DIARIO DEL HUILA, CRÓNICA
Por: Hernán Galindo
Argenis Naranjo no lee las cartas, ni el chocolate, tampoco el tabaco o la mano y, aunque solamente cree en Dios, La Virgen y el trabajo diario, muchas personas la buscan para que les de suerte, la fortuna de ganar plata o les cambie el destino.
Es una mujer de 72 años que ronda en la mañana la llamada plaza satélite del sur de Neiva y en la tarde las calles del microcentro vendiendo lotería, hasta donde llega caminando o en mototaxi, que la traslada por dos mil pesos el viaje desde el barrio Emaya, al sur de la ciudad, donde vive con su familia.
“Oferto la del Huila, Cauca, Boyacá, Meta, cualquiera, la que tenga”, manifiesta con humildad, mientras asegura los billetes con pinzas para que el viento o un oportunista no la deje sin el sustento diario, que le permite llevar 8, 10 o 12 mil pesitos a la casa, gracias a los transeúntes que quieran animarse a llevarse un pedacito de suerte, aunque también tiene, pocos, clientes fieles.
Sufrir de viejo
Al oficio (del cuello cuelga una cinta roja que agarra el carnet que la acredita como vendedora), al mismo que se dedican en su mayoría personas de la tercera edad o en situación de discapacidad, llegó hace 10 años por casualidad. “A uno ya de viejo no le dan trabajo en ninguna parte”, cuenta, y recuerda que fue aseadora, trabajó en casas y en labores varias, aquí y allá, después de llegar de Ibagué con la mamá, abandonadas por el padre.
“Comencé a vender lotería porque no tenía trabajo, nadie me quería. Entonces, a mí me dijeron que vender lotería era bueno, que uno podía ganar una plática y podía servir para defenderme…Agradezco a la gente que le colabora a uno, con un pedacito que lleven…”, manifiesta con mirada triste.
La misma que se vuelve más lastimosa cuando ahonda en su mamá, trasladándose al pasado, llevada por la memoria que la hace soñar con la ‘herencia’ que le dejó, porque ya murió.
“Mi mamá se llamaba Emilia Naranjo, fui su única hija. Ella me enseñó todo en la vida. Trabajábamos en la galería central, en la parte de afuera, hasta que la tumbaron. Vendíamos verduras, plátano, yuca…después nos tocó seguir luchando en lo que saliera, rebuscando”, dice, y se le quiebra la voz.
Argenis hizo hasta segundo de primaria en escuelas de la capital del Huila. Piensa en la de Diego de Ospina y el Estadio, a la vez que recuerda con nostalgia y cariño inocultable a la profesora Gregoria, en primer año, “porque se portó muy bien, aprendí cosas con ella…”.
Venta diaria
Volvemos al presente. Reconoce no haber vendido ningún ‘gordo’, ningún premio de la lotería, pero sí han estado cerca, “se perdieron por uno o dos números. Algún día será…”.
¿Cuál es el número final que más juegan? No hay número completo preferido por los jugadores, pero el 3, el 5 y el 7 son las últimas cifras más demandadas. Los números que más juegan son las ‘muelas’, es decir, aquellos que llevan mucho tiempo sin caer.
La venta ha disminuido considerablemente, lo que no le permite aspirar ni a una ganancia mínima, culpa de la pandemia, que la gente mayor, que es la que más compra no sale y la crisis económica general.
Convive con Darío Peralta, tiene 9 hijos, unos trabajan, otros están sin nada qué hacer y así…, relata la mujer, a quien, pese a la valentía y buena voluntad para seguir en la batalla, ya se nota que le pesan los años. Por eso, todos los días, cuando sale de la casa, se encomienda a Dios y a la Virgen María.
¿Qué les pide? “Que me cuiden. Que haya clientecitos, que tenga trabajo”. ¿Tiene alguna enfermedad? “No, ninguna”. No sabe responder si se vacunará contra el Covid-10. La verdad, parece no entender de qué le hablo y de la importancia de hacerlo.
¿Le tiene miedo a la muerte? “No, por qué. Uno se va volviendo viejo y todo se va acabando, terminando”, contesta con tranquilidad, mirándome a los ojos, mientras levanta el paquete de billetes para dar fin a la charla y más bien que le compre.
“Los loteros deberíamos tener un auxilio o una pensión porque si uno no vende, no gana”, afirma con dignidad y seguridad y se marcha ilusionada en dichas pasajeras.
Destacado
“Oferto la del Huila, Cauca, Boyacá, Meta, cualquiera, la que tenga”, manifiesta con humildad, mientras asegura los billetes con pinzas para que el viento o un oportunista no la deje sin el sustento diario”.