La salida del país se volvió más complicada. Antes del 6 de diciembre para viajar se exigía la prueba Antígenos de COVID con 72 horas de anticipación, ahora es con 24 horas y tiene que ser PCR. Afortunadamente las EPS la están suministrando gratis a sus cotizantes pues tiene un costo de 215 mil pesos cada una. Se requiere una preinscripción digital de migración y llenar un formulario con datos personales sobre el COVID para la aerolínea. Los vuelos internacionales exigen que en la silletería de tres puestos el de la mitad sea de aislamiento. Pero al llegar al país visitado, en el caso mío a USA, ya el vuelo nacional no tiene esa restricción. Me impactó que gente en sitios públicos no usa mascarilla y les permiten ingresar sin protección a todo tipo de negocios. La mayoría de personas se ven muy relajadas con el tema del COVID, como si este ya hubiera desaparecido.
Cambiando de tema, esta semana han fallecido personas de nuestros afectos, lo cual nos produce gran tristeza. Primero, la noticia de la muerte de Vicente Fernández, ídolo de varias generaciones. Uno de los más grandes artistas de la historia mejicana. Luego falleció nuestro amigo de juventud Juan Diego Artunduaga Calad, quien llegó a vivir a Neiva en 1967 proveniente de Barranquilla, con sus padres, el giganteño Hernando Artunduaga Paredes y su esposa Beatriz Calad, además de sus hermanos Lucy y Mauricio, este último fallecido en un accidente de tránsito. Recuerdo los primeros años de Juan Diego en Neiva cuando las jóvenes se derretían por ese rubio churro que andaba en un MG rojo convertible. Finalmente después de varias novias, se casó con Patricia Trujillo, con quien tuvo a sus tres hijos, Juan David, Catalina y Mariana. Juan David es el único que vive en Colombia y Juan Diego residía con él en Rivera en una hermosa casa campestre. Padre e hijo fueron inseparables y supongo el dolor que está padeciendo por la partida de su progenitor. El más reciente deceso fue el de Raquel Ércole, una actriz incomparable y de gran humor, aunque parecía seria. Raquel se divertía contando que en el Huila, su tierra, un día la presentaron como “la esposa de los tolimenses”. Ella les aclaró que solo era de uno, Lizardo Díaz “Felipe”. Paz en la tumba de todos ellos.
