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San Pedro Claver, el que se hizo esclavo de los esclavos

Sep 10, 2022

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Cada 9 de septiembre la Iglesia Católica celebra a un santo con un potente mensaje sobre el auténtico trato humanitario y la dignidad plena -algo solo posible de entender desde el Evangelio: San Pedro Claver SJ (1580-1654), defensor de los desposeídos.

“Ego Petrus Claver, aethiopum semper servus” (Yo, Pedro Claver, esclavo de los negros para siempre), escribió el santo en el acta de sus votos perpetuos. Así lo hizo porque su tiempo y circunstancias fueron las de la esclavitud y la trata de negros provenientes de África. Pedro se consagró a ellos porque supo ver a Cristo en cada persona.

De Cataluña a Cartagena de Indias

Pedro Claver fue un jesuita de origen catalán -su nombre era Pere Claver Corberó- quien, como misionero en Cartagena (Colombia), se convirtió en el protector de la población negra esclavizada y de todos los sometidos a la servidumbre o maltratos. Vivió en el puerto de Cartagena de Indias (Nuevo reino de Granada), tristemente célebre en ese entonces por haberse convertido en el centro negrero más grande del Nuevo Mundo.

Pedro nació en Verdú (España) el 26 de junio de 1580. A los 19 años fue aceptado en la Compañía de Jesús. Con los estudios y la formación avanzada, fue enviado como misionero a Nueva Granada (hoy Colombia) y ordenado sacerdote en Cartagena en 1616.

Defensor de los derechos humanos

Allí se opuso a las injusticias de la esclavitud institucionalizada, por la que se comerciaba con seres humanos para el trabajo forzado. Rechazó las teorías que no reconocían la humanidad de los negros traídos del Africa y condenó toda forma de maltrato hacia los “etíopes” (nombre genérico con el que se denominaba a los africanos). También tomó parte en defensa de los indígenas, a quienes evangelizó.

Mientras los esclavos se encontraban retenidos en Cartagena esperando ser vendidos y trasladados, Claver atendía a los que llegaban enfermos, hambrientos o maltratados. Al principio ayudado de traductores, habló de Cristo y bautizó a quienes lo aceptaban. Así, Pedro Claver ganó muchas almas para Dios y les hizo conocer el amor que el mundo habría de negarles.

Cargó su propia cruz y ayudó a muchos a cargar la suya. Se compadeció de aquellos a quienes les arrebataron el rostro humano -incluyendo a los reas de las cárceles- y los sirvió como al mismo Dios: sin que el odio, el rechazo o la enfermedad pudieran detenerlo.

Partió a la Casa del Padre el 9 de septiembre de 1654, después de haber pasado sus últimos años casi en el olvido, muy enfermo. En 1986, San Juan Pablo II, de pie frente a la tumba de San Pedro Claver ubicada dentro de la Iglesia que lleva su nombre en Cartagena de Indias, dijo: “Hoy, como en el siglo XVII en que vivió Pedro Claver, la ambición del dinero se enseñorea del corazón de muchas personas y las convierte, mediante el comercio de la droga, en traficantes de la libertad de sus hermanos a quienes esclavizan con una esclavitud más temible, a veces, que la de los esclavos negros… Como hombres libres a quienes Cristo ha llamado a vivir en libertad debemos luchar decididamente contra esa nueva forma de esclavitud que a tantos subyuga en tantas partes del mundo, especialmente entre la juventud, a la que es necesario prevenir a toda costa, y ayudar a las víctimas de la droga a liberarse de ella”.

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