Diario del Huila, Historia
Por: Hernán Guillermo Galindo M
A sus 35 años Jenia Catherine, madre cabeza de familia lucha por encontrar un lugar en la sociedad que la convirtió en víctima del conflicto y desplazada. En las artesanías ha encontrado un trabajo que le abre otros horizontes.
Aunque nació en Neiva, hace 35 años la vida de Jenia Catherine Tovar ha sido de constante movimiento por razones del conflicto armado que obligó a sus padres Yesid Tovar y Patricia Carrillo a desplazarse entre los departamentos del Huila y Caquetá.
Los recuerdos de los primeros años de vida son en Villavieja de donde son sus abuelos y luego en Solita Caquetá a donde fueron a parar para vivir por cerca de 10 años por invitación de una tía.
Como en todas partes en donde han vivido sus padres siempre se han dedicado a las labores del agro. Don Yesid es agricultor de toda la vida y doña Patricia se dedica a las labores del hogar.
Al complicarse la situación de orden público por esos tiempos en el Caquetá se retorna al Huila y se instalan en el municipio de Guadalupe. Allí han podido encontrar la tranquilidad que les permitió a Catherine y sus tres hermanas estudiar.
Terminó el bachillerato básico, hasta noveno en la Institución María Auxiliadora de Guadalupe y se vinculó al Sena en donde aprendió el manejo de la cerámica y el totumo.
Allí no solo aprendió el arte con el que tiene un proyecto de vida sino la solidaridad con un amigo que con una oferta de trabajo le abre las puertas a una oportunidad que le permite pensar en salir adelante.
Gracias a ese aprendizaje se defiende en la vida para con un hijo de 14 años, Santiago que está terminando el bachillerato luchar por sus sueños, relata.
Es agradecida de la vida y con lo aprendido en el Sena sobre artesanías espera independizarse y salir adelante. “Para nosotros los desplazados la vida no ha sido fácil, sin embargo, gracias al aprendizaje y a que se nos brinden oportunidades estamos construyendo poco a poco un mejor mañana para nosotros y nuestras familias,” sostiene.
A Jenia la encontramos en una feria que se ha organizado por parte de la unidad de víctimas en el departamento en donde se ofrece toda clase de productos elaborados por los desplazados, las víctimas y sus familias.
En el caso de Catherine está frente a un punto en el que ofrece imágenes de ángeles, santos y muñecos alusivos a la navidad que transforma con pinturas que aplica con base en la técnica que aprendió en el Sena.
“Realmente yo no produzco las artesanías, las transformo pintándolas y dándoles el toque de colores que las hace atractivas para la gente que es la que me compra”, dice.
Cuenta que le compra las artesanías e imágenes que mejora con su trabajo a otras mujeres cabeza de familia como ella en Gigante o en Neiva con lo que genera recursos a otras personas que como ella están en situación de víctimas del conflicto.
Ha pensado en independizarse y dedicarse de lleno a la cerámica y la transformación de la madera, guadua y totumo, por lo que también le gustaría estudiar artes, especializarse y dedicarse de lleno a este bello trabajo que le produce tranquilidad y de paso recursos, manifiesta.
Otra de las pasiones ocultas que está asociada a o que actualmente hace es la pintura. “Me llama la atención la pintura que es otra de mis pasiones, pero no he pintado aun mi primer cuadro”, agrega.
Mientras observa las artesanías que ofrece, dice que a futuro se ve en dónde le abran puertas y pueda tener oportunidades para proyectarse y sobresalir es una persona optimista y creyente en Dios al que se encomienda cada día.
Sobre su permanencia actual relata que se dio gracias a un amigo del curso del Sena que le ofreció ir a trabajar y esto le brindo una oportunidad no solo laboral sino de vida.
Envía un mensaje a la gente que les colabore, son artesanos y víctimas del conflicto armado y para ellos es muy difícil salir adelante. A veces las oportunidades escasean para poder salir adelante dice que, como desplazados del conflicto, así como hay gente que les aprecia y les muestra respeto, otros son indiferentes.
Sus padres se quedaron en Guadalupe en donde actualmente se dedican a la caficultura mientras ella se defiende en Gigante para sacar adelante a su Hijo. Comenta que le toca trabajar en casas de familia, pero gracias a Dios ha dado con personas que son buenas y solidarias por lo que no siente ningún tipo de discriminación.
Jenia Katherine sigue ofreciendo los productos que transforma con sus manos y con mucho amor. “Todo lo que hacemos aquí, lo hacemos con mucho amor”, manifiesta.