Esta semana fuimos afortunados con la invitación realizada a la Arquitecta Helenita Borrero Quintero y al historiador Reinel Salas para que a dos voces nos ofrecieran un conversatorio sobre el Municipio de Villavieja, que ostenta una maravillosa reputación como cuna de la arqueología colombiana.
DIARIO DEL HUILA, BOTALÓN
Por: German Liévano Rodríguez
En nuestra acostumbrada Tertulia, fuimos recreados e informados en un relato minucioso y estricto de la arquitecta Borrero sobre de la evolución de la Tierra, desde su formación hace millones de años y cómo sus mares se transformaron, crecieron los continentes, se alzaron las montañas y se esparcieron sus valles con la convivencia de muchas especies vegetales y animales, hasta llegar a nuestra era actual, con la presencia del Homo Sapiens.
Ello nos hizo entender por qué hace miles de años La Tatacoa era parte de un gran lago comunicado con el océano. Se nos explicó como el deslizamiento de la llamada placa de Nazca por debajo de Suramérica permitió que se crecieran las cordilleras, se achicaran los lagos y las aguas retenidas en el llamado sistema o lago Pebas (el más grande humedal de la amazonia occidental) fueran vertidas a la inmensa cuenca amazónica, creando el río más caudaloso del mundo. De allí que muchos hallazgos de creaturas marinas en las áridas tierras del desierto de Villavieja son un testimonio irrefutable de nuestra evolución.
Afirma la expositora que los hallazgos paleontológicos de la zona, especialmente en el sector conocido como La Venta, han mostrado la presencia de tortugas gigantes, de peces inmensos, cocodrilos de gran tamaño, etc. convirtiéndose en uno de los lugares más importantes en el país para estudio de esas creaturas prehistóricas. Esta riqueza de fósiles gigantescos está rodeada por uno de los más grandes bosques secos tropicales que se vino a denominar como el desierto de La tatacoa. Y dio lugar a la fundación en 1984 del Museo Paleontológico de Villavieja donde se exponen más de 900 piezas para satisfacción de los miles de turistas que hoy colman sus calles.
De igual manera el historiador Salas, nos ilustró sobre la fascinante historia de Villavieja como población fundada en 1550 y cuya vida transcurrió primero como posada intermedia en el largo viaje hacia Bogotá y Popayán. Después con la aparición de la mano empresarial y sabia de los Jesuitas se lograron configurar haciendas de miles de hectáreas, donde pastoreaban igualmente otros tantos miles de reses. Luego, cuando se fracturó el imperio religioso se dieron nuevas oportunidades de fundación de poblados como Tello y Baraya, que fueron arrebatándole al pequeño puerto sobre el río Magdalena toda la feracidad de las montañas y valles vecinos, con cultivos como el cacao, el añil, el café, la quina, entre otros, e inclusive la navegación por afluentes distintos al puerto.
Así, poco a poco, se explica, se fueron diezmando las opciones de un desarrollo socioeconómico del poblado. Después de muchas penurias y del olvido oficial sistemático la población actual no alcanza los 8000 habitantes. La transparencia de sus cielos que permiten un visón cósmico inigualable ha generado una creciente ola de interés científico y turístico que se ha complementado con la construcción del Observatorio Astronómico hace más de 20 años sobre el cual se forjaron muchas esperanzas para que se convirtiera en un importante faro de atracción científica y turística.
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Y es aquí donde viene el gran desafío de la comunidad y de la clase dirigente del Huila. Será, Villavieja, ¿una verdadera Joya del departamento, está a punto de perderse? En medio de tantas oportunidades estratégicas de desarrollo, el poblado, su desierto y su Observatorio se han venido deteriorando por la falta de planeación y control de las autoridades generándose una avalancha desordenada de turismo, sin cumplirse un adecuado respeto ambiental. Hoy, se ha acrecentado la población en las áreas turísticas conllevando a una “tugurización” del desierto, deteriorando el paisaje y con invasión lumínica por las noches restándole la transparencia que antaño permitía una visión excepcional de la bóveda celeste.
Por lo anterior, el riesgo de perder todo aquello que nos dio la naturaleza a nuestra región, es una realidad dolorosa. Cada vez que escuchamos a nuestros almibarados políticos prometiendo obras nos mencionan a Villavieja con su Tatacoa y a San Agustín con su Parque. Y nos repiten que después del agro el turismo debiera ser un factor muy importante de desarrollo. Lamentablemente estas promesas no se han cumplido. Si vamos al Sur a recorrer el llamado Circuito Turístico veremos que eso no existe y a veces más bien pareciera un camino de herradura. Y si nos vamos para Villavieja nos encontramos con el deterioro ambiental creciente en espera de una protección real del Estado, con políticas de estado para promover su conservación y desarrollo planificado y sostenible. Creemos que la existencia de una Facultad de Antropología en la Universidad Surcolombiana debiera ser una gran motivación para profundizar en un plan de desarrollo futurista y ordenado. Esto tendría que ser de la mano de las autoridades departamentales y municipales. Y seguramente hay y habrá muchos empresarios privados dispuestos a asumir los retos de esta situación.
Nuestros apreciados conferencistas invitados nos sensibilizaron con sus valiosos comentarios y nos produjeron dolor de patria chica. No es posible que el Huila teniendo esta verdadera joya que nos obsequió la naturaleza pueda perderla por la falta de acción o por el silencio cómplice de su dirigencia. A ello llegamos al cierre de este valioso conversatorio digno de prolongarlo.
