DIARIO DEL HUILA, HISTORIA
Por: Gerardo Meneses
No es la primera vez que la ceramista laboyana Cecilia Vargas, una de las más importantes artistas de este país, plasma a través del barro su visión de una novela y de un autor. Ya lo había hecho con García Márquez en Expreso Macondo, un recorrido por Cien años de soledad, luego una chiva en forma de camioneta destartalada en la que viajan Eréndira y su desalmada abuela; unos años después, con una pieza preciosa que en forma de libro retrata una página de El coronel no tiene quien le escriba. Lectora incansable, investigadora, inquieta siempre por las temáticas latinoamericanas, Cecilia en su deseo de expresar su pensamiento a través de su obra, dedicó meses enteros a leer y releer La Vorágine, a revisar los estudios que sobre ella habían hecho intelectuales de la talla de Isaías Peña Gutiérrez, Hilda Soledad Pachón, Monserrat Ordóñez o el padre Luis Carlos Herrera. A partir de esas lecturas, de esa investigación fue tomando forma Expreso Vorágine, una chiva dedicada a José Eustasio Rivera.
“Traté de expresar mi visión propia de la novela, que la chiva la manejara José Eustasio, que la gente comprara el tiquete y se subiera para un viaje por la exuberancia de la selva y por los caminos recorridos por Arturo y Alicia” –nos dice Cecilia desde su casa en Pitalito- “La Vorágine tiene una temática fuerte, de violencia, de injusticas, de desarraigo y de esclavitud que duelen, que conmueven y que en su momento se convirtieron en una denuncia social; curiosamente, casi cien años después, eso mismo sigue pasando en esta Colombia, es como si la historia se repitiera”.
Meses de trabajo para una pieza única
La obra de Cecilia está enmarcada dentro de lo que se conoce como arte popular; pero sus creaciones no son el resultado de una serie de objetos para comercializar en cantidades siguiendo un mismo patrón, lo que hace Cecilia y hacía su mamá, doña Aura Muñoz de Vargas, es crear piezas únicas, objetos casi de culto que en muchos casos se hacen por encargo o, como en este caso con Expreso Vorágine, son el resultado de una lenta y minuciosa investigación. Por eso cada pieza de Cecilia tiene un sustento teórico que es otro valor agregado, dirían los economistas, y es el hecho de escucharla hablar de sus obras. Nada nace del azar. Cada objeto, cada color, cada figura, cada personaje está en La chiva porque se ganó su puesto, porque la historia que ella cuenta, así lo requiere, porque detrás de esa pieza hay una historia de esa novela que la conmovió, que le dijo algo y que quiso poner ahí para decir lo que ella quería decir.
“Expreso Vorágine nació con el deseo de enaltecer lo nuestro, saber el lugar que ocupamos y todo lo que puede llegar a expresar la literatura a través de otro lenguaje como es la arcilla. La chiva es la ventana por donde yo miro el mundo y ahí está el universo cultural nuestro. Esta es una razón para ser nosotros mismos y enaltecer a un hombre maravillo. Un hombre que fue río”.