DIARIO DEL HUILA, ANÁLISIS
Por: Martha Cecilia Andrade Calderón
Simone de Beauvoir, afirmaba en su libro, “El segundo sexo” (1949), ‘No se nace mujer, se llega a serlo’; ello sirvió de punta de lanza para discutir en las teorías feministas que sería lo real para discutir el estado inhóspito del género, abatido por la invisibilidad y la exclusión de la mujer en todos los tiempos. El debate aún continúa. Lo cierto es que se nace mujer, pero hay una necesidad, creo yo, de ser tratada como ser humano, con los mismos deberes y derechos que un hombre, el conocimiento, es uno de ellos, el cual le fue negado por siglos.
En la antigüedad (S.V a.c y V d.c.)
Se conformaron los imperios con jerarquías en el poder centrado en los hombres; ya había aparecido la escritura en Mesopotamia y en otras culturas orientales. Los gobernantes les preocupaba formar solo a los hombres para que fuesen soldados y ciudadanos -Aristóteles- para consolidar su poder.
En estas épocas se establecieron roles a la mujer específicos de madre, esposa, pero aparecen las acompañantes, donde seguir al hombre, contener, sonreír, aceptar y callar. Las pudientes podían asistir a la academia y formarse siempre bajo la tutela y control de su dueño, esposo o padre. Apareció el Gineceo, allí se les aislaban y se formaban a las mujeres respetables, cuidadas por eunucos. Surgen las Hetairas, mujeres intelectuales, prostitutas que acompañaban y servían a sus compañeras; Eso sí, todas cumplían un servicio sexual, reproductor o de entretenimiento para los hombres.
Las casadas eran confinadas en oikos (casa). La consigna formativa era “Una mujer que sabe es peligrosa” “Quien enseña a leer y a escribir a una mujer, proporciona veneno a una serpiente” afirmaba Menandro. Las mujeres eran las elegidas no las que eligen se seguía a Aristóteles. En china, la mujer sin educación era su mejor condición.
Irene Vallejo en el Infinito en un Junco visibiliza el quehacer intelectual de algunas mujeres de la antigüedad que han sido invisibilizadas y demuestra cómo la oralidad y la escritura nacieron con los quehaceres de la mujer. Cita a Enheduanna como primera mujer que escribió 1.500 años de Homero. A la Hetaira Aspasia –mujer inmoral, libre- filosofa, física importante y oradora “maestra de la enunciación, quien fue maestra de Sócrates, Platón, Eurípides y mujer de Pericles (Le escribía discursos).
Influjo del cristianismo S. V y XV
En este periodo, prima el sentir de que nacimos para complementar al otro, no pasa ser nosotras y que fuimos culpables del “pecado original”; así que con estos estereotipos de la antigüedad y frente a la nueva forma de gobierno que prevalece, monarquías, la mujer está a la sombra del hombre manchada y en el mejor de los casos cumpliendo funciones decorativas junto al hombre.
La nueva imagen dada por el cristianismo el estereotipo de la mujer es de ser buena y abnegada como la virgen María o malas como Eva “pues había dado de comer del árbol del conocimiento a Adán” y la pecadora Magdalena.
Surge también las primeras universidades en el viejo continente –ya había en oriente, administradas por la iglesia que también disponía del conocimiento, aunque no lo producía, pero sí lo refrendaba: Bolonia, Oxford, Sorbona, Montpelier, Cambridge y Salamanca (1218).
Allí iban los hombres a estudiar y las mujeres se dedicaban al hogar, prostitución y algunas encontraron refugio en la vida religiosa y encerradas en conventos y monasterios se instruían en el campo de la filosofía, música, escritoras, médicas y la teología, como Hildegarda de Bingen asesoraba al papa e hizo tratados de medicina y compuso música. Cristina de Pizán, escribió “La ciudad de las damas”, Matilde de Magdeburgo, Sandra Ferrer, asesoraba a emperadores; y Catalina de Siena, mística, filosofa, asesora y misionera del claro.
Renacimiento: educación elitista
Hacia los siglos XV y XVI el viejo mundo era un cúmulo de territorios gobernados por poderosas familias y antiguas dinastías, sagas enriquecidas con el comercio, la banca o la regencia de pequeños ejércitos de mercenarios. Las hijas de los poderosos recibían la misma educación tutorial que sus hermanos, aunque el fin prioritario en el caso de las niñas era dar esplendor a la corte, y en el de los niños capacitarles para el gobierno.
A las mujeres en general se continuaron relegando a los papeles de madres, hijas, viudas, vírgenes o prostitutas, santas o brujas perseguidas y quemadas por la inquisición, pues descubrían verdades de la ciencia.
Colonialismo e independencia
Los siglos XVI- XVIII, no fueron nada mejor para las mujeres del nuevo mundo: un ser para la compañía y adorno -trofeo- para sus esposos de rango, militares y políticos. Las indígenas y criollas, fueron sometidas, maltratadas y abusadas por los conquistadores; se consideraba que eran salvajes y sin alma, como al resto de los nativos. Cumplían funciones de esclavas y servidoras de matronas, patrones y sus familias.
Por aquella época, en Colombia, los pueblos, aldeas y ciudades no tenían suficientes recursos para construir y mantener escuelas; el sistema de educación pública era débil al final del dominio español. La preparación de los docentes era mínima medio sabían leer y escribir, pues estaban preparados para enseñar oración y catecismo cristiana
Hacia el siglo XVII se destaca que los religiosos –jesuitas, dominicos y agustinianos- fundaron en el país, instituciones educativas para varones: el Colegio San Bartolomé en 1605, considerado más antiguo del país. el Colegio Mayor de Nuestra Señora del Rosario (1654), Torres; la Universidad Javeriana, (1623). la Universidad Santo Tomas (1636) así mismo se realizaban seminarios en Tunja, Cartagena y Popayán.
La mujer mestiza opacada por la beligerancia de los advenedizos seguía en sus roles de concubina, esclavas, criadas o esposas en el mejor de los casos. La opción para cultivar el conocimiento y formarse, explorar la ciencia era confinarse en un convento y por ello la vida de muchas religiosas fue muy productiva. Sobresale la mexicana S. Juana Inés de la Cruz (1648 – 1695) y la colombiana Sor Josefa del Castillo (1671–1742). Por aquella época hubo mujeres aborígenes que educadas bajo los preceptos de sus culturas nativas lucharon contra el enemigo invasor, La Gaitana, o el mandato de sus hombres de tribu: la India Catalina y Pocahontas. Las dos últimas traductoras y educadas en otras culturas.
Hasta el siglo XVIII, todavía la mujer era mirada a través de una perspectiva aristotélica, es decir, subyugada por el hombre sin la posibilidad de cultivar la ciencia y el estudio formal, solo oficios manuales.
Modernidad: revolución francesa
Las naciones coloniales sólo conocieron el concepto de escuelas primarias públicas bajo los reyes Borbones en la segunda mitad del siglo XVIII en términos de política educativa. Las escuelas públicas bajo el control del cabildo cuentan con el apoyo de los ingresos denominados «propios», que representan muy poco, no alcanzaba para pagar a los maestros.
Bajo el influjo de la revolución francesa (1789), el enciclopedismo, las universidades españolas y regentada por clérigos, aparecen las primeras instituciones religiosas educativas de educación superior en Bogotá para hombres.
Sobresalen en este periodo de colonia, mujeres que coadyuvaron a la causa de la independencia, mujeres luchadoras que aprendieron a leer y escribir y agitaron al pueblo hacia la libertad: Policarpa Salavarrieta, Manuela Beltrán, Magdalena Ortega y Dorotea Castro.
Los siglos XIX y S.XX
A principios del siglo XIX, y con los avances dados por la industrialización, se observa con otro lente el mundo. Se aspiraba cada vez más a desarrollarlo. Por ejemplo, en Colombia, el Gobernador de Mendinueta, sorprendido por el atraso de estudios en los Colegios del Rosario y San Bartolomé, así como de la Universidad de los Dominicos, se empeñó en crear una universidad pública. Esa idea se desarrolló durante el gobierno de Santander, junto con la creación de escuelas públicas.
La relación del Estado con la iglesia cambia: el clero es sometido y sus miembros son declarados funcionarios públicos, ya que el estado ahora se establece como el custodio y supervisor de las enseñanzas de la iglesia, declarando así el único portador del discurso público. Se crearon escuelas de «artes y oficios». Se da un discurso hegemónico conservador en la educación que controla la moral de la época.
Las mujeres de clase alta las enviaban a estudiar al extranjero carreras sociales, idiomas, arte, literatura. El caso más relevante en Colombia es Soledad Acosta de Samper 1833-1913 luchó a favor de la mujer maltratada, sumisa y golpeada. Bueno, y en el Huila, surgieron escritoras formadas por fuera del departamento como Waldina Ponce de León y Silvia Lorenzo.
Durante el gobierno de José María Samper en 1867 se consolida la universidad pública de la capital de la República, Universidad Nacional. En 1871 la Universidad de Antioquia y 1884 Universidad del Cauca. Sólo para estudiantes varones, la mujer no podía ingresar. Por aquella época también aparecen colegios de géneros con el gimnasio moderno en Bogotá en 1914 fundado por Agustín Nieto Caballero.
De 1930-1932 Fletchter y Ofelia Uribe y un grupo de mujeres logran que la mujer la posibilidad de administrar sus bienes y no su marido, hermano, padre o tutor. También se obtuvo el primer reconocimiento de las mujeres como sujetos de derecho mediante el voto y lo más importante se logra el ingreso de las mujeres a la secundaria y la universidad.
Así se logra que la mujer colombiana ingrese a la secundaria y a estudiar carreras. Algunas todavía vetadas para ellas, como la medicina. Tampoco eran bien recibidas como profesoras universitarias. En las provincias, años 40 y 50 aparecieron colegios particulares con mujeres maestras que lideraban y brindaban oportunidades a las niñas de la época. Caso concreto en Neiva, Tulia Rosa Espinosa fundadora del ITRE.
Ya hacia finales del siglo XX y con la proliferación de universidades regionales –USCO 1970- se logra educar a mujeres que lo deseaban hacer. De todas maneras, esta educación resultaba ser muy centralista y los bachilleres pudientes de providencia viajaban a la capital para hacer sus estudios superiores. A nivel nacional la creación de universidades privadas, algunas de garaje, retoman la causa económica por encima de la academia.
Siglo XXI – 2022 ¿Hoy quién las educa?
Por más de las luchas del siglo XX y los logros que se han obtenido, pues tenemos profesionales, políticas, ministras, presidentas, lideres, científicas, movimientos feministas, grupos de derechos humanos, las desigualdades educativas continúan, con el agregado de otros problemas como los feminicidios, persecuciones a lideresas y violencia intrafamiliares.
Hoy seguimos cumpliendo normas, paradigmas, prototipos, y seguimos legislaciones hechas por hombres. En muchas culturas la mujer no ha alcanzado la mayoría de edad y siguen siendo tratadas como animales, que se venden, se violentan, marginan, son negadas a estar en público, a no poder mostrar sus rostros y no se le permite estudiar como el caso de la pakistaní Malala Yousafzai (1997) que sufrió un atentado por denunciar el caso en el 2012, tenía en ese entonces 15 años; luego recibió el Premio Nobel de la Paz en 2014.
Hoy en la segunda década del siglo, y pasando la pandemia del Covid-19, las TIC y el Internet se erigen como mediadores en la educación contemporánea, llámese formal, informal y no formal, en ellos los logaritmos que muy bien explica Harari (2019) nos manipulan en las llamadas pedagogías invisibles (Bernstein,1990). Estas ya no nos permiten Ser sino Parecer; los aparatos, el celular, nos manejan, nos ordenan, nos dicen que debemos comprar, tomar, comer y con quien estar…como en otrora, la mujer debe luchar, para que no nos anulen como mujeres y aún más como seres humanos. ¡He ahí otra lucha!