Diario del Huila, Comunidad
Por: Hernán Guillermo Galindo M
Sobre la carrera octava de Neiva se han ido ubicando locales de arreglo y confección de ropa. Diario del Huila visitó a los trabajadores en la celebración de su Día.
Desde hace más o menos 15 años para acá, nadie sabe la fecha exacta, la carrera octava de Neiva, en un sector estratégico entre las calles diez, novena y octava, ha venido siendo colonizada por modistas y sastres de pequeños negocios, hombres y mujeres que cosen y arreglan toda clase de prendas de vestir.
“Se remiendan pantalones, se arreglan pretinas a las faldas, se coge la bota al jean, se tapa el hueco de la pantaloneta, se cambia la cremallera, se pegan botones. Todo lo que haya que arreglar aquí se le arregla”, comenta Lucila Ordóñez, una de las trabajadoras.
No son muchos los lugares de costura; unos diez, que se han ido estableciendo poco a poco encargados de rehabilitar diferentes prendas de vestir de clientes de todas las condiciones sociales y profesiones.
Hasta este lugar llegó Diario del Huila para rendir un sencillo reconocimiento a estos obreros de la moda, la confección y el arreglo de ropa en atención a que ayer se les rindió homenaje especial en el Día de la Modista, Sastre y Diseñadora de Moda.
Danny Torres una mujer de mediana edad de uno de los locales que lleva unos quince años en el oficio que aprendió de su mamá, nos recibe y se sorprende por la felicitación, no tenía idea. “Mi mamá nos enseñó desde que estábamos pequeñas y ahora de esto vivimos y nos defendemos en la vida”, comenta. Dice que siempre le ha gustado este campo, antes trabajaba en la venta de telas que es afín.
Trabaja en confecciones Jade, que se dedica más a la elaboración de trajes para hombres y mujeres sobre medidas. Llegan más las mujeres a mandar a hacer sus vestidos, pero también llegan hombres, comenta.
“La costura es un oficio muy antiguo que fue desarrollado con el paso de los años y tradicionalmente lo desempeñaban solamente mujeres. Pero con el paso del tiempo el aumento de la necesidad de la gente de vestir mejor, el crecimiento de la demanda y la exigencia económica familiar de reparar ropa en buen estado para cederla a un hermano menor se fueron vinculando hombres a la labor”, señala Carlos Espitia, detrás de una máquina de coser Singer.
Aldemar Zuluaga, que tiene su sastrería en toda la esquina de la carrera octava con calle novena, admite que tampoco sabía que existiera un día especial para su profesión. “Esta mañana un amigo me sorprendió al felicitarme en mi día, primera vez en mi vida que me entero que existe un día especial para nosotros los sastres”. Es uno de los más experimentados, pero es nuevo en esta zona. Agradece el detalle de Diario del Huila para con quienes laboran en esta profesión al tenerlos en cuenta y hacerlos visibles, dice.
El local está bien distribuido, con estantes para las telas, un mesón mostrador para medir y cortar. En otro salón están las cuatro máquinas en las que trabajan, Aldemar y sus tres colaboradores habituales.
Los consultados resaltan que la situación financiera de los hogares, cada vez más estrechos en plata; la calidad de las actuales prendas; y el crecimiento de sitios que arreglan imperfectos o daños, con la garantía de “dejarlas como nuevas”, ha hecho que crezca la clientela.
Aunque muchos se quejan, con razón, de que la pandemia les pegó muy duro, sufrieron muchos y apenas se están tratando de reponer de la emergencia.
“Varios locales cerraron, otros despidieron trabajadores. Recuerde, usted, que había mucho miedo y desconocimiento de las personas sobre el contacto con materiales, especialmente vestuario, para no correr el riesgo de contagiarse con el Covid”, explica Rebeca Paredes, que aprendió de costura viendo a la mamá, que también conoció el arte en la familia.
En el caso de este espacio de Neiva, que bien podría llamarse la calle de los sastres, las modistas y la moda es evidente que al oficio se dedican especialmente mujeres cabeza de hogar, de diversas edades, todas con el compromiso de velar por sus familias o ayudar en los gastos de la casa.
Sandra Milena Calderón recuerda que lleva unos 14 años trabajando en las denominadas ´clínicas de la ropa´. Claro que cuando no está aquí, labora en su casa elaborando prendas o haciendo arreglos para otras clínicas. Dice que no es que hayan pensado en organizarse, sino que poco a poco fueron llegando uno o dos negocios y alrededor se ha ido creciendo el número de puntos de atención en confección y arreglo de ropa.
Claro, también hay hombres, de diversas edades, dedicados a la costura «sin ningún prejuicio, como tal vez había hasta hace unos años, porque el afán de ganar el sustento diario no discrimina sexo”, comenta Arcesio Mora, que dice haber aprendido empíricamente y ha hecho algunos cursos de modistería.
Omar Sánchez de 65 años dice que trabaja como sastre prácticamente toda la vida, desde los 18 años que aprendió y se quedó en esta que ha sido su vida. Dice que se puede vivir de esto. “claro que da para vivir, no se consigue plata, pero yo pude sacar adelante cuatro hijos y todavía vivo de esto”
Sobre la denominada calle de las clínicas de ropa comenta que no son muy unidos, pero si se recomiendan unos a otros como en el caso suyo que saben que él confecciona pantalones para hombre y él a su vez recomienda a las modistas, agrega.
A manera de reflexión dice que tuvo local en los Comuneros en el año en que se incendió y lo perdió todo. “Se quemó todo y quedé para volver a comenzar y por eso me vine para acá”. Y destaca que tanto en esa emergencia del incendio como en la pandemia no han recibido ayuda alguna del gobierno. No nos tienen en cuenta para nada.
De a poco se han ido recuperando, pero todo está más caro y como referencia comentan de los servicios que en un año se han ido al doble. “El año pasado pagaba $100 mil pesos de energía y este año toca pagar el doble”. Lo mismo el tema de los arriendos, pero siguen trabajando que es lo que han hecho toda su vida, concluyen.