregrinos y fieles que rezan allí el Rosario cada tarde.

Las celebraciones del Papa Francisco

Es en Santo Espíritu en Sassia que el Santo Padre el año pasado, en el 90° aniversario de la revelación de la imagen de Jesús Misericordioso, había presidido la Misa, sin embargo, en forma restringida, en respeto de las normas anti COVID-19, solo con la presencia de un grupo de reclusos, médicos, enfermeros y de refugiados procedentes de África y Medio Oriente.

La de 2021 era la tercera Misa del Papa de la Divina Misericordia; la primera fue en la plaza de San Pedro, el 3 de abril de 2016, en medio del Jubileo Extraordinario de la Misericordia. Una cita universal en la que el Papa insistió en el mensaje del amor divino: “Toda enfermedad puede encontrar en la misericordia de Dios una ayuda eficaz. De hecho, su misericordia no se queda lejos: desea salir al encuentro de todas las pobrezas y liberar de tantas formas de esclavitud que afligen a nuestro mundo. Quiere llegar a las heridas de cada uno, para curarlas. Ser apóstoles de misericordia significa tocar y acariciar sus llagas, presentes también hoy en el cuerpo y en el alma de muchos hermanos y hermanas suyos”.

El año siguiente, 2017, Francisco también celebró en la Basílica Vaticana. En cambio, en 2020, en plena pandemia, regresó a la Iglesia del Santo Espíritu para una ceremonia privada, sin fieles. Mientras el mundo luchaba contra la emergencia sanitaria y con el miedo de muertes y contagios, el Pontífice, durante la misa transmitida por televisión y en distintos idiomas, exhortaba una vez más a mirar a la misericordia de Dios, “mano que nos levanta siempre” y, al mismo tiempo, advirtió del «riesgo» de ser alcanzado por otro «virus», el del «egoísmo indiferente» que lleva a descartar a los propios hermanos.

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