Diario del Huila, Historia
Por: Hernán Guillermo Galindo
Empezó como aficionado de Santa Fe, pero después de ayudar a fundar al equipo opita se enamoró perdidamente hace 31 años, pasión que ni su muerte acabará porque dejará la historia fotográfica del club.
Los amores de Albeiro Moreno Dimaté por el Atlético Huila son una muy bonita historia de vida, fútbol y pasión, según cuenta, que empezó en la capital de Colombia,
“Cuando vivía y trabajaba en Bogotá, no me perdía partido de Santa Fe, en El Compín, equipo del que era hincha, con pasión. Como era agente de la Policía buscaba la manera de entrar al camerino. Así pude conocer a los ídolos de la época y hasta tratarlos como Ernesto Díaz, Miguel Ángel Converti, James Mina Camacho, entre otras figuras”, recuerda con cariño.
Lamenta que de esos tiempos no tiene registro fotográfico “porque no es como ahora que se tiene a la mano un celular y se hace el registro de inmediato. No tenía la manera de tomar fotos, así que ese recuerdo imborrable se quedó exclusivo para mí, en mi memoria”.
Con el tiempo esa pasión por el balompié se trasladó a la realidad, ya fue material en Neiva con el Atlético Huila, en otra etapa de su existencia.
Albeiro nació en zona rural de Tesalia. Cuando tenía once años la familia se trasladó a Algeciras en donde vivió parte de la infancia y adolescencia que después culminó en Neiva, con el bachillerato.
Forma parte de una familia numerosa, de 14 hermanos. Su padre, Ignacio Moreno Bernal, comerciante, fue uno de los promotores de sacar la comida a Bogotá y no a Neiva o a Florencia, como se hacía en la época.
“Gracias a los contactos en Surabastos, en Bogotá, mi papá se convirtió en proveedor de uno de los principales centros de acopio de comida en el país. Era muy trabajador”, destaca.
Su madre, María Valeria Dimaté, tiene 90 años “y gracias a Dios todavía nos acompaña, tiene un excelente estado de salud”.
Los caminos de la vida
A los dieciséis años se fue a prestar servicio en la Policía. Cuando terminó se quedó a trabajar en Bogotá en construcción y luego retornó a Algeciras a trabajar en el sector comercio.
Sigue los pasos de su padre y se dedica a vender verduras en la galería. “A nosotros siempre nos ha gustado el comercio de verduras, de líchigo como se llama popularmente”, relata.
Después, por cosas de la vida, un hermano logra vincularlo a la Gobernación del Huila, era el año 1988. “Fueron 14 años de trabajo porque me trasladé a la rama judicial”, comenta.
“En 1995 hubo una convocatoria, concursé y pasé. Es así que desde hace 21 años estoy trabajando en el sector. Me ha ido bien, gracias a Dios”, cuenta, con alegría.
Y volvemos al tema del fútbol. Explica que estando en la Gobernación, el 29 de noviembre de 1990, se hizo una radiotón para fundar el Atlético Huila, “participé en esa convocatoria, compré cinco acciones y desde ese día dije: me divorcio de Santa fe y me caso con el Atlético Huila, el equipo de mi tierra”.
Recuerda que la primera participación fue en la categoría B, en febrero del año 91, “la Copa Concasa, se llamaba el torneo, que comenzó el proceso de ascenso y descenso en el fútbol colombiano”.
Desde entonces y hasta el año pasado, impactado por la pandemia, siempre acompañó al equipo en cada uno de los partidos en casa y como visitante.
“Son 29 años ininterrumpidos portando la bandera del Atlético Huila, en las buenas y en las malas. Por la pandemia no permitieron ingreso a los estadios, estamos apenas regresando”, señala.
Recuerda en el primer partido del equipo opita llegó con la bandera, se instaló en la tribuna del Plazas Alcid y desde allí animó con fervor.
“Pero como siempre he sido inquieto, observé que los jugadores ingresaban en ese tiempo por una escalera de madera que quedaba en un costado de la tribuna occidental. Me conseguí una camiseta del club, me senté ahí y cuando los jugadores ingresaron, entré con ellos, nadie me dijo nada, ni la policía, ni la terna arbitral, ni el comisario de campo y así comencé a ser el abanderado del club”, cuenta, con gracia.
Posteriormente, en una junta directiva, cuando era presidente Orlando Rojas Bustos aprobaron el ingreso de manera oficial y el acompañamiento al club en los partidos fuera de Neiva.
“No ha sido fácil por lo de las envidias. En principio hasta hubo periodistas que cuestionaron que el club cancelara los costos de mis desplazamientos fuera de Neiva. Pero es parte del ejercicio”, explica.
Otra anécdota, cuenta, fue en la primera oportunidad, en el año 92, que fue técnico Alberto Rujana. Los jugadores se concentraban en el Juncal y se iban los dos en moto, con un amigo.
“En el momento que llegaba la buseta por el grupo yo me subía primero al punto que el conductor creía que yo era parte del club y los jugadores y el cuerpo técnico creían que yo era ayudante del conductor y así llegaba al estadio”, comenta y se ríe.
Así siguió por los estadios de Colombia acompañando al conjunto bambuquero, ganara o perdiera. Y es que el sentimiento es tal que en uno de los ascensos en 1997, en Bello, Antioquia, lo intentaron entrevistar para uno de los canales de televisión, pero la emoción y el sentimiento que lo embargaban no le permitían expresarse.
“Cada vez que iniciaban la entrevista, era tal la emoción y el sentimiento que me ponía a llorar y no podía hablar”, recuerda, con nostalgia.
Ese querer por el Huila llega a 31 años el próximo 29 de noviembre y todavía está latente en la sangre, “es más que familiar y difícilmente se puede dejar a un lado”.
Sobre la crisis actual dice que la afición debe entender que el presidente Juan Carlos Patarroyo tuvo una buena intención y trajo seis jugadores que venían bien referenciados y unos por Covid, otros porque no se adaptaron al sistema han dado al traste con los resultados “y cuando vamos a mirar ya la matemática no alcanza y llegó el descenso”.
Apoyar al equipo
La invitación a la afición es seguir apoyando sin importar la posición o la categoría en la que se encuentre.
“Independiente de esas circunstancias el Atlético Huila siempre estará ahí como la imagen de una huilensidad. Así que invito a que dejemos atrás las malas acciones y llegar a actos de violencia. El fútbol es una familia y como tal lo debemos ver y compartir”, afirma.
Así lo vive Albeiro, con su familia, con su señora Ana Perdomo Murcia y sus dos hijas, Angie Tatiana, que lo acompañó desde los cuatro añitos hasta que cumplió los quince, quien por los piropos y molestias de la gente se retiró; y la menor, Valeria, que es su nueva compañía.
Albeiro Moreno finaliza esta historia destacando que él tiene el registro fotográfico de cada participación y momentos claves del Atlético Huila. “Soy consultado incluso por el club para fotos. Y ese es el legado que le voy a dejar a mis hijas y a la institución”, concluye.