Diario del Huila

En la puntualidad se conoce al caballero

Ago 24, 2022

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Luis Humberto Tovar Trujillo

La puntualidad no trata de llegar a tiempo, sino de respetar tus compromisos, decía alguien con sobrada razón; otros pensadores más han expresado: “La puntualidad es la educación de los reyes. – Luis XVIII;
La falta de puntualidad es la falta de virtud. – John M. Mason; No puedes respetar a alguien si menosprecias su tiempo. – Mokokoma Mokhonoana”.
Con esas citas, queda evidenciado e identificado la clase de gobernante que, dice ser, el Libertador Simón Bolívar, se autodenomina así, para ocultar verdadera identidad, Aureliano.
Peor aún, asume conductas de todopoderoso, de monarca, de Rey, y su impuntualidad reniega de su reinado; sin virtudes, como dijera otro, menospreciar el tiempo de los demás, es el acto de irrespeto superlativo, por excelencia; solo Dios por ser el creador, es el único que puede disponer del tiempo de los demás, y si decimos que los tiempos de Dios son perfectos, significa que, es el único legitimado para disponer del ser humano, su creación.
El gobernante debe ser un ser virtuoso, debe respetarse a sí mismo, y a partir de ahí, nace el respeto a los demás; a sus gobernados.
Muchos episodios de la vida del gobernante, reiterados, además, dan muestra de su mala educación, que incluye su ignorancia; lleno de galimatías, ni siquiera comparable con Cantinflas, sería irrespetar a semejante cumbre del humor, como acto reiterado de la inteligencia humana.
El tiempo no es reembolsable señor presidente; disponga de su tiempo como a bien le parezca, pero no involucre en ello, el tiempo de los ciudadanos, porque Ud., no está en capacidad de disponer, menos aún, legitimado para reembolsarlo por su incapacidad frente a la virtud.
No desprecie a los ciudadanos con su incumplimiento; mentir en anuncios para ganar elecciones, es igualmente un acto de incumplimiento, generador de menosprecio hacia sus electores, y como gobernante, peor aún, por la potísima razón, que impone la condición de ungido, no de rey.
No haga participe a los ciudadanos de sus enfermedades mentales; de sus frustraciones del pasado; de sus resentimientos; la democracia no es un escenario de guerra, así literal, con armas letales para privar de la vida a los demás, o consolidar venganzas del pasado; la única letalidad viable es la de la razón, basada en el progreso evidente de los pueblos, y no en fracasos evidentes de dogmas jamás exitosos.
Gobierne, no destruya; decidir para destruir, es la peor anarquía sobre un pueblo lleno de necesidades básicas, para subsistir; gobernar no es buscar el exterminio de la población, es buscar la prosperidad general.
Si está muerto en vida, no asesine a la población.

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