DIARIO DEL HUILA, CRÓNICA
Por: Hernán Galindo
Gustavo Rivera Méndez se alista a cumplir 90 años. Con tristeza y resignación, está sentado en la sala de velación 201 de una de las funerarias de Neiva, donde recibe el pésame de los amigos de la radio que lo acompañan a despedir a su hijo Samuel Gustavo, quien le heredó la pasión y amor por la radio. “Se lo llevó un agresivo cáncer en la garganta”, cuenta, con voz pausada.
Para alejarlo del pesar, le preguntamos de su larga y exitosa trayectoria en la radiodifusión, y lo hacemos como homenaje sincero a esta leyenda de los medios en el Huila y el país.
Historia
“Mi entusiasmo por la radio comenzó a edad temprana en Garzón, cuando en casa, un compañero vio un radio Telefunken y le causó curiosidad. Cómo es que ese aparato hablaba. Una caja con tubos, luces y teclas entregaba una magia que me enamoró: música, voces y toda clase de sonidos.
“Interesado de saber más, y por circunstancias de la vida, primero aprendí de tipografía, con lo que me empecé a ganar la vida. Quedé huérfano de padre y madre muy niño. Por eso tuve que aprender a trabajar en lo que fuera para defenderme en la vida”.
En el municipio del centro del Huila había mucha pobreza y la familia de Gustavo no era la excepción. Entonces, decide trasladarse a Neiva en busca de un futuro. La ciudad la respondió. Le dio oportunidades y lo trató bien. Por eso se declaró neivano, con orgullo.
Es aquí donde su vida se incrusta al oficio que lo amarraría el resto de la existencia. Se vinculó a Radio Neiva, “que quedaba en la carrera 7 con calle séptima, frente a la Droguería Cruz”, recuerda. Lorenzo García, el dueño de la emisora, y Luis H Vivas, un operador de Campoalegre, le abrieron espacio.
Termina el bachillerato en el colegio Nacional Santa Librada, siempre trabajando en las artes gráficas, “en la tipografía de los Bustos, era lo que me proporcionaba el sustento”. La labor la combina con la radio, crece en el conocimiento y, tras unos años, decide trasladarse a Bogotá en busca de más aprendizaje y superación.
“Como el que busca encuentra”, afirma, se hace amigo de un operador de la emisora Nuevo Mundo, que sería la matriz de la Cadena Caracol, de hoy. En una de las tertulias le cuenta que se va a trabajar a la embajada de Estados Unidos y le ofrece acompañarlo. De inmediato acepta y se abre un nuevo capítulo en el escenario de las ondas hertzianas.
La capital
Corría el año 1946. Como anécdota, recuerda ser testigo de la caída del dictador Gustavo Rojas Pinilla. Fue el primero en llegar al Palacio de San Carlos para ver que el general era trasladado en un Mercedes Benz hasta el aeropuerto de Techo en donde lo esperaba un avión que lo llevó huyendo con la familia a Panamá.
“Siendo operador de Caracol, una mañana la secretaria de Fernando Londoño, presidente de la empresa, me dijo que el jefe me necesita. Me echaron, pensé. Pero, todo lo contrario, por mi buena labor, me enviaron a trabajar con los ingenieros a hacer el montaje de la red de enlaces FM con lo que nació la Cadena Caracol”.
En su interés por prepararse se inscribe en la RCA y por correspondencia se especializa como técnico de radio. Además, se matricula en el Colombo Americano a estudiar inglés y así se convierte en un hombre apetecido para los diferentes retos que comienzan a asumir la radio colombiana.
“Participé en transmisiones nacionales como la visita al país del Papa Juan XXIII; los montajes para transmisiones deportivas grandes: las Vueltas a Colombia, el fútbol profesional y eventos internacionales. Uno de los retos que me alegran fue la llamada Caracola, era director Yamit Amat, quien informa de la travesía de Kapax por el río Magdalena entre Neiva y Barranquilla”.
Conoció a grandes figuras de la sintonía como Pastor Londoño, Hernán Peláez, Jaime Ortiz, Armando Moncada Campuzano, entre otros.
De su vida familiar, casi no le gusta hablar, sólo comenta que tuvo tres uniones de las que le quedaron siete hijos. Dos siguieron sus pasos y ejemplo: Gustavo Rivera Vivas, trabaja en la UCC de Neiva; y Samuel Gustavo, programador y director de la emisora Alfa Estéreo, recuerda con nostalgia.
Se pensionó en 1999 y se dedica a leer, escuchar música y descansar. “Hay que prepararse para lo que se hace, bien sea en la universidad, si se tiene la posibilidad, o de manera empírica. Pero siempre con la convicción de lo que se quiere; hacerlo con amor y dedicación”, concluye, como reflexión.