Colombia fue escenario el día anterior, de la mirada mundial por la visita que realizó el presidente Gustavo Francisco Petro Urrego, al seno de la plenaria de la Organización de las Naciones Unidas, donde tuvo la oportunidad de intervenir ante sus miembros, donde hizo fuertes cuestionamientos a la política antidrogas y al cambio climático, guerras que se han perdido por la ineficacia en su accionar, para contrarrestar los efectos nefastos que están teniendo contra el bienestar de la sociedad mundial. Paras ello, propuso que se debe avanzar hacia la regulación del uso de las drogas. Además, señaló que, en las selvas de Colombia, especialmente en la Amazónica, se emana oxígeno planetario y se absorbe el CO2 atmosférico. Una de esas plantas que absorbe el CO2, entre millones de especies, es una de las más perseguidas de la tierra. A cómo dé lugar, se busca su destrucción: es una planta amazónica, es la planta de la coca, planta sagrada de los Incas. Como en un cruce de caminos paradójico. La selva que se intenta salvar es al mismo tiempo, destruida.
Todos sabemos que el narcotráfico es una pandemia mundial, manejada por grupos terroristas y carteles de la droga, que cada vez se incrementa, dada la coyuntura política que se tiene en los países desarrollados. A pesar de que los consumidores alimentan la producción y el trafico de estas sustancias sicoactivas, en estos países, también ha fracasado las restricciones para su utilización, que le están generando un progresivo deterioro de la calidad de vida de las familias en estas naciones. Es loable esta sana intencionalidad del primer mandatario de los colombianos, de proponer en este magno escenario de la diplomacia mundial, estas tareas. La opinión pública conoce que se convierten en simples saludos a la bandera.
Por este motivo, consideramos que lo planteado por Petro en la ONU, se convierte en todo un arsenal de palabras complejas en un escenario crucial que describen el problema del narcotráfico desde la otra mirada, por fuera de la lucha tradicional contra los narcotraficantes, que han patrocinado guerrillas o guerrillas que se han vuelto productores y traficantes. Es un discurso coherente con sus ideas de izquierda que no deja de ser polémico y que va en contravía del sistema y se espera, de ese primer gobierno colombiano afecto a los líderes de Venezuela, Nicaragua o Cuba, nuevas propuestas para acabar con el flagelo.
Desde los años 90, el tráfico de narcóticos ha sido el combustible de la propagación de las ideas revolucionarias antisistema; ahora que hay más gobiernos institucionales afines, deben reforzar la lucha contra las drogas que destruyen las sociedades, pero con planes concretos y demostrando eficacia en la propuesta de no atacar los orígenes de los problemas con fumigaciones y extradición.